San Martín: vecinos nómades

Riestra y San Lorenzo viven casi enfrente y tienen historias de desembarcos aquí y allá

DE LO MEJOR. Llama remata ante la mirada de Jourdan y la marca de tres oponentes. El volante fue uno de los pocos que tuvieron un rendimiento aceptable ayer. Foto de Matias Napoli Escalero (Especial para La Gaceta) DE LO MEJOR. Llama remata ante la mirada de Jourdan y la marca de tres oponentes. El volante fue uno de los pocos que tuvieron un rendimiento aceptable ayer. Foto de Matias Napoli Escalero (Especial para La Gaceta)

Deportivo Riestra, el equipo que con el empate de ayer bajó en la práctica de la lucha por el título a San Martín, podría ser considerado algo así como el “hermanito menor” (adoptivo) de San Lorenzo.

Su estadio “Guillermo Laza” luce en parte como una cancha de entrenamiento, de tribunas rasas -de apenas seis escalones- y está situado a unos 100 metros del imponente Nuevo Gasómetro.

Paradójicamente, mientras que el campo de San Lorenzo es el de mayores dimensiones de la Liga Profesional, el de Riestra tiene proporciones mínimas (se ha denunciado el achicamiento de su ancho, a fin de favorecer el juego rocoso del anfitrión).

Y con una curiosa coincidencia entre ambos clubes colindantes: tanto el “Cuervo” como el “Blanquinegro” sufren “problemas” de identidad, de “concordancia” entre sus barrios de fundación y de pertenencia, y los que albergan en la actualidad a sus respectivos estadios.

El acta fundacional de San Lorenzo de Almagro fue firmada por el padre Lorenzo Massa en dicho barrio porteño, pero la sede del club y su estadio pronto se establecieron en el vecino barrio de Boedo.

Ya se sabe, ante la pérdida del histórico predio –ahora recuperado- sobre avenida La Plata en los ‘80, el “Santo” terminó erigiendo su nuevo estadio a algunos kilómetros de allí, en la zona denominada Bajo Flores y de frente a la 1-11-14 (en realidad, Barrio Padre Rodolfo Ricciardelli), la villa más grande y considerada la más “brava” de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

La historia de Riestra tiene mucho en común. Fue fundado por unos jóvenes del barrio de Nueva Pompeya, donde permanece su sede. Su primer estadio ya estaba en Villa Soldati, pero la dictadura militar expropió el terreno en 1981 para la construcción de una autopista y debió mudarse a otro predio, lindante también con la villa 1-11-14.

Por eso, no sorprende que la principal bandera que muestra su barra tenga la inscripción “La Banda del Bajo Flores”, pese a que el estadio está en Villa Soldati y su lugar de origen y pertenencia es Nueva Pompeya.

Cualquier similitud con San Lorenzo no parece mera coincidencia. También la última dictadura militar tuvo injerencia en la pérdida y el remate del Viejo Gasómetro. Y como si fuera poco, tanto el “Pedro Bidegain” como el “Guillermo Laza” fueron inaugurados en el mismo año (1993). Incluso el estadio de Riestra, unos 10 meses antes que la cancha de su “hermano mayor” (por antigüedad como club y sobre todo por éxitos deportivos y cantidad de socios/hinchas).

Esta “mezcla” de barrios que caracteriza a ambas instituciones, suma otro jalón más en la historia de Riestra: en realidad, su nombre oficial es Deportivo Riestra Asociación de Fomento Barrio Colón, debido a que en algún momento de su recorrido se fusionó con un club de este último barrio.

Modesto en su plantilla, Riestra –que llegó a la segunda categoría de la mano (y de los millones) del polémico abogado de famosos y empresario Víctor Stinfale- se las ha ingeniado en los últimos años para ser un rival complejo para cualquiera, especialmente en su reducto. Por caso, desde que Cristian Fabbiani desembarcó como timonel esta temporada, el “Blanquinegro” está invicto en su casa.

San Martín ha venido siendo una visita frecuente en Villa Soldati. La de ayer fue la cuarta vez en menos de tres años. Si bien el equipo tucumano no perdió en ninguna de ellas, apenas convirtió un gol: fue en la victoria 1-0 inmediatamente anterior a la pandemia de covid-19.

Después siguieron dos empates a cero en 2021, idéntico resultado al que este lunes frustró al conjunto de Pablo de Muner y lo dejó con la mira puesta en retener el segundo puesto de cara al Reducido.

Estos “Malevos de Pompeya” con aires posmodernos –con Stinfale desembarcaron en el club el sponsoreo de la fábrica de bebidas energizantes Speed y la música electrónica, que suena por los altoparlantes del estadio antes del partido y en el intervalo- bancaron la parada casi media hora con un hombre menos y terminaron de derribar lo poco que quedaba en pie de la ilusión de San Martín por alcanzar a Belgrano.

Por si faltaran coincidencias, con apenas cinco días de diferencia, el sábado Atlético visitará a San Lorenzo a metros de ahí nomás, con la pretensión de obtener un resultado que sí le sirva y lo satisfaga.

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