Lo que podemos aprender de la novela llamada Elon Musk

Lo que comenzó con un par de publicaciones en sus redes sociales sobre la libertad de expresión terminó, en pocos días, en uno de los momentos más intensos de los últimos años en el mercado de las plataformas. Elon Musk, el hombre más rico del mundo y creador de empresas como Tesla y SpaceX, provocó un cimbronazo pocas veces conocido por el nivel de provocación y sorpresa. Primero, adquirió repentinamente el 9,2% de Twitter a principios de mes. Como consecuencia, las acciones de la empresa subieron más de un 21% y el debate, tanto en redes como en medios especializados se centró en cuál sería el rol que podría adoptar Musk como nuevo socio mayoritario de la compañía. Sin embargo, días después el empresario fue por más y presentó una oferta para comprar la totalidad de Twitter con un precio de 54,20 dólares la acción. La propuesta aún está muy por encima de los valores de mercado ya que la semana pasada la acción real cerró en 46,84 dólares, por lo tanto, la intención del hombre más rico del mundo será difícil de emparejar por otro jugador accionista. Para resistir el embate, la plataforma pretende lanzar lo que en el mundo financiero se conoce como una “píldora veneno” y protegerse de la oferta de adquisición en efectivo de 43.000 millones de dólares. Esta estrategia le permitiría a los inversores que ya tiene la empresa poder comprar acciones adicionales con un precio más bajo y de esa manera resistir ante el avance de Musk.

En los próximos días la historia de Twitter podría definirse en dos posibles finales. O bien la ley de la selva predomina y el hombre con mayor poder económico del mundo se hace de la plataforma o bien, fracasa su jugada financiera y termina vendiendo su participación mayoritaria. Más allá de cuál sea el final de la última aventura de la figura más polémica de Silicon Valley, sería interesante rescatar una parte del planteo de Elon Musk sobre cómo se podrían transparentar los algoritmos de las redes sociales con las que todos los días interactuamos. Las redes cuentan con complejos códigos que deciden qué tipo de publicaciones tendrán mayor distribución de su alcance. Esos métodos que deciden expandir un contenido por sobre otro son además secretos, actualizados todo el tiempo y distintos entre una plataforma y otra.

En los últimos años, algunos estados u organismos multinacionales avanzaron sobre regulaciones acerca del funcionamiento de las redes sociales y su moderación. De hecho, este quizás sea el año de la implementación de la Ley de Servicios Digitales en todos los países de la Comunidad Europea que podrá poner límites efectivos a los discursos de odio y acciones que se consideren discriminatorias en las publicaciones. Pero más allá de los intentos de regulación tradicionales, existe una propuesta que impulsaron los propios directivos de Twitter mucho antes de cruzarse con Musk. Se trata del proyecto de descentralizar a las redes con el fin de volver al espíritu original de la web, con “silos desconectados y devolviendo el control de la experiencia social a los usuarios”, según reza la descripción del mismo. Dicho proyecto fue bautizado en 2019 como Bluesky fue presentado por quien oficiaba de CEO de Twitter en ese momento, Jack Dorsey.

En las redes descentralizadas el usuario podría elegir lo que ve tanto en Twitter, Facebook o Instagram, u otra plataforma, escogiendo su algoritmo de recomendación favorito, es decir, tal como uno elige una aplicación en una tienda en la nube. En lugar de depender de una empresa que modera y controla el contenido, el usuario adquiere un modelo que sería controlado por la propia comunidad con la que acuerda sus intereses o puntos de vista. Sería un sistema similar al que tiene el Bitcoin o la mayoría de las criptomonedas, las cuales no necesitan un banco central que las regule porque cuentan con una comunidad de usuarios que validan todas las transacciones.

La idea de descentralizar a las redes todavía está en pañales pero al menos ofrece una visión que es propia de la web y sus lógicas. Es una propuesta nativa de la red que escapa a los vaivenes de la política y el lobby empresario de turno, una alternativa que por ahora es un tanto utópica, pero que podría ser superadora a los criterios arbitrarios que establece cada plataforma. Sin embargo, también fortalece la lógica de burbujas no sólo temáticas, sino también ideológicas. ¿Se puede construir un algoritmo en función de una ideología? ¿Qué haremos ante sistemas que validen discursos de odio por más que no los veamos en nuestras pantallas? Hoy Elon Musk es quien desafía no solo a una empresa, sino al modo en que las redes sociales establecen sus reglas. Será momento entonces de dejar de mirar a su jugada como un divertido capítulo de un hombre que puede comprar todo lo que quiere y ser conscientes de que las redes dejaron de ser hace tiempo solo un pasatiempo. Al fin y al cabo, lo que construyen las redes es algo sobre lo que ha oscilado toda la historia de la humanidad: poder. De eso se trata esta nueva novela y el final aún está lejos de escribirse.

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