“Hace unos días viajé a Paraguay. Hace muchos años que no iba a Asunción. La última vez que viajé fue para jugar al rugby, en los 90. Asunción tiene cosas que están bien y otras que están mal, pero lo que me sorprendió es ver a los paraguayos contentos, que la gente se ríe en la calle, que está de buen ánimo. Después fui a Uruguay y tuve la misma sensación, gente con buena onda, felices. Cuando volví al país me encontré con lo mismo de siempre, caras tristes, gente enojada. Casi nadie sonríe”.
Esta semblanza comparativa pertenece al neurocirujano y ex capitán de Los Pumas, Pablo Garretón, quien visitó estos países vecinos la semana pasada.
El ganador del Olimpia de Plata en 1990, el premio deportivo más importante del país, dijo estar muy angustiado y preocupado por el clima social que se vive en Argentina desde hace ya demasiados años.
El ex forward del seleccionado argentino de rugby vivió en Estados Unidos y en Buenos Aires, lugares donde perfeccionó su especialización en neurocirugía, y también viajó por todo el mundo con Los Pumas. Tiene, como se dice, entidad y calle para comparar sociedades. Y percibe que el estado de ánimo de los argentinos, y de los tucumanos en particular, fluctúa entre la crispación y la depresión, entre el desánimo y la bronca.
“Ya no se puede vivir así, tenemos que hacer algo. Venimos hace demasiados años tocando fondo. Y la clase política, toda, no podrá ser parte de la solución porque es la causa del problema”, sentenció el médico, quien siempre regresó a su Tucumán natal, pese a tener posibilidades de radicarse en Europa o en Estados Unidos. Incluso volvió para fundar una clínica en San Pablo.
Entonces, ¿cuál es la salida?, le preguntamos. Reconoció que no tiene “la varita mágica”, porque los problemas estructurales de este país son demasiados complejos para desanudarlos con un par de medidas.
En este sentido, consideró que es una gran mentira cuando los políticos dicen que tal o cual asunto requiere de 15 o 20 años para resolverse. “Es la manera que tienen de patear la pelota hacia adelante para que todo siga como está, con sus privilegios y sus lujos intactos”, afirmó, palabras más, palabras menos.
Todos los Negros
Mientras almorzaba un plato de humita con queso derretido, acompañado por una copa de vino blanco con soda, Garretón comparó a la política con el rugby. “Meterse en este quilombo es como jugar con los All Blacks. Los problemas de Argentina son como los All Blacks, sabés que hagas lo que hagas las posibilidades de perder o de salir lesionado son muchas. El tema no es decir voy a enfrentar a los mejores del mundo ni tampoco ya jugué con los mejores del mundo. El asunto es cuando estás jugando, ahí cambia todo. Estás aterrado. Sabés que esos tipos te van a lastimar y te van a lastimar mucho. Algunos compañeros abandonaban a mitad del partido diciendo que sentían un tirón o alguna lesión. Pero era el miedo, el pánico”.
El médico tucumano piensa que los desafíos políticos, para quien decida enfrentarlos de verdad, no sólo desde el relato y la propaganda, son como un partido con los All Blacks: nadie puede estar sonriente y feliz cuando tenés al frente a unas bestias que te van a caminar por encima.
Cuando hay tanta gente con hambre, niños y adolescentes suicidándose con paco o pegamento, una inseguridad asfixiante y una economía que se cae a pedazos, no puede haber políticos que sonrían en los afiches, en las publicidades o en los discursos.
Garretón afirma que esa gente no está metida en el partido y que si estuvieran jugando en serio estarían aterrados, muertos de miedo, porque sabrían que la realidad los golpearía mucho, que les quebraría los huesos.
“Hace poco operé a un chico que llegó con el cráneo abierto, fracturas expuestas y varios órganos comprometidos. Se estaba muriendo. Y los parientes discutían sobre quién había tenido la culpa en el accidente. Esa es Argentina, nos estamos echando la culpa todo el tiempo, mientras el paciente se está muriendo. Primero hay que salvarle la vida y después, cuando sobreviva, veamos quién fue el culpable”, ejemplifica.
La ovalada y el bisturí
La conversación con el ex jugador y ex presidente del club Universitario transcurre entre metáforas del rugby y la medicina. Son sus dos grandes plataformas para analizar el mundo. “No soy un experto”, repite a cada rato. Pero insiste con algunas certezas que aprendió durante años en esas dos profesiones tan exigentes. Trabajo, dedicación, estudio, entrenamiento y mucho coraje. No se opera un cráneo abierto en Estados Unidos o en el Hospital Italiano sin valentía y sin haberse quemado las pestañas estudiando. Como tampoco se va al choque de un grupo de ocho hombres que miden casi dos metros y pesan en total 900 kilos si no tenés entrenamiento y, como se dice en el deporte, mucho huevo.
En un caso sabés que podés morir o salir muy lastimado, y en el otro sabés que se te puede morir una persona en el quirófano.
Danzando con la muerte. Cerebros abiertos cada día. Huesos rotos, muy rotos en la cancha.
“Si te metés en política tenés que poner, no sacar, tenés que perder, sacrificar, empobrecerte, dejar todo. Y acá se hace lo contrario, entran para sacar, para robar, para meter a todos los parientes en el Estado”, señala el Puma.
Él nos corrige que es un ex Puma, pero la diplomacia internacional nos enseña que cuando uno ocupa lugares importantes los ocupa para siempre.
En EEUU a los ex presidentes les dicen presidentes incluso después de muertos. En Argentina esto nos parece un furcio. En lo personal, consideramos que un presidente lo es para siempre, de lo contrario no cobrarían dos millones de pesos mensuales de pensión vitalicia, como Cristina Fernández. Pero ese es otro tema.
Garretón no estaba enterado del ránking internacional de la felicidad que se publicó hace unos días, que se da a conocer cada año. No se mostró sorprendido cuando le contamos que coincide con su percepción personal. Los argentinos somos las personas menos felices entre los sudamericanos. Los uruguayos, los más felices.
Finlandia lidera esta encuesta desde hace varios años. ¿Qué tienen los finlandeses, además de mucho frío, para estar tan contentos?
No podemos saberlo porque no son relevamientos científicos, sino basados en encuestas. Aunque sí sabemos que Finlandia tiene la mejor educación pública del mundo, casi pleno empleo, servicios básicos que alcanzan al 100% de la población y tanta seguridad (tranquilidad) que hasta se están cerrando las cárceles.
Acá necesitamos construir cada vez más penales y los políticos lo anuncian orgullosos y con una sonrisa frente a las cámaras.
Hemos sido capturados
Como buen capitán no podés afirmar que te van a aplastar en medio del partido. Perdés 40 a 0, tenés cinco compañeros que salieron en camilla y los que quedan están exhaustos, no dan más. Sos el capitán, sino andá a sentarte a la tribuna a ver la derrota.
“Tenemos que convocar a los tucumanos más brillantes, a las mejores personas, a la gente más buena y con mejores ideas, que no están en la Legislatura, ni en la Justicia ni en el Gobierno, para que pensemos y trabajemos para salvar a esta provincia antes de que sea demasiado tarde”, advierte el ex jugador de mundiales y salvador de muchas vidas.
¿Estamos secuestrados por una dirigencia que no está a la altura?, le preguntamos. “No, prefiero decir que estamos capturados, como dijo Carlos Fuentes (escritor y pensador mexicano multipremiado). Hay gente que capturó al Estado, se lo apropió, algunos degenerados que sólo piensan en seguir saqueando, pero pienso que la mayoría son incompetentes y vagos que no saben qué hacer. No culpo a la persona que recibió un cargo por necesidad, para llevar y traer un papelito, pero es una persona que fue anulada para siempre”, afirma Garretón.
Se refiere a gente que ha sido expulsada del sistema productivo, educativo, del progreso. Gente que no buscará emprender con ideas propias, que no se seguirá educando, que ha perdido la voluntad del esfuerzo y del trabajo.
El Puma admite que teme que esta situación termine en un estallido social, como en 2001 o peor, porque ningún indicador muestra que algo pueda llegar a mejorar, al contrario.
“Hay que hacer algo, urgente, esto no da para más, y hay que convocar a las mejores personas, con las mejores ideas. Esta gente no puede seguir arruinándonos la vida, la de nuestros hijos y nietos”, insiste.
Termina la humita, el vino, y aunque no fuma, le pide al propietario del local, Carlos Arias, que deje fumar a los comensales fumadores, si están todos de acuerdo.
Su pedido no es políticamente correcto, pero tiene empatía y sentido común, por el otro, por el equipo, no por sí mismo. Por eso fue capitán de una selección nacional.