Cartas de lectores I: La deuda, historia y ética

11 Octubre 2022


La Ética, como aquella parte de la Filosofía que nos enseña a pensar sobre las conductas, ayuda a reflexionar sobre esa histórica costumbre argentina de apelar a la deuda externa para solventar gastos. ¿Está bien o está mal hacerlo? O dicho de otro modo, ¿Es aceptable como recurso de gobierno? ¿En qué casos? Ya en 1822 la Casa Baring Brothers prestó 1 millón de libras al Gobierno de Buenos Aires, de las cuales llegaron 570.000 (para irse prontamente en importaciones). Era la política de esos y otros banqueros londinenses, que, en sintonía con su majestuoso gobierno, entre 1822 y 1826 prestaron más de 20 millones de libras a las “protonaciones” americanas, cuya independencia de España alentaban para poder pescar con las redes del libre comercio. De esos millones solo un tercio llegó en metálico (oro) al nuevo continente. Las comisiones, adelantos de intereses, amortizaciones varias, hicieron su trabajo para que entonces empezara una historia americana de endeudamiento y dependencia que aún perdura. En nuestro caso, el préstamo Baring se justificó políticamente en la construcción del puerto de Buenos Aires, la red de aguas corrientes, la fundación de tres ciudades en la costa bonaerense y otros pueblos en la nueva frontera interior. Más allá de que la guerra con el Brasil, la renuncia de Rivadavia, las guerras civiles, la venalidad o lo que fuera, hayan desarmado esos planes, es claro que había (además de un negocio y una política comercial imperialista) una fundamentación ética para que una generación comprometiera el trabajo y el ahorro de sus hijos y nietos, y es que les iban a dejar obras de infraestructura, que ellos y sus descendientes podrían llegar a usufructuar. Viniendo al presente, la Ética pues, tiene respuestas contundentes. ¿Por qué las próximas generaciones habrían de pagar nuestras deudas? Solo porque usarán los puertos, caminos, centrales hidroeléctricas, aeropuertos, escuelas, ferrocarriles, y toda otra estructura de capital construida con ese dinero. Cualquier otra intención es dudosamente justificable; ya que compromete la vida, la libertad y el trabajo de las generaciones futuras. Además la historia ya nos enseñó que si bien la comunidad internacional no aceptaría la imposición de un emperador como hicieron los franceses con México cuando en el siglo XIX dejó de pagar la deuda, o una invasión armada y bloqueo naval para cobrar, como le pasó a Venezuela a principios del siglo XX; esos préstamos son condicionantes del desarrollo propio (e impiden la consecuente competencia en el mercado internacional). Depende de cada uno de nosotros querer aprender, tanto las autoridades pasadas como las presentes, los elegidos y quienes los elegimos. Las experiencias históricas analizadas a la luz de la Ética, son fuentes de aprendizaje y tal vez nos permitan construir una mejor sociedad, que podremos legar a los que nos sucedan.

Miguel Ángel Reguera 

miguelreguera@yahoo.com.ar


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