Los egipcios, los olvidados del hallazgo de Tutankamón

A un siglo del descubrimiento de la tumba del faraón niño, el papel de los locales sigue borrado y sus tesoros saqueados, en museos extranjeros

Los egipcios, los olvidados del hallazgo de Tutankamón
04 Noviembre 2022

Cien años después del hallazgo de la tumba del “faraón niño”, los egipcios reclaman un lugar en la Historia, el reconocimiento de su contribución en las exploraciones, su papel como pueblo protagonista y que devuelvan miles de piezas que están en museos europeos y estadounidenses.

En la icónica foto del hallazgo de la tumba de Tutankamón, el británico Howard Carter inspecciona el sarcófago del faraón y, en la sombra, permanece un egipcio. La imagen de principios del siglo XX ilustra bien lo que fueron dos siglos de egiptología, según los expertos: el “salvador occidental” que descubre en solitario los tesoros. Del otro, los egipcios, ausentes en la historia de la revelación de los secretos de sus faraones.

La egiptología, nacida en la época colonial, creó “desigualdades estructurales” que aún “resuenan hoy”, subraya la británica Christina Riggs, egiptóloga de la universidad de Durham.

Mientras se celebra el bicentenario del descifrado de la piedra Roseta por el francés Jean-François Champollion y el centenario del descubrimiento de la tumba de Tutankamón por Carter, en Egipto piden que se valore su contribución. Hubo egipcios que hicieron todo el trabajo, pero son olvidados, dice Abdel Hamid Daramali, jefe de excavación en Qurna, donde nació.

Es como si nadie hubiera tratado de entender el antiguo Egipto antes de Champollion, en 1822, agrega Heba Abdel Gawad, especialista en herencia egipcia.

En la famosa foto de Carter, el egipcio sin nombre podría ser Husein Abu Awad o Husein Ahmed Said, especula Riggs. Ellos fueron, junto con Ahmed Gerigar y Gad Hasan, pilares del equipo durante una década, pero ningún experto puede hoy poner nombre a los rostros fotografiados.

“Los egipcios permanecieron en la sombra, anónimos y transparentes en el relato de su propia historia”, resume la historiadora.

Un nombre sí destacó: el de los Abdel Rasul. Principalmente, Husein, sobre quien se dice que descubrió involuntariamente, siendo niño, la famosa tumba, el 4 de noviembre de 1922 en la margen occidental del Nilo, en la necrópolis de Tebas (hoy, Luxor).

Las versiones varían: que tropezó con ella, que fue su burro, que se le cayó una jarra de agua que dejó al descubierto una losa.

La mitología local también dice que sus antepasados Ahmed y Mohamed descubrieron en 1871 las 50 momias de Deir el-Bahari, incluida la de Ramsés II.

El sobrino nieto de Husein, Sayed Abdel Rasul se ríe de estas historias. “¿Tiene sentido creer que un niño con una jarra de agua podría hacer tal descubrimiento?”, pregunta.

Riggs señala que -en las escasas ocasiones en las que los descubrimientos se atribuyen a egipcios-, siempre se trata de “niños”, de “ladrones de tumbas” o sus animales, en una muestra de la mirada casi de desprecio con el que el mundo científico occidental miró siempre a los exploradores locales. (AFP)

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