La desinformación sobre la guerra bombardea a los internautas incautos

Imágenes y videos falsos inundan las redes sociales, y contribuyen a enrarecer un espacio público contaminado por las versiones interesadas. Las tecnologías disponibles potencian de un modo inédito en la invasión a Ucrania la manipulación informativa inherente a todo conflicto bélico.

VERDADERO Y FALSO. La tapa real de Time es la del tanque ruso. La de Putin caracterizado como Hitler fue obra de un diseñador gráfico. VERDADERO Y FALSO. La tapa real de Time es la del tanque ruso. La de Putin caracterizado como Hitler fue obra de un diseñador gráfico.

¿Quién no recibió en su teléfono el video que muestra en directo cómo, supuestamente, un edificio oficial ucraniano es atacado y se desploma como si fuese de papel? La escena fue tomada desde un mirador al aire libre que por accidente capta también a un fotógrafo en mangas cortas. Todo es falso. En Ucrania acaba de llegar la primavera y, para entender en términos meteorológicos lo que eso significa, la temperatura oscilará hoy entre los seis y los 11 grados centígrados. Hay otro detalle para rastrear de un modo más preciso el origen y el contexto de la filmación: la marca de agua que atribuye el contenido a @omaralsersawi. Una rápida verificación en la cuenta correspondiente de Instagram indica que el video data del 12 de mayo de 2021, ocho meses antes de la invasión rusa, y que retrata el bombardeo a una torre residencial en Palestina. Dos días atrás y ante la viralización de su registro, Omar Alsersawi, un artista visual e ingeniero civil, editó la publicación y comentó: “este es el efecto de la ofensiva israelí en la ciudad de Gaza, no Ucrania”.

El ejemplo sirve para entender a grandes rasgos cuán sencillo es caer en un error. De ambos lados de la trinchera, en Europa del Este usan las tecnologías de la información y de la comunicación disponibles para manipular a gusto los mensajes. Inventos como la inteligencia artificial y el machine learning están llevando a un plano inédito la aniquilación de la verdad inherente a todo conflicto bélico, según las organizaciones de verificación de datos.

Es una capacidad destructiva abonada por la censura y el control de la prensa promovidos por el autócrata Vladimir Putin desde que comenzó la invasión, que, dicho sea de paso, sólo es una “operación especial” según la narrativa del Kremlin -en Rusia, usar la palabra “guerra” puede deparar hasta 15 años de cárcel-. Los compatriotas de Aleksandr Pushkin están más expuestos que nunca a la maquinaria de propaganda oficial debido a que la mordaza de Estado diezmó a periodistas con la formación e independencia necesarios para chequear la información. La clausura de las fuentes alternativas comprende el bloqueo de plataformas y portales de noticias extranjeros.

Un Zelenski rendido

La explotación deliberada del miedo y de las emociones deviene un arma infalible para fidelizar apoyos entre quienes deben soportar las consecuencias más crudas de la guerra que desatan los gobernantes. A esa finalidad responden los contenidos -distribuidos incluso por la diplomacia rusa- que aseguran sin pruebas que Putin desplegó las tropas para acabar con “el tráfico de niños” y el “genocidio” de rusohablantes “orquestados” por Kiev. Otras “noticias” no comprobadas alegan que el Gobierno de Volodimir Zelenski protege fábricas de armas biológicas de propiedad estadounidense.

En el caso del video de Alsersawi hay una exhibición desgarradora de la capacidad destructiva de los misiles modernos: las imágenes estremecen e indignan hasta al más frío de los observadores, y automáticamente generan empatía con Ucrania. Como contrapartida, toneladas de supuestos de desinformación benefician a Putin, como las justificaciones para la batalla ya mencionadas o ese montaje donde el presidente ucraniano Zelenski aparece dando un discurso de rendición en el que llama a sus conciudadanos a dejar las armas y a someterse al Kremlin.

Ese producto del deep-fake (“ultrafalsedad”) muestra hasta qué punto es difícil distinguir la realidad de la irrealidad. Zelenski, el atril y el fondo son auténticos -la escena entera procede de una comparecencia del pasado-: la mentira radica en las palabras que pronuncia -un libreto armado para inducir a los civiles combatientes a abandonar la línea de resistencia-. Por muy sofisticado que parezca, se trata de una creación fácil de conseguir con las herramientas disponibles, como acreditan las pantallas de TikTok.

Las versiones interesadas y los engaños relativos a la guerra bombardean a los internautas incautos, quienes, por una parte, consumen la desinformación y, por la otra, la multiplican al compartirla con sus contactos, generalmente con fines nobles. Esta dinámica repercute sobre estados de ánimo, opiniones y decisiones, algunas de ellas con altísimo impacto en la calidad de vida personal y colectiva. ¿Qué pasaría, por ejemplo, si, como consecuencia del video manipulado de Alsersawi alguien resolviera alistarse voluntariamente para pelear contra Rusia y muriera en ese empeño, o, peor aún, ejecutara una venganza?

Por eso los chequeadores de información están aconsejando extremar la cautela al momento de reaccionar ante un mensaje viralizado de procedencia dudosa o anónima (ver por separado). Y, por sobre todo, acudir a los servicios periodísticos profesionales para acceder a información acerca de una actividad tan caótica como la guerra, donde, por el desorden y la confusión imperantes en el combate, es muy difícil saber qué ocurre en el terreno incluso para quienes están en él.

Contra la posverdad: siete recomendaciones

La desinformación relacionada con la guerra en Ucrania ofrece la oportunidad para ampliar la cruzada contra la llamada posverdad, donde los hechos y la realidad no importan, sino las interpretaciones y los sesgos. Shelby Grossman, investigadora del Observatorio de Internet de la Universidad de Stanford (Estados Unidos), recomienda aplicar siete medidas para desenmascarar los actos de desinformación:

1) Constatar si existe un usuario confiable detrás del contenido hallado en las redes sociales o descartar un hackeo.

2) Explorar en los buscadores la credibilidad de la fuente en el caso de medios o autores desconocidos.

3) Verificar la fecha de producción de la foto o video sospechosos.

4) Revisar la coherencia de las imágenes con su contexto, por ejemplo, si la vestimenta es adecuada para la temperatura o la estación del año.

5) Distinguir las crónicas de acontecimientos de meras opiniones y mantener cierto escepticismo respecto de las afirmaciones desprovistas de datos que las avalen.

6) Investigar la veracidad de un pedido de donaciones para refugiados o causas humanitarias, en particular sin involucran criptomonedas.

7) Desconfiar de las noticias auspiciadas por los gobiernos.

La desinformación sobre la guerra bombardea a los internautas incautos

El mapa de la mentira: esclarecimientos colectivos en #UkraineFacts

Con el afán de desactivar los bulos y mejorar el nivel del debate público acerca de la invasión, la International Fact-Checking Network del Instituto Poynter puso en línea la plataforma #UkraineFacts (ukrainefacts.org), iniciativa colaborativa en la que participan entidades no gubernamentales de todo el mundo dedicadas a corroborar datos. Impulsado por el sitio español Maldita.es, #UkraineFacts acumula más de 1.000 noticias esclarecedoras de operaciones de desinformación. El proyecto -dispone de una versión en castellano- comprende un mapamundi con un termómetro que indica el grado de contaminación con desinformación detectado en cada país. Hasta ayer, los chequeadores habían desmentido 26 piezas sobre la guerra en circulación en la Argentina, entre ellas una imagen de la tapa falsa de la revista Time con un Vladimir Putin con el bigote que usaba el líder totalitario nazi Adolf Hitler. La India y los Estados Unidos son los territorios donde #UkraineFacts identificó mayor cantidad de noticias engañosas.