Día 1: “traé la Copa, Chango”

A horas de volar hacia Roma, los mensajes en mis redes sociales se entrelazan en una única y prioritaria solicitud: “traé la Copa, Chango”. En mi defensa, además de responder con un “me gusta” de agradecimiento, puedo contarles que yo ya tengo la Copa del Mundo. Se la compré a Valentín una semana antes de hacer el check in del vuelo Tucumán-Buenos Aires.

En la esquina de Mate de Luna y Alem la encontré. Y bueno, adentro que llueve.

Pero volviendo a la realidad que nos compete, empezamos a desandar el camino de lo desconocido, porque por más informados que estemos, necesitamos llegar a Qatar y hacer nuestra propia hoja de ruta. Así lo hicimos en Rusia 2018, aunque esperemos que, deportivamente hablando, el final sea otro. Lo que todos queremos, ¿no? Por Leo, por el tiempo que pasó desde nuestra última Copa del Mundo. Por Argentina, que tanto la necesita. El paso por la Ciudad de Buenos Aires fue cual visita de médico. Arribo por la mañana, salida en vivo desde el Obelisco para La Gaceta Central, minutos antes del amistoso con Emiratos Árabes Unidos, y luego cambiar nuestra sintonía a modo partido. Así se nos fue la tarde, el día, con una última producción para las redes de LA GACETA.

Mientras tanto, y a la espera de embarcar, concluimos que no nos falta nada. Respiramos porque a última hora conseguiremos los adaptadores estilo británico que necesitamos para cargar los equipos en el emirato, y suspiramos porque se viene un viaje de 17 horas que queremos que se termine ya, porque ya queremos estar allá. Queremos jugar el Mundial con ustedes, para ustedes.

Justo antes de encender el modo avión en el celular, una notificación se descuelga y mis auriculares me repiten: “trae la copa, chango”. Obvio, amigo, para y por ella, aunque yo ya la tenga.

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