El correligionario Pirro, de Epiro

El correligionario Pirro, de Epiro

Pirro, rey de Epiro (antiguo Estado de Europa oriental, que ocupaba tierras que hoy pertenecen a Grecia y a Albania) es un personaje triunfalmente trágico. Enfrentó en tres oportunidades a las legiones de Roma, pero no para defenderse de ellas, sino para intentar someterlas: Pirro era expansionista y soñaba con un imperio como el de Alejandro Magno. En las primeras dos confrontaciones salió victorioso. Pero el costo de esos triunfos fue tan descomunal que significaron, finalmente, su ruina.

La primera de las batallas fue Heraclea, donde las pérdidas resultaron cuantiosas. Incluso, según los autores que se consulten, él número de caídos fue ciertamente parejo entre ambos bandos. El empleo de elefantes adiestrados para uso militar fue decisivo: los romanos nunca los habían enfrentado. Luego, en Asculum, los griegos ganaron a costa de quedar diezmados, tras dos días infernales. La crónica histórica pretende que Pirro afirmó que si volvía a tener un triunfo semejante, dada la magnitud de la pérdida, terminaría regresando solo a Epiro. De esta reflexión deriva la expresión “victoria pírrica”. “Dicho de un triunfo: obtenido con más daño del vencedor que del vencido”, sintetiza el Diccionario de la Real Academia Española.

El enfrentamiento final fue en Benevento y el triunfo fue para Roma. Los legionarios atacaron a los elefantes, que se volvieron contra sus propias tropas y provocaron desmanes. Y el rey retornó para siempre a sus tierras.

Aunque gobernó entre los siglos IV y III antes de Cristo, serían incontestables los indicios de que Pirro era radical. Quién sabe si no lo afiliaron en Tucumán…

Registros y traducciones

El lunes, la junta electoral de la UCR provincial proclamó a los miembros de la única lista oficializada como autoridades del distrito, poniendo fin, de esa manera, a casi cuatro años de intervención. “Unidad” y “Consenso” fueron proclamadas como dos batallas triunfales que habían evitado que la conducción partidaria se resolviera en las urnas.

Sin embargo, las bajas son cuantiosas en las filas del radicalismo. La primera de las renuncias es suficiente muestra: el mismísimo lunes se fue Sebastián Salazar, uno de los tres intendentes que tiene el radicalismo en Tucumán. Le siguieron las dimisiones de José “Lucho” Argañaraz, ex interventor y actual concejal de la Capital; de ex legislador Fernando Valdez, referente de “La Pissarello”; y de la dirigente María Virginia Ledesma, de la línea interna “Morada”. Fuera de la cuenta hay muchos más, que se retiraron antes de la oficialización de las listas. Por ejemplo, el concejal de Yerba Buena Lisandro Argiró. La semana pasada él presentó por escrito su dimisión en nombre de contribuir a los esfuerzos por construir un partido unido. Es, hasta el momento, la ironía del año.

¿Cuáles son los costos de esta “victoria” para normalizar el distrito? Se resumen en el hecho de que se ha lesionado la figura del diputado Roberto Sánchez, que llegó a la interna declarado como “innegociable” candidato a gobernador de Juntos por el Cambio y terminó magullado. Claro que se podrá decir que “el gran electorado” no registra las “patéticas miserabilidades” expuestas durante el festival de mezquindades y sectarismos que ha sido “la interna” del centenario partido, y probablemente sea verdad. No menos cierto es que “el círculo rojo” sí tomó nota de lo acontecido.

A finales de la semana, hubo numerosos almuerzos y cenas que tuvieron por invitados principales a Miguel Ángel Pichetto y a Juan Bautista “Tata” Yofre, quienes pasaron por Tucumán para presentar sendos libros: “Capitalismo o Pobrismo” y “La Trampa”, respectivamente. Y en todos esos ágapes (al igual que en numerosos “cafés” a los que fueron invitados los autores), los comensales fueron empresarios, industriales, CEO’s de firmas de primera línea y profesionales (especialmente, abogados) que gravitan en el poder económico y político de la provincia. Uno de los comentarios recurrentes entre estos hombres y mujeres tan amigos del eufemismo fue la “preocupación” por la imagen que dejaba Roberto Sánchez, hoy presidente de la junta de gobierno de  la UCR. Porque “temían” que si la interna de un “partido tradicional, pero minoritario”, en definitiva, “se le había ido de las manos” al diputado, eso generaba “interrogantes” con respecto a su carrera por la gobernación en 2023.

La traducción llegó a principios de esta semana de boca del intendente de Bella Vista. “Lamentablemente, Roberto no pudo liderar un acuerdo partidario; difícilmente pueda gobernar esta provincia”, lapidó Salazar.

Guerras intestinas

A Pirro, el rey de Epiro, la decisión de enfrentar nada menos que a Roma le dejaban dos alternativas: la derrota o el triunfo a un altísimo costo. Entonces, claramente, el error no consistía en optar entre ese triunfo o esa derrota y equivocarse en la elección. El yerro era la decisión misma de embarcarse en las denominadas Guerras Pírricas.

A Sánchez, la decisión de buscar la presidencia de la UCR sólo le dejaban dos opciones: o llevar la interna a las urnas y mostrar, a lo sumo, un resultado de entre 10.000 o 20.000 votantes (todo un certificado de pobreza electoral) o terminar en una lista única que no dejaría a todos contentos y en la que él pagaría el grueso de los costos porque los “elefantes” radicales, al sentirse agredidos, embestirían en su contra. Entonces, claramente, el error no consistía en optar entre la votación o la lista única y equivocarse en la elección. El yerro fue la decisión misma de embarcarse en la quimera de presidir la UCR tucumana.

El “correligionario” que lo convenció de que ese era el camino correcto es, finalmente, el Judas de las Pascuas radicales, que no han tenido ninguna Semana Santa.

Como agravante, Sánchez no asume la conducción de un partido pujante y movilizado: después de casi cuatro años de clausura, al radicalismo tucumano hay que armarlo de nuevo. La UCR necesita varios domingos de resurrección. Una tarea milagrosa que emprendió, por ejemplo, Celestino Gelsi en 1946, cuando llegó a su fin la dictadura militar instaurada por el golpe de Estado del GOU en 1943. Los dueños de los ingenios se retiraron del radicalismo y Gelsi emprendió la artesanal tarea de visitar cada rincón de Tucumán, pueblo por pueblo, para contactar a los radicales, organizarlos en juntas departamentales y echar a andar nuevamente a su partido. Hoy, ¿quién va a emprender esa tarea, cuando hay comunas enteras donde la UCR, literalmente, no tiene padrón porque no le ha quedado ni un solo afiliado? Si no es Sánchez, porque debe desempeñarse como diputado a 1.300 kilómetros de aquí, ¿para qué decidió pelear por la presidencia del radicalismo?

Seriamente en broma

Por estas horas, al menos en lo que se refiere a la dirigencia, para un radical no hay nada peor que otro radical. El reparto de acusaciones de traición, de egoísmo, de incumplimiento de compromisos y otros despechos es la moneda de curso legal. Lo cual demuestra que el centenario partido tiene un severo déficit de vocación para construir una alternativa de poder, a la vez que un superávit de capacidad de daño.

La trascendencia de su interna no está dada por el minimalismo partidario, sino por su proyección en Juntos por el Cambio: la UCR es uno de los horcones de ese frente, que en los últimos comicios perdió por apenas dos puntos con el oficialista Frente de Todos.

Justamente, la reyerta no ha pasado inadvertida en el Partido de la Justicia Social. Tal y como lo analizaron Federico van Mameren y Juan Manuel Asís el domingo pasado en sus columnas de LA GACETA, el intendente Germán Alfaro siguió el devenir de las guerras intestinas de la UCR con una sonrisa imperturbable. Tanto es así que en esta semana “corta” se permitió una humorada con sus funcionarios.

En la “mesa grande” del antedespacho de la intendencia, la miscelánea de los miembros del gabinete municipal consistía en evaluar cómo quedaba la relación de fuerzas dentro de la alianza opositora a partir del descascaramiento de la UCR. Después de escuchar a sus colaboradores, Alfaro soltó un chiste que sorprendió a todos. O por lo menos, a tres testigos que confirmaron a este diario la aseveración. “Yo creo que a la fórmula (para 2023) hay que pensarla con Mariano Campero”, les dijo, bromeando. Y todos lo tomaron en serio.

Si Pirro no figura en el padrón del radicalismo tucumano, es porque nunca cambio su domicilio de Epiro…


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