Poblar un país es también una utopía

10 Abril 2022

Esta semana, un senador de la Nación instaló el debate sobre la tasa de natalidad en Argentina. Según su lectura, los argentinos perdieron su interés en tener hijos por motivos socioeconómicos. “Cuando terminó la gestión de Cristina Kirchner, en el 2014 y 2015, nacían 770 o 780 mil niños. Del 2016 al 2019, bajamos a 620 mil. Un 25%. ¿Por qué ocurrió esto? Bueno, yo creo que está muy claro. Nacían niños porque la gente tenía esperanza, tenía futuro y veía la vida con perspectiva de futuro. Cuando asumió Macri, en 2016, claramente todo eso se vino abajo”, dijo el legislador kirchnerista Oscar Parrilli.

Seguramente el dato es correcto, pero no así el análisis. La intencionalidad política del senador obstruye cualquier posibilidad de complejizar un panorama que de verdad podría ser preocupante para el futuro de un país que, a contramano de otras naciones, necesita poblar más su territorio. Según publicó el Ministerio de Salud de la Nación, la tasa de natalidad -el número de nacimientos por cada 1.000 habitantes- registra una fuerte caída desde 2014, hasta alcanzar, en 2020, un valor de 11,8. Los datos marcan un nivel récord, pues nunca se había registrado un nivel tan inferior en el país donde los funcionarios sostenían que “gobernar es poblar”.

Según un informe realizado por el boletín Notivida a partir de los datos oficiales, la tasa global de fecundidad debería ser de 2,1 (manteniendo la mortalidad constante y la ausencia por migración), pero Argentina presenta un coeficiente 1,54. La proyección, con estos números, llevaría a pensar que el país podría comenzar a despoblarse. La caída abrupta no es reciente, data de 2014. Dicho año fue, según los autores del boletín, una bisagra para el país, ya que la TGF cayó un 35% entre 2014 y 2020. Las paradojas de siempre hacen que Argentina, con una economía que apenas alcanza los índices latinoamericanos, adquiera un carácter europeizante para proyectar su población. De allí surgen preguntas inquietantes: ¿cómo se logrará mantener a las futuras poblaciones pasivas? ¿Podrá el sistema jubilatorio actual sostenerse si la ecuación se invierte?

El boletín mencionado hace una lectura política también del fenómeno. Sostiene que el descenso se explica a partir de la implementación de diversas políticas públicas, entre ellas, la distribución gratuita de anticonceptivos, las estrategias para reducir el embarazo adolescente y protocolos de salud sexual y reproductiva implementadas tanto por los gobiernos de Cristina Fernández, Mauricio Macri y Alberto Fernández. Aclara, además, que aún no están visibles las consecuencias de la aprobación de la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo, sancionada a fines de 2020. Sin embargo, esta lectura también es reduccionista y evita reflexionar acerca de las decisiones de las mujeres argentinas y su posición frente al proyecto de maternidad. También evita analizar el fenómeno en términos de clase, al no preguntarse qué pasa con los sectores más populares y sus condiciones económicas para sostener numerosas familias.

La baja tasa de natalidad seguramente debería prender alguna alerta en las proyecciones de los funcionarios. Pero, lejos de buscar culpables de manera simplista, debería motivarlos a pensar en cómo podría acomodarse la economía de un país con un territorio tan vasto en el que la distribución de las riquezas cada vez es más inequitativa. Y también, por qué no, en pensar cómo se puede hacer para volver a tener la ilusión de un futuro mejor para todos, para los que estamos y los que están por venir. Dicha tarea es claramente política y con el tiempo será cada vez más imperiosa.

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