Las veredas de las semipeatonales del microcentro han pasado a ser una “rara avis” en el panorama urbano: baldosas uniformes, parejas, con material antideslizante y sin roturas, agujeros ni desniveles abruptos, y con sendas pododáctiles. “Rara avis”, porque en general el peatón sufre problemas por obstáculos, irregularidades, destrozos o falta de baldosas, que en muchas casos terminan en accidentes.
En una carta publicada el 6 de agosto, una lectora agradeció la ayuda de personal del 107 y de un policía que acudieron en su auxilio al caerse en Virgen de la Merced y San Martín, tras tropezar con una baldosa rota. Su relato muestra las complicaciones sufridas: fractura de rótula, intenso dolor, gastos de cirugía y pérdida de días de trabajo. Al respecto, aunque no se han difundido datos actualizados, se considera que en promedio el 15% de las consultas que reciben a diario los traumatólogos obedece a caídas en la calle, problemas que padecen por lo general personas mayores, que a causa de un simple tropezón pueden terminar con fractura de cadera. Tampoco se sabe de los controles que realiza la Municipalidad capitalina sobre el estado de las veredas -cuyo mantenimiento corresponde al frentista, según ordenanza-. Hace pocos días se supo que las autoridades habían exigido a bares que muevan mesas y sillas para el paso de personas disminuidas visualmente. No obstante, parece poco, si se tiene en cuenta el aspecto general de las veredas en la ciudad. “Resulta importante construir y proyectar a nivel local ambientes en los cuales prime la inclusión”, dijo a LA GACETA María Elena Flores, profesora a cargo de la cátedra Legislación y Ejercicio Profesional de Arquitectura de la UNT.
Por su parte, Josefina Ocampo Guchea, miembro de la Comisión de Diseño Universal del Colegio de Arquitectos, enfatizó que “está bien reclamarles a las entidades municipales por baches o carencias en las obras públicas. No obstante, también debemos empoderarnos y participar -sea en grupos, por medio de asociaciones o centros vecinales- de las medidas de cuidado y preservación”. En este sentido, es importante ayudar a que se cobre conciencia de los problemas que generan los malos trazados de veredas y su pésimo mantenimiento. Basta salir del microcentro para observar el caos y las irregularidades de estos caminos peatonales, por los cuales no pueden circular personas mayores con bastones, o personas con coches para bebés o con sillas de ruedas. Ni que hablar de Yerba Buena, por las dificultades que hay para los peatones por doquier.
El problema parece ser la falta de definición y de capacitación para adecuarse a parámetros uniformes en cuanto a material, altura y forma, así como mantenimiento efectivo del piso para caminar. Hay lugares -municipios, provincias, países- donde la preocupación de la autoridad se traduce en exigencia absoluta del cumplimiento de estas premisas, a fin de que el sitio del tránsito peatonal sea realmente inclusivo. Así, las veredas de las semipeatonales no serían una “rara avis” urbana.