La violencia del silencio

Es tiempo de que la dirigencia impulse los lazos que nos unen con lo diferente, lo plural, aquello que enriquece a la sociedad.

04 Septiembre 2022

Reflexionando acerca de la política, Hannah Arendt sostiene que “sólo la violencia es muda”. La pensadora alemana pretendía señalar que en el momento en el que no existe la posibilidad del discurso mediante el cual las personas se reconocen como diferentes, las reglas y acuerdos dejan de tener sentido. Allí reside el quiebre de lo político, pues desaparece algo tan fundamental para la convivencia democrática como lo es la otredad, esa condición de reconocer en el otro la mirada de lo diferente y desde allí obligarse a plantear cómo convivir ante la pluralidad.

El jueves fuimos testigos de uno de los hechos más violentos desde el regreso de la democracia en 1983. Hemos visto cómo gatillaban a una mandataria en medio de una congregación pública, en uno de los puntos neurálgicos de la Ciudad de Buenos Aires. Un hecho sin pruritos, fugaz, que solo fue capaz de reconocerse gracias a la cámara lenta de la las miles de reproducciones que se encendieron desde el momento cero. Pero dicho momento fue, como sostiene Arendt, el quiebre de la palabra. No mediaron conceptos ni argumentos en el accionar de Fernando Andrés Sabag Montiel, detenido por atacar a la Vicepresidenta. Fue solo una acción, la más violenta en que puede incurrir un hombre, la de acabar con la vida de otro.

En el desconcierto que generaron esos momentos ahora imborrables para la mayoría de los ciudadanos, desde distintos lugares se intentó reconstruir el por qué del accionar de Sabag Montiel. Interpretaciones de terceros montaron un posible móvil. Sin embargo, el hombre tampoco declaró ante la jueza María Eugenia Capuchetti y el fiscal Carlos Rívolo, quienes llevan la causa del intento de magnicidio. De él sólo se conocen sus apariciones en redes sociales y en programas televisivos que poco pueden explicar la determinación que lo llevó a querer acabar con la vida de la Vicepresidenta.

Con buena sintonía, diferentes sectores de la política argentina se manifestaron en contra de la violencia que desató este impensado capítulo de nuestra historia. Una primera manifestación fue una foto de senadores del oficialismo y la oposición, quienes posaron en conjunto para rechazar ese accionar, pero también para bajar los decibeles a los que había llegado la confrontación entre dirigentes en los últimos días. Una imagen para detener, o pausar al menos, un continuo enfrentamiento entre las máximas figuras que representan a los ciudadanos en un contexto económico y social cada vez más conflictivo. Allí, si bien mediaban palabras, parecían no tener sentido alguno, al menos en la idea de reconocer las diferencias y mucho menos en el intento de llegar a posibles acuerdos.

“La política trata del estar juntos los unos con los otros de los diversos. Los hombres se organizan políticamente según determinadas comunidades esenciales en un caos absoluto, o a partir de un caos absoluto de las diferencias”, amplía Arendt. Quizás hemos llegado al punto máximo del caos de diferencias, un momento que parece irreversible por la contundencia que expresa la violencia de los hechos. Sin embargo, la dirigencia tiene la posibilidad de tomar la segunda vía que propone la filósofa; es decir, construir a partir del caos. La urgencia demanda que los máximos representantes plasmen en acciones concretas y discursos una invitación no sólo a la convivencia democrática, sino fundamentalmente a la consolidación de los lazos que nos unen con lo diferente, lo plural, aquello que enriquece a una sociedad y que le da impulso a la transformación de las cosas. Sin ello, la confusión y el silencio seguirán siendo condiciones latentes de nuevos capítulos oscuros.

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