UCR contra el PRO, ¿interna cerrada o PASO?

El oficialismo está a pocos votos de conseguir la anulación de las PASO. Es lo que se dice por estas horas respecto de la Cámara de Diputados. En Juntos por el Cambio rechazan tal posibilidad. ¿También la objetan los radicales? Si de llegar al poder se trata, los correligionarios deberían ser los primeros en pensar favorablemente en la suspensión de las primarias abiertas, porque ellos han sido los principales perjudicados por ese sistema electoral; y podrían resultar potenciales beneficiarios si desaparece. Pragmatismo puro. Ya veremos.

Tal vez haya algún correligionario que esté analizando seriamente la alternativa. Especialmente cuando sus principales socios, los macristas del PRO, son los que defienden las PASO como si fuera una razón de supervivencia. Si observamos cómo llegó al poder el macrismo se los entiende. Porque fue el mecanismo con el que Macri redujo al radicalismo a un segundo plano en el escenario nacional y lo mantuvo como furgón de cola durante todo su gobierno. Y si puede, seguirá tratando de seguir sometiendo política y electoralmente a la UCR. Lo saben todos en el PRO.

¿Cómo oponerse entonces a que eliminen las PASO? No tanto por el mantenimiento de Juntos por el Cambio como por la existencia del propio PRO. En el radicalismo aún se recuerda la convención de Gualeguaychú, donde se aceptó competir en primarias contra la fórmula Macri-Michetti, el puntapié inicial para permitir luego la victoria del macrismo por sobre los radicales. Fue un error de cálculo, se dijo tiempo después sobre la formación de una nueva sociedad política, ya que muchos pensaban que iban a sojuzgar fácilmente en las urnas a los amarillos de la CABA. Pero, oh, sorpresa, fueron derrotados por un partido casi municipal.

El error de cálculo, entonces, aparece por el lado de sobrevalorar la lealtad de los correligionarios a su propia fórmula, a su historia y a su partido, o por no entender que la ciudadanía -los independientes que se sumaban a votar en la interna abierta- preferían confiar más en Macri que en Ernesto Sanz. O bien que había una mayoría que creía que el ex presidente de Boca tenía más chances de ganarles a los peronistas. Lo que de alguna manera era lo mismo que decir que no querían a los radicales gobernando de nuevo; y eso que ya habían pasado tres lustros desde Fernando de la Rúa abandonara en helicóptero la Casa Rosada.

Le dieron la espalda incluso hasta los propios correligionarios. La UCR no pudo recomponerse en ese tiempo del siglo XXI como opción confiable ante la sociedad, sólo pudo regresar al poder colgándose de un traje ajeno. Sin disfrutarlo, porque los que crecieron y se expandieron territorialmente fueron sus socios del PRO. Y ahí siguen. Basta mirar la actual composición del Congreso para comprobarlo: hay más diputados del PRO que radicales, 50 contra 33. Bien se podría sostener que eso ocurrió a costa del partido de Alem, Yrigoyen y Alfonsín. Sólo se invierte esa relación en la Cámara Alta, 18 senadores radicales contra nueve del PRO, y eso que el macrismo hoy gobierna sólo un distrito en el país.

En cuestión de pragmatismo, es claro que a la UCR le convendría más una interna cerrada que una abierta para hacer pesar su estructura nacional por sobre la de sus socios; lo mismo que podría suceder en Tucumán. Si en el radicalismo sus dirigentes creen que no fue un error abrir una puerta para que el PRO se quede con todo, bien; habrá que seguir atentamente cómo se arman los correligionarios para enfrentar las PASO del año que viene; claro, si es que el Frente de Todos no consigue sacarlas del calendario electoral.

Sin embargo, si las elimina, si logra que no haya primarias abiertas, igualmente deberían ir preparándose para acometer tal posibilidad.

Vaya un dato: podrían permanecer en Juntos por el Cambio sin romper la sociedad, tal como se resolvió en la última convención nacional de la UCR; y jugarían en esa interna para dirimir las candidaturas y liderazgos con otras reglas de juego que, en teoría, deberían beneficiarlos de acuerdo a la cantidad de afiliados que tiene uno y otro partido. Es que deberían competir en una interna cerrada para resolver las fórmulas presidenciales, en una elección de la que sólo podrían participar los afiliados de cada organización integrante de la coalición, lo que -en teoría- sería altamente riesgoso para los referentes del PRO, atendiendo a la cifra de socios que tiene y a la cantidad de fórmulas de macristas puros que están en condiciones de presentar.

Es posible que los amarillos hayan evaluado más seriamente esta posibilidad a la hora de expresar su rechazo a que se eliminen las PASO, porque serían -en teoría- los principales perjudicados. Se entiende que Macri las defienda y objete la posibilidad de que se las suspenda, porque para su sector implica seguir manteniendo sus cuotas de poder relegando a los radicales, a algunos de estos hasta por voluntad propia. Falta amor propio en algunos radicales, supo decir un referente de la UCR al analizar por qué aceptaron ser furgón de cola del PRO. En ese marco, el debate por PASO sí, o PASO no, puede ser fundamental para los radicales, de acuerdo a cómo se imaginan el futuro para el partido.

Desde la perspectiva de una interna cerrada con los macristas, los radicales jugarían con ventajas. Veamos por qué. En los 24 distritos, la UCR suma 1.923.195 afiliados, mientras que el PRO sólo llega a tener 163.528 socios inscriptos; según datos de la Cámara Nacional Electoral. La UCR tiene diez veces más afiliados que el PRO en todo el país, una situación inmejorable como para no desaprovechar a la hora de pensar en imponer condiciones.

En 2015 la interna abierta no le sirvió a la UCR, pero ya han pasado siete años, podrían arriesgar un poco más para que ahora sean los macristas los que los secunden. Si aún así creen que no les conviene una interna cerrada para pelear contra sus socios, entonces habría que pensar que los radicales no tienen vocación de poder, que han perdido la que tenían, o que están cómodos sin arriesgar.

Sin embargo, con alguna astucia podrían jugar esa carta aunque más no sea en tono amenazante para tratar de imponerse en las negociaciones políticas con el macrismo.

Un repaso por los números de afiliados por distrito revela, por ejemplo, que aunque parezca increíble la UCR tiene aún más socios que los macristas en la propia CABA, donde nacieron los amarillos y se expandieron al país accediendo al poder apoyados en la estructuras radicales distribuidas por todo el país: 110.952 contra 18.660 afiliados. En Buenos Aires la diferencia es aplastante: 640.090 contra 37.940, sin embargo hubo una gobernadora macrista que luego perdió la posibilidad de ser reelecta y ahora es diputada nacional por la CABA.

En Córdoba, donde se definió la victoria de Macri en 2015, hay 220.373 afiliados a la UCR y sólo 19.047 en el PRO. En Mendoza, donde por lo menos salen gobernadores radicales, la diferencia es de 100.887 a 11.784. En Santa Fe la diferencia también es notable: 172.146 contra 10.553; en Misiones, 45.920 a 4.616; en Entre Ríos, 56.816 a 8.838; en Chubut, 29.304 contra 2.104 del PRO; en Chaco, 83.605 a 3.828; en Jujuy, 33.319 a 2.318; en Corrientes, 67.259 a 6.453; y así sucesivamente. Con estas cifras, una interna cerrada parece más conveniente que una abierta a los intereses de la UCR, porque los puede poner en una situación de más preponderancia. Y sin romper la coalición.

En estructura y en números, la UCR es más fuerte que el PRO, sin embargo eso no se refleja en la composición de la Cámara Baja ni en la preponderancia política de los principales referentes del macrismo. Bien se podría concluir que uno pone las caras y el otro las estructuras; una sociedad ensamblada para ganarle al PJ donde, evidentemente, unos se benefician más que los otros.

En ese marco, como se dijo, que no haya PASO puede complicar a Juntos por el Cambio como sociedad, pero le puede abrir una posibilidad para fortalecerse a la UCR frente a su socio amarillo. ¿Lo están evaluando en la cúpula radical?, ¿se les cruzará por las mentes la alternativa de acompañar tácitamente la eliminación de las PASO? Es decir, no hablar nada, silenciarse, mirar de afuera cómo el oficialismo le puede “dar una mano” y dejar que sólo la defiendan solo los macristas. No hay mal que por bien no venga.

La interna cerrada puede ser una tabla de salvación para la UCR y las PASO un serio desafío a la lealtad de los correligionarios. Someterse a la voluntad de los independientes y a la “falta de amor propio” de los simpatizantes puede poner de nuevo a los radicales como meros acompañantes del PRO, con lo que la UCR seguirá perdiendo espacio como el partido tradicional que otrora supo polarizar con el PJ en el país.

En este aspecto, un alfonsinista de la Capital deslizó que los socios lo son en las buenas y en las malas; por eso si el PRO ya llegó a la presidencia y fracasó en su gestión, ahora debería ser el tiempo de los radicales. Sin embargo, sospecha que el macrismo quiere anular al radicalismo para seguir siendo el que defina las estrategias y las candidaturas.

En Tucumán, por ejemplo, la UCR tiene 52.084 afiliados y el PRO 8.053, y como en la provincia sólo se puede admitir una interna cerrada, va de suyo que el partido radical se podría imponer fácilmente a los macristas en una elección de esas características. Si votan todos los radicales por la fórmula radical. Sin embargo, en el plano local, la disputa de la cúpula radical es con el PJS, no por la cantidad de afiliados que tiene el partido opositor, sino porque su referente, el intendente Germán Alfaro, gobierna el principal municipio de Tucumán. Tiene territorio y aspira a ser el candidato a gobernador por toda la oposición.

La UCR también tiene su candidato: el diputado nacional Roberto Sánchez. Casualmente, el jueves está previsto que se reúna la convención provincial de la UCR, donde el primer punto a tratar es la formación de la comisión de acción política de respaldo a la candidatura de Sánchez. No debería haber mayor debate en torno de esta resolución, y debería ser respaldada; porque si no sucede, la imagen que puede mostrar la UCR no sería la mejor.

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