En la UCR luchan para ser los campeones de la B

En la UCR luchan para ser los campeones de la B

Hay que reconocerle al radicalismo provincial una virtud verdaderamente escasa en el mundo institucional: la transparencia. La UCR tucumana exhibe por estas horas, sin maquillaje, la ruinosa situación política que atraviesa. Peor, inclusive, que el ruinoso estado edilicio de la abandonada sede de Catamarca 851.

El movimiento político con 120 años de vida, aquí en el subtrópico, no hace gala de ser una organización experimentada que ha capitalizado el conocimiento de décadas y más décadas de participación en la vida pública. Por el contrario, manifiesta padecer una suerte de Mal del Alzheimer institucional que le impide aprender de las vivencias del ayer más reciente. Lo que debía ser un proceso interno para normalizar un distrito que lleva casi cuatro años intervenido se ha convertido en el papelón político del año. Los radicales podrían haber estado intervenidos durante 20 años sin que se advirtiese la diferencia porque, en rigor, demuestran que nada han comprendido en materia de construcción de una fuerza que esté a la altura de la trágica situación política, social y económica de la provincia y del país.

El discurso que se recitaba oficialmente era un diagnóstico impecable: había llegado la hora de deponer apetencias personales para sacar a la UCR del estancamiento por medio de la unidad, porque a la mayoría de los tucumanos los desvela saber si van a poder comer los 30 días del mes y no las peleas para definir las autoridades de un partido sin triunfos desde la vuelta de la democracia. Era, sin embargo, un canto de sirenas para que aquellos que se arrojaran al mar de los consensos terminaran despedazados en la orilla. En la noche del miércoles desafinaron todas las notas y quedó en evidencia la hipocresía.

El único culpable que no era

Hasta antenoche, el que había sido apuntado como responsable de la falta de unidad era el líder del Movimiento Boina Blanca y apoderado de la Lista Roja – N° 3, Ariel García.

La imputación tenía asidero: los “boinas”, hasta finales de marzo, impulsaron que se conformara una única lista, con el diputado Roberto Sánchez como presidente de la junta de gobierno y con Sebastián Salazar, intendente de Bella Vista, como presidente de la convención. La idea incluso era que a fines de ese mes, cuando vencía el plazo para inscribir “colores” (requisito indispensable para luego presentar una lista identificada con ese carácter), sólo se anotara un color. Eso significaba que sólo iba a haber una lista. No sólo García porfió por esa idea: el ex diputado José Cano, Sánchez y Salazar, entre otros, participaron de varios diálogos. Pero la idea no cuajó. O, más bien, los “espacios” que se reclamaban desde las distintas vertientes no permitieron construir un solo abrevadero.

Después del fracaso de estas tentativas, la línea interna de García ya no volvió a hablar públicamente de listas únicas y rechazó sistemáticamente las ofertas para alcanzar un consenso. Sobre todo, luego de que Sánchez y Salazar terminaran alcanzando el entendimiento que los “boinas” habían impulsado, pero sin la participación de los “boinas”.

No faltaron incluso los que subrayaron que García es funcionario nacional, en su calidad de delegado regional del Enargas, designado por el actual gobierno “K”. Entonces comenzaron a aventar el fantasma de que él era la punta de lanza del peronismo para conjurar la unidad a la que el resto del radicalismo había llegado con madurez y desprendimiento.

El miércoles resultó que no era cierto.

La unidad que no era

A las 21 vencía el plazo para oficializar las listas inscriptas el lunes y a las 19 un emisario de Sánchez visitó a García para proponerle prorrogar por 24 horas ese plaza a fin de continuar con las conversaciones. Tal y como ha avisado este diario, el apoderado de la Lista Roja – N° 3 rechazó la propuesta: tenía mandato del plenario de su movimiento para oficializar la nómina presentada sin dilaciones. A las 20, la Junta Electoral dispuso, motu proprio, aplazar el vencimiento del cronograma en nombre de que necesitaba tiempo para revisar las aceptaciones de candidaturas y los avales de las únicas dos listas anotadas a principios de semana… Tal vez, después de la intervención, haya cambiado la mecánica de trabajo del organismo: históricamente, sólo se revisan esos documentos en caso de impugnaciones.

Minutos después llegaban a la Redacción de LA GACETA las noticias de que, por pura casualidad, la prórroga le había venido bien a la lista de unidad que encabeza Sánchez. Porque ahí, a las 21, no iban a arribar a ninguna unidad.

Desde la línea interna de Salazar revelaron sin ambages la madre de las discordias: las “rispideces” habían estallado en torno de los espacios de la convención provincial de la UCR. A ese órgano de 81 miembros le corresponderá, el año que viene, definir la política de alianzas del radicalismo tucumano. Es decir, si integrará Juntos por el Cambio y, eventualmente, se someterá a internas para definir la fórmula de gobernador y vice, o si se apartará del frente y promoverá sus propios candidatos, para barajar dos de muchas variables.

En el sector de Sánchez reconocieron que “se trabó todo” por un escaño de convencional. Pero los “salazaristas” redimensionan la cuestión: cuando ellos acordaron con el diputado nacional unificar las listas y que el ex intendente de Concepción presidiera la junta de gobierno, se acordó que al sector del actual intendente le correspondería presidir la convención provincial. Pero anteayer, a uno de los adláteres de Sánchez se le “escapó” que no iban a cumplir con ese acuerdo: que ellos iban a tener la mayoría en la convención e iban a imponer a un hombre de ese espacio también para conducir ese órgano interno. Es decir, no estaban discutiendo por un convencional, sino por la convención misma y por los compromisos que hicieron posible el acuerdo. Entonces los “salazaristas” adelantaron que o les daban garantías o no firmaban la oficialización de las candidaturas. Y antenoche no firmaron. Menos mal que se había quedado sin tiempo la Junta Electoral para que ellos tuvieran 24 horas más para acomodarse...

Los “Boina Blanca” siguen siendo liderados por García, que sigue siendo delegado del Enargas. Pero frente a esta situación alegan dos cuestiones. La primera es que la necesidad de la renovación en la UCR es impostergable, porque las mismas “mezquindades” que impidieron en la lista de unidad llegar a la unidad “en tiempo y forma” son las que fracturaron en 2021 al radicalismo e hicieron que la banca del Senado recuperada en 2009 se haya perdido en las PASO de septiembre. La segunda, más pragmática, es que conseguirán yendo a las urnas más lugares que los que pueden ofrecerles sus adversarios, que ni siquiera tienen lugar para acomodarse entre ellos. El razonamiento tiene asidero.

El progreso que no era

El papelón y la transparencia del radicalismo provincial llevan a un mismo callejón: la falta de vocación real de alentar un proyecto político que sea mayor y distinto que un conjunto de minúsculos proyectos personales.

Si el objeto de la política es el poder, no se comprende cómo puede llegar a ser barajada como una posibilidad llevar a las urnas, en internas cerradas, a un partido intervenido e inmovilizado hace casi cuatro años. Sobre todo en el actual contexto de desilusión ciudadana con la política tradicional y de una inflación desatada que hace que miles de tucumanos vivan mal, sin importar cuanto se esfuercen. El cimiento del progreso es que trabajar es el camino para prosperar: aquí está desmoronándose. ¿Y los radicales se pelean por una sede que ni siquiera tiene el baño en condiciones igual que como los rusos y los ucranianos se disputan Kiev?

La copa que no era

Dicho de otro modo: ¿cuánta gente podría ir a votar a una interna cerrada de la UCR? El padrón, completamente desactualizado, es de 60.000 afiliados. Las especulaciones más optimistas hoy, en cualquiera de las líneas internas, es que pueden ir a votar unos 10.000. Supóngase que, exageradamente, acude el doble. ¿Alguien celebraría el resultado? ¿Piensan ungir autoridades de 20.000 votos y presentarlas “en carrera” para la Gobernación?

En 2012, el Club Atlético River Plate logró volver a la Primera División del Fútbol Argentino (había descendido el año anterior) al consagrarse campeón del torneo de la B nacional. Ningún hincha del “millonario” saca pecho con esa copa. Ni le enrostra a los hinchas de Boca Juniors que los de Núñez tienen ese título que los “xeneixes” no pueden lucir. Todo ello a pesar de que ese logro les dio el ascenso. En el torneo político por el poder provincial, ganar un “campeonato” de 10.000 o de 20.000 votos sería todo un descenso de categoría.

El gen que no era

Hace sólo cinco meses, en las elecciones nacionales de noviembre de 2021, Sánchez lideró la lista de Diputados que, en yunta con el alfarismo al frente de la nómina del Senado, estuvo a dos puntos de ganarle la pulseada al Frente de Todos. Ahora, el Partido de la Justicia Social y Fuerza Republicana empezaron a construir un inédito acercamiento entre dos fuerzas largamente enfrentadas, en la búsqueda de fortalecer ambos espacios y sus referentes. En la UCR, en contraste, no pasó ni medio año y ya están limando impiadosamente la figura del ex intendente de Concepción, que había llegado a las internas como el mejor candidato radical para la gobernación. Han convertido a la UCR en un titán que se devora a sus propios hijos. Están erosionando su promesa política: una parte de sus socios le enrostran que incumple sus compromisos internos. La otra le reclama que acumule lugares a cualquier precio, porque al final a la boleta la pagará el diputado. Si no lo querían a Sánchez, por lo menos se lo podrían haber anticipado...

Una pregunta se impone: ¿por qué accedió Sánchez a someterse a las dentelladas de esa picadora de carne dirigencial que es la interna de la UCR? Aparentemente, por un falso condicionante: el equivocado diagnóstico de que para ser candidato a gobernador del frente opositor el año que viene necesariamente debía presidir el radicalismo tucumano. José Cano o Rodolfo Martín Campero supieron ser candidatos al sillón de Lucas Córdoba sin presidir la Junta de Gobierno radical. Y, por lógica inversa, Gerardo Morales era el titular la UCR nacional en 2011 y no fue candidato a presidente de la Nación ese año.

Pero de su historia, el radicalismo tucumano no aprende lo mejor. Por momentos (como los de la actualidad), pareciera que en su comportamiento sólo incide una especie de gen suicida heredado de su fundador. Pero sería sacar de contexto a Leandro Alem, que alumbró a la UCR el 26 de junio de 1891. Cuando cinco años después malogró su vida, Alem dejó su célebre “testamento político” en el que sostenía que no valía la penar vivir “estéril, inútil y deprimido”. Había que convertir esa triple condición en la antítesis del radicalismo, no en su objetivo.

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