Entre los deseos del director Máximo Gómez y las necesidades y vivencias biográficas del protagonista, Diego D’Urso, nació “Y si no es ahora… ¿cuándo?”, la obra teatral que se estrenará esta noche, a las 22, en La Colorida (Mendoza 2.955), con la participación especial de Sofía Núñez.
“Esta experiencia escénica es fruto de un trabajo con la memoria. Es la búsqueda de aliados para comprender lo que somos, aun asumiendo vacíos o silencios que asustan y paralizan. Nace también del deseo de comunicar, compartir y escuchar. Creció entre el diálogo y la improvisación, en cada uno de nuestros encuentros que se completan con el público. Hechos y situaciones que nos vinculan a un contexto personal y al mismo tiempo social, ya que lo íntimo se torna colectivo”, explica Gómez.
De esa construcción derivó un texto que habla del amor, del miedo, de la amistad, de la muerte y del deseo, entre otros tópicos que deambulan entre lo que da seguridad y lo desconocido atravesados por el vacío, el silencio y las rupturas. La dinámica creativa partió de improvisaciones de D’Urso que luego Gómez ordenó en secuencias coherentes. “Puso su cuerpo en cada situación”, destaca.
“Los proyectos que considero más importantes en mi vida fueron apareciendo sin que los buscara ni obligándome a tomar decisiones -confiesa el director-. Con el teatro me pasa lo mismo. No planifico los espectáculos, son el resultado de un encuentro con otros. No hay ideas previas que se llevan a cabo, sino un proceso que se genera y al que me entrego sin apurarlo. El momento ideal para perseguir los sueños es en el que estás, el presente, lo que significa tomar decisiones, asumir acciones, optar... Cuando dejo algún sueño para el futuro, comienza a diluirse”.
Lo previo
Gómez vincula la obra que estrena hoy con anteriores espectáculos: “cuando trabajé con Rosita Ávila en ‘La mayor mentirosa del mundo’ me fui alejando de las fórmulas teatrales atento a la edad de la actriz, la dificultad de la memoria para retener grandes tiradas de texto y el darme cuenta que el teatro es un aparato lleno de convenciones, muchas de las cuales se ponen en juego de manera automática matando el flujo vital. Quiero contar historias de vida fuera de la pompa y el ego, relativizar el texto como discurso y revalorizar la ética, la actitud del actor, su compromiso. La pandemia me permitió quebrar con algunos postulados sagrados del teatro como el convivio y experimentar procesos creativos en otras condiciones”.
“No creo que seamos plenamente conscientes de nuestra finitud. Si así fuera administraríamos de otra forma nuestro tiempo y tendríamos más claro dónde poner las energías”, finaliza.