24 Septiembre 2022

Carlos Fara

Presidente de Fara Veggetti Consultores

Después de tanto traqueteo, la política entró en un impasse. No porque haya sucedido nada especial, sino que están tomando oxígeno para la próxima batalla. Porque seguro la habrá, ya que las condiciones estructurales no dejarán que baje la tensión. Cada día que pasa nos acercamos a la final del Campeonato del Mundo, que no es el de Qatar, sino la presidencial 2023, con varias semifinales, cuartos y octavos. Las audiencias estuvieron entretenidas con nuevos capítulos de La Banda de los Copitos y las exequias de Isabel II. Así, la política tuvo menos espacio para dar la nota, salvo por la grave crisis institucional que representa la falta de figuritas…

Entonces, en la primera ronda del Campeonato aparece la discusión sobre la vigencia de las PASO. Como lo han informado correctamente varios medios de comunicación, técnicamente el oficialismo tendría los votos necesarios en la Cámara de Diputados para anular la regla que inventó Néstor. Claro que ese poroteo en el papel luego hay que concretarlo en representantes sentados en sus bancas a la hora de votar. Por lo pronto, los observadores avezados advierten tres cosas:

• El presidente no está empujando la iniciativa;

• No hay ningún proyecto presentado al respecto.

• No queda del todo claro qué piensan al respecto Máximo Kirchner y La Cámpora (nadie se expidió públicamente, y en un asado de esta semana ni siquiera se mencionó el tema).

Está claro que le sirve más a las oposiciones que a los oficialismos, sobre todo pensando en la multiplicidad de pre candidaturas presidenciales de Juntos por el Cambio. El Frente de Todos no tiene ese problema. Es más, por ahora no tiene candidato o candidata, y probablemente no lo tenga durante mucho tiempo a la espera de cómo evolucione la economía, ya que si va bien estará más servido para Sergio Massa, y si le va mal, no importará quién sea.

¿Alberto Fernández no empuja el tema por convicción o “per codere”? Porque una de las reglas universales de la política en la Historia Universal es que el poder se diluye cuando uno pasa desapercibido. Quizá más de uno se anoticie que el presidente protocolar puede vetar una ley del Congreso. Sería muy raro que lo haga en contra de sus propios bloques, pero al menos alguien tendrá que marcar su número telefónico para contarle en qué están trabajando. Por las dudas, el primer mandatario incluyó el costo de realizar las PASO en el presupuesto y Massa no dijo nada.

Se hacen algunas afirmaciones que requerirían de un análisis más detenido. Los gobernadores oficialistas no quieren las primarias, porque ellos son los dueños de las lapiceras locales, y a esta altura lo que pueda ocurrir con la presidencial los tiene sin cuidado. Pero seguramente Máximo y su círculo se deben estar preguntando si lo que le conviene a “los muchachos” también le conviene a ellos. Tienen dos armas de presión para continuar con su proyecto de hacer crecer la masa de los “soldados de Cristina”:

a) Si no nos dan lo que queremos, armamos algo por afuera y les complicamos la vida (aunque eso sería visto como imperdonable, sobre todo si se perdería el premio mayor), o

b) No rompemos, pero te podemos dar una interna y vamos a contar costillas (si perdemos, de todos modos vamos instalando nuevos cuadros).

Ojo con este detalle, porque en el mano a mano que significó la votación en Diputados por el acuerdo con el FMI implicó un doble dolor de cabeza: Máximo renunció a la presidencia del bloque, y los gobernadores ganaron la partida. La Cámpora -aún desgastada como orga- no deja de tener en la mira su proyecto de acumulación de poder, ya que algún día Cristina Fernández no estará o no podrá conducir más.

Esto además es un dominó que involucra a la estratégica Provincia de Buenos Aires, el portaviones cristinista. Si se caen a nivel nacional ¿se podrán caer también a nivel provincial? La Cámpora en 2019 estuvo más interesada en copar los concejos deliberantes que en los ejecutivos pensando en 2023 –y sin saber qué iba a pasar con la reelección de los intendentes ¿Qué cuentas estarán sacando ahora para seguir creciendo? ¿No necesitarán las primarias para condicionar a más de un díscolo?

Y como esto fuera una mamushka -que se van sacando muñecas dentro de otras más grandes- hay otros dos aspectos adicionales no menores. El primero es que el Frente de Todos en 2021, sobre todo en territorio bonaerense- tuvo votantes propios que se fueron a la izquierda, o que se quedaron en sus casas por falta de motivación. ¿No necesitarían las primarias para multiplicar una oferta contenedora y movilizadora? ¿O confían que es fue una anomalía coyuntural? El clima de la gente con la política hoy es aún peor que hace un año atrás.

El segundo aspecto es que la mayoría de la opinión pública está cansada de las PASO. Con lo cual, hasta los votantes opositores podrían ver con buenos ojos que les liberen un domingo de agosto para no tener que ir a votar. Ahí hay una “pequeña piedra en el zapato” para Juntos por el Cambio: quedarían casi aislados frente a la sociedad y buena parte del espectro político, en función de resolver su compleja interna.

Más allá de todo eso, en varios análisis se especula con que la quita de las PASO implicará que Juntos por el Cambio se rompa porque no se van a poner de acuerdo y no podrán organizar una primaria nacional. Primero, hay dos antecedentes remotos de primarias abiertas sin paraguas estatal. En 1995, la interna del FrePaSo que lo dio por ganador a José Octavio Bordón, y en 1998 la de la Alianza que entronizó a Fernando de la Rúa. De modo que, aunque con dificultades, nada impide que se realice algo similar. Segundo, la no ruptura del oficialismo es un incentivo para que no se parta JxC. Si se rompe la oposición, a) deben rezar para que el FdT no gane en primera vuelta, o b) yendo a un balotaje el sector más votado de Juntos, aun ganando en la final, se le hará muy cuesta arriba gobernar con mucho voto de prestado.

De todos modos, resolver esos intríngulis parece más fácil que conseguir figuritas del Mundial.

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