Pablo Vicó: ese “bicho raro” del fútbol argentino

“Don Ramón” es uno de los personajes más queridos del ascenso. Hace 14 años que dirige a Brown de Adrogué, destila humildad, vive en el club y sueña con dirigir en Primera. Una historia de lucha y superación.

BUENA ONDA. Vicó se prestó sin problemas a un mano a mano con LG Deportiva; enumeró sus logros, relató sus sufrimientos y pidió por una oportunidad en Primera. BUENA ONDA. Vicó se prestó sin problemas a un mano a mano con LG Deportiva; enumeró sus logros, relató sus sufrimientos y pidió por una oportunidad en Primera.

Hace falta intercambiar sólo unas cuantas palabras con Pablo Vicó para entender por qué es tan querido en el ambiente del fútbol. Es un tipo sencillo, bien de barrio, con códigos; de esos que ya no vienen.

Vicó sale del ascensor y enfila hacia al lobby del hotel en el que su equipo está hospedado. Saluda de manera cordial y afectuosa a LG Deportiva. “Es un gusto y un honor para mí”, dice con la humildad que sólo tienen los grandes. Se sienta en el sillón y posa para la foto. “Qué partido mañana”, dice, aludiendo al juego que su Brown iba a disputar en La Ciudadela contra San Martín. Pero eso es sólo un comentario al pasar porque lo que se busca conocer es otra cosa; a la persona, el lado oculto del entrenador con más años de manera ininterrumpida en un equipo dentro de nuestro fútbol.

Vicó luce unos joggins de Brown, una remera de Brown y un camperón de Brown. “Ando todo el día con ropa de ‘Brón’”, dice. “Sólo los días de partidos me pongo ropa para salir porque desde hace unos meses me viste una casa de La Plata. Cada 15 días me manda jeans, remeras, un buzo o una campera. Ya me corté el pelo y me emprolijé el bigote. Tal vez así me llega la chance de dirigir en Primera”, confiesa quien lleva poco más de 14 años dirigiendo y dando pelea en cada torneo con el “Tricolor”.

Los que lo vieron jugar, aseguran que fue un “9” guapo y goleador que se inició en Brown, el club de su barrio. Pero las lesiones lo persiguieron toda su carrera y le indicaron la puerta de salida. “Jugué en Temperley, en Tristán Suárez y en algunos equipos del ascenso. Pero tuve muchas lesiones; de ligamentos y de meniscos”, cuenta. En aquellos años, vivir del fútbol no era algo sencillo, mucho menos jugando en el ascenso. Por eso buscó un trabajo y sólo despuntaba el vicio jugando los Regionales los fines de semana. “Iba a General Madariaga, a Trenque Lauquen, a Pehuajó y me traía unos pesos para alimentar a mi familia”, agrega.

A fines de la década del 90’ volvió al club de la mano del hoy presidente Adrián Vairo. Dirigió el baby fútbol, las divisiones juveniles y en 2009 le dieron la chance de tomar el mando de la Primera.

Faltaban 12 fechas para el final del torneo, Juan Carlos Kopriva había dejado de ser el entrenador del equipo y la dirigencia le pidió una mano hasta que consiguieran un reemplazante. Sin embargo, se toparon con un “no” rotundo. “Quiero que me den una oportunidad. Después evalúan si sigo o no”, le dijo a los dirigentes

“Bigotón” ganó cuatro partidos, empató cuatro y perdió cuatro. La CD le ratificó la confianza y desde ahí no se movió más de ese lugar. Se quedó a vivir en el cargo y en el club (tiene un departamento dentro del predio donde está emplazado el “Lorenzo Arandilla”). “Tengo mi monoambiente y no reniego para nada. Estoy contento de vivir en el club. Me levanto a las 7.15, limpio, lavo la ropa, plancho, voy a desayunar con los muchachos que llegan a las 8, hablo con los “profes” y partimos para laburar”, explica. “Tengo que estar rodeado de gente y de cariño. Me hace bien luego de la enorme desgracia que tuve con mi hijo. Acá me siento identificado con el club, me siento cómodo, me siento querido”, asegura.

En febrero de 2015, su hijo Cristian iba a trabajar en su camioneta cuando, en el centro de Adrogué, fue embestido por un auto en el que se movilizaban cinco delincuentes que habían salido de robar una vivienda. Tras agonizar cinco días, falleció.

Al poco tiempo Pablo, a causa del dolor por esa pérdida, sufrió un infarto. “Estuve cinco días en terapia. No me daba cuenta, pero fue algo muy grave”, confiesa y va un poco más a fondo. “Cuando apoyás la cabeza en la almohada sufrís; sufrís mucho. La pérdida de un hijo es durísima. La vida está hecha para que te vayás vos, no tu hijo. Estuve con psicólogos, con psiquiatras y hasta el día de hoy tomo 12 pastillas por día para el corazón; seis a la mañana y seis a la noche. Pero no me recuperé nunca. Igualmente sé que debo darle para adelante, ya nos reencontraremos de nuevo algún día”.

“Pablo Vicó, el DT del pueblo”. En Facebook hay una página en su honor. El DT del pueblo lo apodan y no es para menos. A él lo quieren todos. Cuando visita Temperley (el clásico rival de Brown) lo aplauden. En Adrogué es amo y señor: fue declarado Ciudadano Ilustre del municipio y al tiempo “Personalidad destacada del Deporte”. En cancha de Deportivo Morón, fue homenajeado por los hinchas del “Gallito” luego de que su equipo lograra el ascenso en el último minuto en 2015. “Un hincha de Brown se tatuó medio rostro de Don Ramón y medio de él. En San Clemente del Tuyú, tiene una calle que lleva su nombre. Sus fans intervinieron un billete de dos pesos (lo denominan “Vicoins”) que se hizo viral en las redes. El buffet del club y una de las tribunas llevan su nombre y en cada cancha que pisa recibe cariño. “Una vez volvíamos de jugar con Atlético de Rafaela y paramos con el micro en una estación de servicios. Nos rodearon un montón de hinchas de San Martín que viajaban a ver a su equipo. Yo dije “cagamos”. Pero lo que querían es que me sacara fotos con ellos. Bajé y me regalaron de todo; camisetas, llaveros, banderines”, relata sobre su curioso lazo fortuito con el “Santo”.

“El fútbol me dio todo”, asegura casi pidiendo a gritos una oportunidad en Primera división. Estuvo cerca varias veces con Brown pese a manejar un presupuesto austero. “Ya va a llegar. Ojalá así sea porque sería un premio para todos en este club que es una familia. Pero si no, creo que este cuerpo técnico lo merece porque se mata en cada entrenamiento y se supera día a día”.

Vicó es delgado y tiene unos bigotes muy parecidos a los de “Don Ramón”, el entrañable personaje de “El Chavo”. Y tiene más cosas en común con “Monchito”: lo quieren todos, porque es un tipo sencillo, que no se la cree dentro de un mundillo en el que la humildad es algo que escasea.

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