Jóvenes del barrio Los Vázquez confeccionan servilletas y manteles navideños

Los proyectos del grupo “Con esperanza nos fortalecemos” no se detuvieron durante la pandemia. Una mirada sobre sus avances y sus desafíos de superación

Jóvenes del barrio Los Vázquez confeccionan servilletas y manteles navideños

A nivel social, el mensaje de tejer puentes solidarios para encontrarnos con otros cala más fuerte durante esta época del año. Al transitar por este camino, hay proyectos que generan verdaderos cambios, desde la raíz.

Entre ellos se encuentra el grupo de recuperación de las adicciones “Con esperanza nos fortalecemos” (Los Vázquez) y una propuesta especial para las Fiestas: confeccionar manteles y servilletas que decoren las mesas navideñas de los tucumanos.

En el centro de la habitación, un mesón alargado con diversos moldes y agujas desparramadas es lo primero que atrapa la vista. A su alrededor, unas 12 personas trabajan uniendo retazos, trazando formas con alfileres o chequeando moldes. La escena se completa con una mesa chica sobre la cual hay una última tanda de recortes con diseños de muérdagos, hojas y flores rojas. Una vez que pasen por la máquina de coser, todos ellos quedarán listos para usarse en los festejos.

“Arrancamos con estos productos a finales de octubre y en total armamos unas 40 servilletas y alrededor de 50 manteles que luego fueron comprados por gente del barrio, particulares y algunas instituciones”, comenta la psicóloga Gabriela Morales Perrone.

Junto al psicólogo Emilio Mustafá y a la trabajadora social Laura Ruiz de Huidobro (profesionales del dispositivo en adicciones del Ministerio de Desarrollo Social de la Provincia), ellos son los responsables de coordinar los trabajos de costura y el resto de actividades que llevan adelante los jóvenes. “El taller cumple un propósito doble. Por un lado, resulta un dispositivo de salud terapéutico para sus miembros, mientras que también tiene fines productivos”, explica.

Inicios

El taller arrancó en diciembre de 2018 a partir de la donación de varios rollos de tela que iban a ser decomisados. Para darle un rumbo alternativo al material y gracias a un convenio con la Universidad San Pablo T, el siguiente paso fue que sus integrantes aprendieran sobre confección y moldería.

Al año siguiente, las clases dieron sus frutos con la fabricación artesanal de delantales de gabardina; sumado a 100 bolsas que fueron usadas como souvenirs para un congreso del Consejo Latinoamericano de Investigación para la Paz (Claip) que se celebró por aquel entonces en Brasil.

Tras la experiencia, el proyecto ganó una beca para que un participante asista al próximo evento, pero luego irrumpió la pandemia y cualquier plan se desmoronó por completo.

En un contexto de vulnerabilidad, la aparición del coronavirus representó un nuevo batacazo para el bolsillo de cientos de familias de Los Vázquez. “Por la incertidumbre el consumo problemático se agudizó y hubo muchas recaídas. Además de ocurrir recurrentes conflictos con la ley (debido, por ejemplo, a la necesidad de circular para obtener ingresos) durante la etapa de aislamiento social preventivo obligatorio”, indica Morales Perrone.

Desde entonces, no quedó otra solución más que adaptarse y dedicarse también a producir barbijos (algunos fueron vendidos a la fundación Manos abiertas y al gremio ATE).

“Lo importante fue que logramos mantenernos de pie. Además del taller, contamos con un merendero que nunca cerró sus puertas. Por el símbolo de entrega que representó hacia el barrio, un momento emotivo fue cuando -para el Día del Niño- se logró donar 220 barbijos infantiles”, detalla.

Mientras la charla fluye, de fondo Víctor Guerra sigue con la vista gacha, concentrado en los dobladillos. Hace siete años que él integra “Con esperanza nos fortalecemos”. “Antes estaba en uno de los peores momentos de mi vida, con un estado muy malo. Al principio, cuando llegué no sabía ni enhebrar una aguja. Aprendimos desde cero y hoy es un logro enseñarles a otros. La pandemia fue jodida, muchos estuvieron asustados o se quebraron. Así que había que hacer cosas para evitar parar y tener la mente y las manos ocupadas”, comenta.

 LA GACETA / FOTOsDE DIEGO ÁRAOZ LA GACETA / FOTOsDE DIEGO ÁRAOZ

En ese sentido, los encuentros y el apoyo mutuo fueron indispensables. “En Los Vázquez también se vive discriminación dentro de la familia, con conocidos o vecinos al haber pasado por una adición porque creen que vamos a seguir haciendo daño. Cuando se inició el merendero había personas que no querían mandar a los chicos porque éramos unos drogadictos. De a poco, eso cambió y ahora somos referentes para otros barrios”, agrega el dueño de casa.

Reinserción

¿Cómo funciona el taller? El dinero recaudado de las ventas va a un fondo común destinado a cualquier arreglo o a la compra de insumos. Una vez que esa parte queda cubierta, el resto se distribuye por igual entre sus integrantes.

La idea es que el microemprendimiento promueva la reinserción laboral y oficie como efecto de reparación para con el barrio. “El proyecto de prevención, ayuda y lucha contra las adicciones (desde el taller al merendero o el deporte y la murga) es fundamental para cambiar la visión segregativa y excluyente hacia quienes consumen, además de apuntar al trabajo preventivo. Luego de generaciones de desocupados, hay niños que ven a sus padres o allegados trabajando, y eso es una apuesta por el futuro”, señala la psicóloga.

Tres veces a la semana -a las dos de la tarde- las juntadas se destinan a cocinar. Ahí Silvina es la encargada de amasar el pan y armar los bollitos que harán de merienda para los chicos. “En las tareas me acompaña mi hija y un nieto. Por un problema en la columna no puedo levantar mucho peso, pero me gusta colaborar”, enfatiza.

El jueves fue la última reunión del año y hay sueños que ya se entretejen para el 2022. Por ejemplo, están las ganas de conformar una cooperativa y que los productos (con el logo de un carrito tirado a caballo) aumenten. Incluso tras las Fiestas, el deseo es el progreso.

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