¡Qué grande nos queda un prócer como San Martín!

“La soberbia es una discapacidad que suele afectar a pobres infelices mortales que se encuentran de golpe con una miserable cuota de poder”.

Hoy se cumplen 172 años del fallecimiento del Padre de la Patria. Seguramente José de San Martín será recordado a lo largo del día con numerosos actos y palabras edulcoradas. Como cada 17 de agosto, se pondrá su nombre nuevamente en un pedestal y se conmemorarán sus gestas, pero sobre todo su legado. Nos hemos acostumbrado a recordar a nuestros próceres sólo para cuando se celebra un aniversario, pero el resto de los días todo lo que ellos enseñaron parece quedar en el olvido. ¿O alguien recuerda a René Favaloro más allá de los 29 de julio? ¿O a Alberdi para otra fecha que no sea el día del abogado? ¿O a Belgrano, o a Alicia Moreau de Justo, o a Rivadavia, Güemes, Sarmiento o Mitre? Y la lista es larga. Tenemos muchos patriotas en quienes reconocernos. Que no lo hagamos es lo que deberíamos repensar.

Son muchas, y conocidas, las virtudes de San Martín. Pero hay algunas que en estos momentos deberían servir como estandartes, no sólo para quienes nos conducen, sino para una ciudadanía que, a falta de ejemplos, se divide y alimenta una grieta que, ya se dijo, nos tiene al borde del abismo. El Padre de la Patria hacía un culto de la modestia. Los historiadores lo describen como un hombre que eludió siempre homenajes, reconocimientos y premios. Nada en su vida era ostentoso y hasta le gustaba pasar desapercibido. Perfil bajo. Sería bueno tener una comparación real de, por ejemplo, cuántas calles, avenidas, hospitales, centros culturales o hasta localidades llevan el nombre de José de San Martín, y cuántas las de Néstor Kirchner, por ejemplo.

San Martín también hacía un culto del esfuerzo. Liberó a tres países, para lo cual debió seguir una estrategia, armar un Ejército casi de la nada, y hasta poniendo en juego su salud llevó a cabo lo planificado durante años. Hoy poco se planifica, y la inmediatez y lo banal de las redes sociales parecieran ser el reflejo de la sociedad. Sacrificarse para conseguir algo parece una idea descabellada. Que el premio sea una consecuencia de nuestro ahínco es algo que cada vez se ve menos. Todo, o casi todo, tiene que ser para ya. Para ahora, sin importar muchas veces ni el cómo ni el cuándo. Pero si hablamos de las virtudes del Libertador, no podemos dejar de nombrar la honestidad. Tuvo poderes ilimitados como “Protector del Perú”, fue gobernador intendente de Cuyo y regente del Ejército. Sin embargo, vivió de forma humilde y murió exiliado en Francia, sin que le sobrase nada. ¿Cuántos de los políticos que hoy están más preocupados en perpetuarse en el poder que en dejar un legado podrían vanagloriarse de lo mismo? San Martín hizo un culto además de la disciplina. Según el historiador Daniel Balmaceda, la impuso a sus hombres, preservando las buenas acciones, castigando los delitos y las faltas, y respetando a sus superiores y sobre todo a los civiles. “Pero además, este gran forjador de disciplina siempre fue magnánimo. Supo castigar sin vacilación, pero también supo perdonar”, afirma Balmaceda, quien también destaca –tanto en San Martín como en Belgrano– su valoración de la educación: “Entendía que un pueblo instruido generaba los anticuerpos para enfrentar todo tipo de tiranía”. Y le agrega la determinación. Un hombre que ideó una estrategia para liberar tres países y atravesar la cordillera de Los Andes a caballo no podía tener otra cosa que pujanza para llevar a cabo sus sueños.

La pregunta, con ironía, se repite mucho en estos tiempos. ¿Qué haría San Martín si viera lo que sucede en estos tiempos? ¿Qué haría San Martín si, por ejemplo, viera que dos de los principales referentes de la política tucumana como son Osvaldo Jaldo y Germán Alfaro se trenzan en una discusión sin límites por el estacionamiento pagado cuando, mientras tanto, la pobreza en Tucumán es del 42,7% y la indigencia del 7,9%? Esto significa que hay 388.160 tucumanos bajo la línea de pobreza y 72.160 en la indigencia. Pero el Gobernador de la Provincia y el Intendente de la ciudad más importante se enfrascan en una pelea a todas luces redituable desde lo político, atendiendo a las elecciones del año próximo, pero lejísimos de las necesidades actuales de la ciudadanía. ¿Y qué haría San Martín en una provincia como Tucumán cuando debe suspenderse un acto de sorteo de viviendas porque los padrones se llenaron de tal manera de amigos y entenados que era imposible organizar el evento con transparencia? ¿Qué haría San Martín si se enterase de que el depósito en el cual se guarda comida destinada a los más necesitados está infestado de ratas? Los ejemplos sobran. San Martín y el resto de los patriotas nos dejaron un legado. Nos marcaron un horizonte. Lejos estamos hoy de honrarlos. Ya ni un día fijo tienen. Este año el feriado por la muerte nada más y nada menos que del Padre de la Patria está marcado en el calendario como “turístico” y se celebró dos días antes que la fecha en la que San Martín pasó a la gloria. Tal vez deberíamos repensar el significado de la palabra homenaje.

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