Las primeras lecturas sobre el resultado de los comicios han confirmado lo que se había planteado en las PASO en cuanto a las inquietudes acerca de los problemas argentinos y las preguntas sobre lo que va a pasar de ahora en más frente a esta situación, en los dos años que restan hasta 2023. En este momento urge despejar la incertidumbre para el normal funcionamiento del país, lo que exige enormes responsabilidades tanto del Gobierno nacional como de la oposición. En los días que vienen se van a ver respuestas a esta incertidumbre, si se superan las internas que han marcado fuertemente a los estamentos políticos argentinos en este difícil año electoral y si se dan respuestas maduras: en esas primeras lecturas hay quienes han marcado, desde la euforia de la oposición, que se trata de “un proceso que se está agotando”, y quienes han dicho, desde el oficialismo, que “el lunes sigue gobernando el peronismo”.
Es cierto que la democracia argentina, en este aspecto, goza de considerable buena salud y muestra que los comicios son trascendentales, competitivos, en los que cualquiera puede ganar y cualquiera puede perder. Los que ganaron en 2015 perdieron en 2019 y los del 2019 ceden ahora, con lo que se consolida la oposición.
Pero hay otra faceta de la democracia, que es la social. Dice el politólogo Gianfranco Pasquino en su nuevo Manual de Ciencia Política que la democracia se ve ferozmente desafiada en contextos de altísima desigualdad social. Las elecciones no resuelven eso. Hoy, transcurrido el comicio, la pobreza estructural argentina sigue siendo altísima, inquietantemente cercana al 50%, así como la desigualdad; el desempleo sigue en dos dígitos y los jóvenes expresan la desazón por la situación del país y el deseo de buscar nuevos horizontes. La brecha entre el dólar oficial y el “blue” es del 100% (esa brecha muestra la desconfianza en la gestión económica) y la inflación sigue proyectándose en el orden del 50%
Frente a esto, las respuestas son variadas. Unos piden que el oficialismo asuma que hacen falta cambios profundos, mejora de la institucionalidad y análisis certero de las equivocaciones. Otros dicen que esto es una bisagra entre el país sacudido por la pandemia -que agravó los problemas económicos y sociales, de pobreza y desempleo- y el país futuro que debe trabajar positivamente para la vuelta a la normalidad.
La pregunta elemental es cómo se lograrán ambas cosas. La dirigencia argentina debe encontrar consenso. ¿Es la convocatoria oficial surgida luego de los comicios, o es la necesidad de ver cómo se debe trabajar en el equilibrio de fuerzas en el Congreso?
Esta es la hora de buscar una serie de objetivos comunes, cada uno desde su lugar. Las elecciones no pueden dejar el resultado de más grietas sino una mirada a futuro para lograr cambios en la situación del país. Bien dijo un empresario en nuestra edición dominical que una de las cosas que dejaba esta definición de los comicios era que se despejaba la incertidumbre: ya se sabe cómo están dispuestas las fuerzas y cómo eso influye en el poder.
Está claro que hacen falta consensos más allá de las críticas y de las grietas. Buscar esos objetivos comunes -diez, veinte asuntos- implica asumir el compromiso de que la oposición no entorpecerá y que el oficialismo escuchará el mensaje del pueblo en las urnas y modificará su estilo de gobernar.