Cruzando el umbral de la (in)seguridad

Ilustración de Ricardo Heredia, publicada el 25/12/20. Ilustración de Ricardo Heredia, publicada el 25/12/20.

Más allá del frustrado debate de alto voltaje sobre  la inseguridad entre el presidente de la Sociedad Rural, Sebastián Murga, y el gobernador interino, Osvaldo Jaldo, el umbral del malestar ha sido cruzado: ya no hay tranquilidad ni en la ciudad ni en el campo y no está claro qué hay que hacer. El jueves  pasado, Jaldo entregó cinco camionetas en el sureste -una para la comisaría de Simoca y cuatro para la Dirección General de Delitos Rurales y Ambientales, con el anuncio de que “esta es la seguridad  que nos piden y exigen los tucumanos y que con mucho esfuerzo estamos brindando”- y los ruralistas hicieron pocos comentarios. “Estamos agradecidos. Pero si esas cuatro se suman a las seis que tiene la Patrulla Rural, como me dijo un comisario de Burruyacu, creo que es muy poco para todo el interior”, dijo Roberto Palomo, de Apronor.

Fuego apagado

En realidad, el conato de debate -sólo fueron crítica, respuesta y réplica- no sólo puso en escena de nuevo el problema de la inseguridad, a raíz del impacto que causó el crimen de anciano agricultor Ramón Aurelio Brito en Medinas,  sino que pareció que la discusión se profundizaría cuando Murga dijo “que se hagan cargo, con solidarizarse no basta”, y enfatizó que “sin prevención de estos hechos, las rápidas intervenciones policiales tras un crimen consumado pasan a un segundo plano”.

Es decir, ya no era la observación sobre lo que se hace sino el planteo sobre lo que debió hacerse antes de que ocurran los hechos. Pero  Jaldo apagó el fuego cuando sugirió que el reclamo tenía algo de político y que “en Tucumán nadie tiene coronita. En el Gobierno dejamos todo nuestro esfuerzo por proteger a todos los tucumanos, no solo a un sector”. Punto final, el debate había sido clausurado, y el final de la discusión quedó plasmado en la entrega a la patrulla, el jueves, de cuatro de  las 100 camionetas recibidas hace dos semanas del Gobierno nacional.

Los referentes del campo habían expresado su inquietud hace más de un año, cuando en plena pandemia decían que en medio del duro confinamiento los cuatreros llevaban los animales robados en Tucumán,  por pasos informales, a Santiago del Estero. Después, cuando fue el crimen del productor ”Pepe” Porcel en La Ramada de Abajo, hubo fuertes reclamos, reuniones con las autoridades, la habilitación de un destacamento policial en esa zona del este y  hasta la conformación de una mesa de intercambio de datos en busca de soluciones. Ya se hablaba de bandas de delincuentes que asolaban por los parajes  rurales.

“Jardín invivible”

La tragedia de Medinas reavivó las brasas. “No estamos a salvo de hechos de inseguridad en absolutamente ningún lugar”; “El campo tucumano está viviendo una ola de inseguridad sin precedentes, a los tradicionales robos de animales se suman productos fitosanitarios, maquinaria, elementos de taller, alambrados y un interminable etcétera. Nos visitan a cualquier hora, principalmente de noche, rompen cercos olímpicos, candados, puertas, ingresan a casas o galpones por igual, en algunos casos fuertemente armados, ya sea en establecimientos con caseros o serenos y hasta con los mismos agricultores dentro de sus casas”, dijeron los agricultores. “Recurrimos a los organismos de seguridad y si bien nos atienden, no hay respuestas concretas” agregaron, y le dieron un palo a la Justicia: “merece un párrafo aparte con su eterna puerta giratoria (…) Tucumán pasó a ser, desde hace mucho tiempo, un lugar invivible, ya no es ningún jardín”.

Abierto y cerrado

¿Y el destacamento de La Ramada de Abajo? “Lo que pasa es que ese destacamento no funciona de manera permanente; a veces está abierto, a veces, cerrado: no hay una comisaría… hace unos meses asaltaron a un productor a una cuadra de allí y cuando fueron a hacer la denuncia estaba cerrado”, dijo Palomo. “La verdad es que pasan con la sirena prendida y la luz azul pero no consideramos que eso pueda ser prevención; incluso alerta a los que cometen los hechos: saben que cuando pasa la patrulla tienen una hora hasta que vuelvan. No somos desagradecidos pero vemos que no dan resultado”.

Sin salida

Entonces, hay dos cosas profundas que asoman con fuerza para el debate. Una es la revelación de que la inseguridad cubre los diferentes ámbitos. Es decir, ya no se puede ir al campo en busca de tranquilidad: el mal persigue ahí también, igual que en la ciudad, y eso es lo que dicen los productores. “Todavía hay mucha inocencia en el campo, reciben a cualquiera. Les advertimos que no tienen que ser tan confiados”, dice Palomo. La otra cosa profunda es que, por las razones que sean, la inseguridad es la punta de un iceberg  de violencia que podría explicarse con el índice Gini de desigualdad pero que en nuestro medio requiere un estudio para saber qué pasa, o los funcionarios seguirán poniendo camionetas y hombres a patrullar las calles y serán analizados por los mismos delincuentes, que van a actuar cuando los vigilantes se hayan ido.

Corriendo por detrás de los hechos

Eso, como dicen los hombres del campo, no es prevención, sino ir por detrás de los hechos. Prevención es saber qué está pasando, y lograr determinar por qué, para saber qué hacer.  “La Sociedad Rural apunta a que se resuelvan los casos y que no se registren otros y para ello es fundamental la prevención”, dijo José Leal, encargado de Delitos Rurales de la SRT.

¿Por dónde están las salidas? Los productores oscilan entre pedir “medidas inteligentes” (como sistemas de domos al estilo pampeano, cámaras interconectadas entre los distintos galpones, conexión más directa por whatsapp de los agricultores con los referentes policiales), y reacciones más rápidas de la Policía y la Justicia.

En el medio se ven situaciones incómodas, como el escándalo de los policías bajo sospecha de torturar a detenidos por el crimen del agricultor (que fueron liberados por falta de elementos de prueba) o los cada vez más constantes episodios de la llamada “justicia por mano propia”, como ocurrió con el asaltante al que los vecinos el cortaron dos dedos de una mano en Jujuy al 4.300. Entonces se ven cuestiones más sutiles como son la confianza general en la capacitación, los métodos y el control de la fuerza responsable de la seguridad. Entran en el análisis asuntos como estrategias para disminuir el temor, lograr incrementar la tasa de denuncias, disminuir la frecuencia de determinados delitos, elevar la comunicación policia-ciudadano, a través de acciones concretas y verificables, no de discursos mediáticos.

Porque por debajo de la polvareda superficial asoma la convicción de que hemos cruzado un umbral social en el que  la cronicidad y la amplitud de la inseguridad se han convertido en un síntoma de algo a lo que Estado no encuentra cómo llegar. El delito es el último eslabón de la inseguridad. Hay un sistema social en crisis que lo fogonea, y urge entenderlo para saber qué hacer.

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