“La memoria de una sociedad se construye con infinitas capas y vertientes”

Es una de las más reconocidas escritoras argentinas. En 2012 se convirtió en la primera autora de habla hispana en recibir el Hans Christian Andersen, el Nobel de la literatura infantil. Cultivó también la poesía, el ensayo, el cuento y la novela. Sus oídos dejan una gran huella a través de las palabras, del trabajo del lenguaje, al recuperar las voces que reconstruyen la identidad mediante la memoria colectiva. Por Liliana Massara para LA GACETA.

20 Febrero 2022

“Escribir es un modo de mirar, muy intenso. Hasta el límite de lo posible”, reflexiona la escritora argentina María Teresa Andruetto, radicada en la provincia de Córdoba, en un lugar, Arroyo Cabral, que “separa al pueblo en que he nacido de la capital del país, y no hubo modo de evitar que esa distancia se instalara entre nosotras”, escribe en Tama (1993), su primera novela, premio Luis de Tejeda. Mucho para preguntar. Al captar el rescate del pasado en sus novelas Lengua madre (2010) y Los manchados (2015), comienzo por la memoria, un eje sustancial en su escritura:

-¿Cuándo decidiste comenzar a “mirar hacia atrás” para recuperar la memoria? ¿Fue desde la poesía, desde la narrativa, o desde ambas?

-Me parece que eso es algo que estuvo ya antes de la escritura, que tiene que ver con la infancia más remota, con un padre inmigrante que había dejado atrás toda una vida y nos enseñó a mirar esa vida, nos instó a que eso estuviera vivo en nosotros. También en la familia de mi madre, mirar hacia atrás el camino que habían hecho sus mujeres, el paso de unas a otras, estaba muy presente.

-¿De qué tipos de memoria hablas en tus novelas y qué significa para vos defender la memoria? Eva, Gregoria, Julia, Julieta, Emérita, Nicolás y tantos otros personajes, se desplazan continuamente hacia el pasado. ¿En son de qué razones, tal vez la necesidad de conocer su origen, de encontrarse en las ausencias, de reafirmar identidades?’

-Me gusta pensar en las memorias, así, en plural, como una trama, un entramado, porque creo que la memoria de una sociedad se construye con infinitas capas y vertientes. En cuanto a las razones de esa búsqueda, me parece que todo lo que he escrito va hacia el núcleo común de identidad. Pasa que, buscando mi propia identidad, o la de mi grupo social o la de mi región o la de mi género, voy entendiendo siempre algo más de la sociedad en la que vivimos.

-Tu narrativa construye una geografía escrituraria donde hay una “palabra situada” y donde se apela a lo humano, a lo subjetivo mediante las voces que llegan con fuerte “vocación oral”, sutiles, armónicas, cargadas de vivencias: personajes que nos llegan desde testimonios orales y desde los bordes como en Los Manchados (2015). ¿Cómo trabajas estas estrategias de la oralidad?  Son experiencias vitales, son tus propios recorridos por el coloquialismo de los pueblos, tal vez, son ejes domésticos cotidianos?

- Me interesa mucho la música de la lengua, sobre todo las hablas, la oralidad como el lugar más inestable de la lengua, el más preciado y el más difícil de apresar no en su literalidad (porque una podría grabar voces de personas y transcribirlas y no sé si funcionaría) sino en su verosimilitud, que es también su poeticidad. Escucho mucho, eso sí, siempre escuché de modo empático, amoroso, y mucho de eso anida (y se transforma también) en la memoria y solo le doy la palabra a un narrador o a un personaje si encuentro en mí, su voz.

-La oralidad como la narración están elaboradas desde un proceso de la lengua muy cuidado, ¿Son búsquedas conscientes en tu mundo interior que luego salen al exterior y se ficcionalizan?

-Desde los primeros borradores hasta el cierre (siempre precario) de un escrito hago muchas correcciones, agrego y quito, expando y condenso muchas veces y todas esas veces leo para mí lo que voy escribiendo y me escucho con atención, hasta encontrar un tono, una música que entiendo, imagino, es la de ese texto.

-La mujer en cuestión (2003) fue para mí un gran hallazgo. ¿Cómo surge construir el personaje de Eva, una mujer “insubordinada” hasta estigmatizada por su nombre?

-Creo que todos somos en algún punto desconocidos para el otro, aun para quien está a nuestro lado, somos más que lo que puedan decir o pensar de nosotros. Eso está en la base de escritura de La mujer en cuestión. Una forma de la novela es girar en torno a un núcleo enigmático y entonces eso hice, imaginé a una mujer con su edad, sus rulos, su cuerpo grande y giré en torno a ella, sin meterme nunca en su adentro, y escuché lo que algunos, varios, muchos, pudieran decir, pretender o pensar de ella.

-Acuerdas con mi lectura que Veladuras (2005) puede leerse como una nouvelle de migrancias internas, de insilios?

-Sí, absolutamente. La migración interna desde los pueblos a las ciudades, la migración económica y el insilio y otras migraciones políticas o religiosas me interesan mucho, las he visto de cerca, las he vivido también.

-La literatura se cruza con la política en tus novelas, ¿siempre o es contingente?

-Siempre está ahí ese cruce (no es programático, diría más bien que es existencial) porque soy una persona con un modo político de pensar y de estar en el mundo, en el sentido de ver siempre una dialéctica entre lo privado y lo público, lo íntimo y lo social. Por otra parte, veo la escritura como un camino de conocimiento que es al mismo tiempo una experiencia de disenso, las más de las veces disenso para conmigo misma, para con lo que yo pensaba antes de transitar esa escritura. Desde un lugar y un camino muy distinto, la política, también lo es.

-¿Cómo es tu relación y tu tiempo de creación con la literatura infantil?

-No son tiempos ni relaciones distintas, separadas. No hay un tiempo de escritura para chicos y otro para grandes, ni un tiempo para la poesía y otro para la narrativa. Todo “aparece cuando sale” como dice el dicho, cuando algo me convoca y, a veces antes y a veces en el camino mismo de escribir, me va diciendo qué es. Lo único que tiene un tiempo separado, un tiempo que se impone en desplazamiento de otros proyectos, es la escritura de conferencias, porque a eso sí lo considero un trabajo, con fecha a cumplir, originado por una demanda externa.

-¿Qué significa ser escritora para vos?

-De todas las descripciones de escritor que leí o escuché, me quedaría con la de Oscar Masotta: Un escritor es una conciencia dialogando con el mundo.

© LA GACETA

PERFIL

María Teresa Andruetto nació en Arroyo Cabral, Córdoba. Se licenció en Letras Modernas en la Universidad Nacional de Córdoba. Entre otros reconocimientos, recibió el premio Novela del Fondo Nacional de la Artes por La mujer en cuestión y el Konex de Platino a las Letras. Es la primera escritora argentina y en lengua española en ganar el premio Hans Christian Andersen (2012). Algunos de sus títulos son No a mucha gente le gusta esta tranquilidad (cuentos, 2017), Poesía reunida (2019); La lectura, otra revolución (ensayo, 2012) y, en la literatura infantil y juvenil, Veladuras (2005) y El árbol de lilas (2006). 

En 2021 publicó Extraño oficio (crónica). Su narrativa ha sido editada en alemán, gallego, italiano, portugués, turco y chino. Su obra se estudia en universidades americanas y europeas, y se realizaron a partir de ella libros objeto, cortometrajes, espectáculos poético-musicales, coreografías, espectáculos de narración oral escénica y adaptaciones teatrales. Desde hace más de 30 años trabaja en la formación de lectores, por lo que visita escuelas, profesorados y universidades, y es habitual conferencista.

Acerca de la ceguera*

Por María Teresa Andruetto

La Biblioteca Nacional fue creada por el Cabildo en 1810, bajo la protección de Mariano Moreno y por eso lleva su nombre. Ahora funciona en la calle Agüero, en el barrio de Recoleta, en terrenos que fueron del palacio Unzué, bombardeado en el 55 porque ahí estaba la residencia presidencial y ahí habían vivido Perón y Evita. En ese terreno de Recoleta se hizo el actual edificio ideado por Clorindo Testa, en las líneas arquitectónicas del brutalismo. Antes de 1992, cuando se inauguró el actual edificio, la biblioteca estaba en una casa de la calle México; en ese templo de la lectura, como suele llamarse pomposamente a las grandes bibliotecas, tres de sus directores fueron hombres ciegos: José Mármol, Paul Groussac y, entre 1955 y 1973, Borges, que en el “Poema de los dones” supo agradecer con ironía a Dios haber recibido a un tiempo los libros y la noche. El “Poema de los dones” fue escrito entre 1957 y 1958; en 1959 apareció en una revista, y en 1960 fue incluido en El hacedor.

Otro ya recibió en otras borrosas

tardes los muchos libros y la sombra.

Al errar por las lentas galerías

suelo sentir con vago horror sagrado

que soy el otro, el muerto, que habrá dado

los mismos pasos en los mismos días.

El poema descansa en una idea que ya estaba en los griegos, la del eterno retorno de lo mismo, porque la vida de los hombres se repite cada cierto periodo. Quizás asiente también en el secreto orgullo de nuestro principal escritor en ser o tener algo de Tiresias, el adivino ciego más sabio de la mitología griega, que, como era andrógino y había comprobado -porque fue en un momento varón y en otro, mujer- cuánto sienten, piensan, sufren y gozan los varones y las mujeres, fue castigado con la ceguera por Atenea.

* Fragmento de Extraño oficio

(Random House, 2021).

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