Diplomacia creativa vs. Guerra preventiva

Por Carlos Duguech, analista internacional.

25 Julio 2022

En las relaciones entre estados las embajadas son el mecanismo permanente de vínculo, imprescindibles para los mejores contactos entre ellos, más allá de lo que puede existir entre las máximas autoridades de las respectivas naciones. Representar a una nación como embajador plenipotenciario entraña una responsabilidad que excede aquello de procurar los mejores negocios para el país representado. Sí, negocios que se perfilan en las balanzas comerciales (y en las políticas, naturalmente). Pero, cuando sobrevienen controversias sobre cuestiones de límites entre países linderos o relacionadas con el derecho del mar, por ejemplo, o de índole tal como el conflicto de intereses entre Argentina y Gran Bretaña por Malvinas, se hace especialmente necesario que cada parte integre un equipo completo y coherente para proponer soluciones justas y viables. Hace falta, entonces, encarar las soluciones a proponer con una impronta novedosa que supere el marco habitual de las relaciones interestatales. La llamamos “diplomacia creativa”. Esto es, apelar a los caudalosos recursos de la inteligencia humana y canalizarlos en un contexto de comprensión racional y sensible del asunto en trámite. Además del respeto mutuo que debe lucir sobre los derechos e intereses de cada parte. Ninguna solución entre dos puede encumbrar ventajas de uno sobre otro. El diálogo -ese patrimonio inmaterial de la Humanidad que alguna vez este columnista presentó como proyecto a la UNESCO, y lo reiterará- es, indudablemente, una herramienta creadora. Valora, además, la naturaleza gregaria del espíritu humano que se rebela ante el ostracismo.

Si no es entre naciones

Existen, además, otra clase de conflictos, que los que señalamos, entre naciones. Los que se instalan en una zona de enfrentamientos entre el gobierno de una nación y un sector que propugna cambios estructurales, desde la violencia armada. Y hasta con la máscara del terrorismo, llámese ETA en España, IRA en Gran Bretaña, o Yihad Islámica en Medio Oriente. En algunos casos, como ETA e IRA, se daba una situación anómala y en sí misma contradictoria: coexistían en su gestión la línea política y sus representantes en los organismos del estado y el denominado “brazo armado”. Hoy ETA e IRA inactivos (por ahora). La situación siempre debió ser de alternativa: o uno o lo otro, no los dos recursos simultáneamente, por la contradicción conductual que significa.

El caso de Colombia

Probablemente sea el único caso, hasta ahora, en que la diplomacia creativa operó en lo que podría catalogarse como “un campo minado”. Y con dificultades y abundantes pruebas de la determinación por llevar adelante el programa propuesto de acabar con una situación de medio siglo violento con la organización guerrillera Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo (FARC-EP) que se origina en 1964. Nace de una ideología marxista-leninista y actúa en lo que sin eufemismo se denominó “La Violencia”, que es una continua “guerra interna” de treinta años iniciada en 1928 y ligada al enfrentamiento de dos facciones políticas (los partidos Conservador y Liberal). Un cóctel guerrero que se conformó con varias componentes: el propio estado (Colombia, con sus fuerzas regulares), más las guerrillas de extrema izquierda y un vasto sector de grupos de extrema derecha, paramilitares. Sólo enumerar las cifras que dan cuenta de las víctimas de la extensa acción del protagonismo de las FARC-EP nos predisponen a valorar un acuerdo de paz como el que se logró, con sus idas y vueltas y con sus particularidades al implementarlo. Un clima como de camino allanado para el accionar de los cárteles del narcotráfico y otros sectores de guerrilleros de diversa factura.

Cien años de soledad, 50 años de guerra

Hace menos de un mes la “Comisión de la Verdad en Colombia” presentó su informe final sobre esos cincuenta años de guerra en el país de García Márquez. Un trabajo de investigación y recopilación de documentos, datos y testimonios (analizados desde 1985 hasta 2018) que en 900 páginas da cuenta -en cifras concretas- de los homicidios: 450.664 hasta donde pudo saberse. No todos por acción de los guerrilleros. La mayor participación en esos asesinatos fue la de los paramilitares que conforman el 45% de los casos. La referencia a los grupos guerrilleros es del 27% y los agentes del estado colombiano el 12%. El informe aclara que habiendo sub-registro de las muertes se estima por diversos canales que la cifra total es de ¡800 mil! El territorio ocupado y retenido por las FARC-EP (242 municipios) representaba algo más del 20% de los municipios de Colombia. Zonas mayoritariamente fronterizas y de escasa intervención estatal en la promoción socioeconómica. “Caldo de cultivo” -escribirían los analistas de las políticas sociales- de toda rebelión y violencia.

Diplomacia creativa

La singular característica del diseño del proceso que desembocó en un acuerdo de paz del gobierno de Colombia con los guerrilleros de las FARC-EP revela que se ejerció, en todo momento una diplomacia creativa. 1º) A la mesa del diálogo: (¡cuatro años! desde el 4 de septiembre de 2012 y hasta el 24 de agosto de 2016) se sentaban exclusivamente las partes, tan disímiles entre sí (gobierno-guerrilleros). 2º) Lugares elegidos: en primer tiempo, Oslo (la de los Acuerdos entre Israelíes y palestinos, en 1993) y La Habana, donde prácticamente se desarrolló casi la totalidad de los encuentros. 3º) Plebiscito. Si bien el presidente de Colombia podía suscribir el acuerdo sin requerir consentimiento ciudadano, Santos se despojó de esa facultad y decidió que el acuerdo debía ser ratificado por el voto de los colombianos. Por el No o por el Sí al acuerdo. Esencial diseño para darle legitimidad de origen a tan elaborado y complejo acuerdo de paz. Una complejidad derivada de los factores intervinientes y del largo tiempo transcurrido: algo más de ¡50 años! El resultado del día de la votación (2 de octubre de 2016) marcó dos aspectos de gran relevancia luego de una campaña de un mes. Álvaro Uribe, antecesor de Juan Manuel Santos en la presidencia de Colombia, en todo momento abogó por el no al acuerdo de paz. Del total de los votos válidos, el No obtuvo el 50,21% y el Sí el 49,78. Un verdadero empate técnico. 4º) No obstante la escasa diferencia en las votaciones (el 0,43%, casi nada) el gobierno de Juan Manuel Santos (Nobel de la Paz 2016, por esta gestión) a la vista de ese resultado, con la otra parte del acuerdo renegoció los términos teniendo en cuenta muchas objeciones de los que votaron por el No. Laboriosas jornadas en las que los representantes del gobierno de Colombia y de las FARC-EP analizaron las nutridas propuestas de los partidarios del No incorporando parte de ellas al texto renovado. Finalmente, el 24 de noviembre de 2016 se firma el texto definitivo del acuerdo.

Dejación de armas

El Diccionario de la RAE explica en la primera acepción de esta palabra como lo que uno supone “acción y efecto de dejar”. En el complejo contexto en el que se desarrollaron difíciles negociaciones de todo tipo entre los representantes del gobierno colombiano y los guerrilleros de las FARC-EP surgió un impensado asunto. Era lógico suponer que el acuerdo de paz implicaba el cese de la acción de los alzados en armas desde hace cincuenta años y que éstas debían ser entregadas. Claro, pensaron, “entregar” las armas era obvia consecuencia, de una rendición o derrota militar. Y nada de eso reflejaba la verdad histórica. Se estaba tejiendo laboriosamente (durante cuatro años) un acuerdo de paz voluntario entre las dos partes: el estado colombiano y los guerrilleros organizados. Eligieron entonces lo de la “dejación de armas”. Esto es, dejarlas en un sitio predeterminado para que las recogiera la representación de Naciones Unidas convocadas al efecto. Así se hizo. Una sutileza idiomática del significante con un trascendental significado para quienes eligieron esa palabra para el hecho de desarmarse en pos de la paz que se acordaba.

El proceso de paz, a la luz de hechos que siguieron en los años que van del 2017 a la fecha no se muestra con la robustez que adquirió en su laboriosa conformación. La incorporación a la acción política de los integrantes de la guerrilla de más larga data en Sudamérica muestra uno de los aspectos positivos del acuerdo; acción política por las ideas y no acción armada.

Imaginar lo posible

En uno de los más largos asuntos sin resolver que encaró Naciones Unidas apenas creada fue el que le transfirió la Sociedad de las Naciones: “La cuestión Palestina”, a la sazón sometida al Régimen de Mandato por Gran Bretaña por el ocaso definitivo del Imperio Otomano, luego de la Gran Guerra (la IGM). El 27 de noviembre de 1947 la ONU, creada en 1945, aprueba la “partición de Palestina” por la Resolución 181. A los judíos y a los palestinos les acuerda una determinada fracción territorial para constituir sus respectivos estados. Y consagra para Jerusalén un régimen de diez años con administración por la ONU. Aceptación por los judíos y rechazo de los palestinos y países árabes.

Todos los intentos de solucionar el problema, 75 años después, solo generaron guerras, con sus secuelas de muerte y destrucción. Casi sin pausas, aunque existieron pausas que parecían generar cimientos de paz permanente y sólo se aprecian enfrentamientos permanentes. Ni los acuerdos de Oslo, ni los de Camp David ni tantos otros pudieron materializar las esperanzas de los que necesitan la paz para desarrollarse. Ni los Nobel de la Paz de Rabin Pérez y Arafat pudieron aportar luz sobre este largo túnel de oscuridad y tragedias que es esa zona del M.O.

¿Copiar lo de Colombia?

Imaginar que en Ginebra, por ejemplo, se reúnan solamente los representantes israelíes y palestinos. De garantes Noruega y Naciones Unidas, con un representante elegido en Asamblea General (Excluidos los miembros del Consejo de Seguridad) y de colaboradores Sudáfrica y Japón, por ejemplo. Un ejercicio de diplomacia creativa en la que no participen los antiguos pretendidos colaboradores que fracasaron no tanto por su incapacidad sino por sus propios intereses en juego. El “Cuarteto para la paz en M.O.” y la cuestión Israel-Palestina sólo les sirve para sus proyectos propios. Vaya un ejemplo: el inoperante y muy heterogéneo “Cuarteto” está integrado por la ONU, EEUU, Rusia y la U.E. Y el representante de la Unión Europea la ejercía nada menos que Tony Blair, criminal de guerra junto a George G. Bush por su guerra preventiva contra Irak.

Si se concretara un esquema como el de Colombia y la guerrilla, en La Habana, la cuestión Israel-Palestina tendrá horizontes. Si no, es probable que se cumplan cien años repitiéndose día a día una situación que deshonra la condición humana. De eso se trata.

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