Los colectivos, casi un mundo aparte durante el partido de la Selección

El transporte público tuvo muy poco pasajeros y, salvo los choferes, la mayoría se mostró ajeno al debut del equipo de Scaloni.

LA GACETA / FOTO DE ANALÍA JARAMILLO LA GACETA / FOTO DE ANALÍA JARAMILLO
22 Noviembre 2022

Por Joel Katz

Hoy no fue un martes cualquiera, está claro. El clima mundialista se pudo respirar en todo el país, y particularmente en Tucumán. Y si bien buena parte de la población pudo ver (y sufrir) el partido desde sus casas, mucha gente debió hacer su vida normal. Entre ellos, los colectiveros, que debieron circular con normalidad, a pesar de la muy poca cantidad de usuarios que hubo al momento del partido.

Claro, habitualmente, entre las 7 y las 9 de la mañana, el transporte público suele estar repleto: gente que se dirige a sus lugares de trabajo, chicos rumbo a los colegios y universidades, y otros, sin tantas responsabilidades, que van al gimnasio, u otras actividades. 

Pero por el debut de la Selección Argentina en el Mundial de Qatar, esto cambió radicalmente, y las calles tucumanas estuvieron casi vacías durante las poco más de 2 horas que duró el encuentro, y que terminó con la gran desilusión albiceleste, al caer 2-1 con Arabia Saudita, de manera totalmente inesperada.

La montaña rusa emocional que significó el partido, desde un primer tiempo donde Argentina marcó 4 goles (y solo uno fue convalidado), hasta la sorpresa de la remontada árabe, no tuvo tanto impacto en los colectivos que recorrieron el centro de la provincia. Pocos, muy pocos, fueron los que iban siguiendo el partido con atención, principalmente por medio de la radio.

Raúl González, chofer de la línea 12, es una de esas personas que seguía el partido en vivo, escuchando la transmisión de una radio tucumana.  “Uno tenía ganas de ver el partido, pero hay que cumplir con el trabajo”, expresó a LA GACETA, cuando recién iban unos minutos del encuentro.

“Se lo vive con emoción, por dentro”, agregó Raúl, que consideró que Argentina puede ganar el Mundial. Ese “por dentro” tiene que ver con mantener cierta compostura en el lugar de trabajo. Tal es así, que al momento del gol de Messi, no hubo un festejo desaforado; simplemente, algún gesto positivo, y a seguir manejando. 

Al momento del gol, el colectivo tenía apenas unos 5, 6 pasajeros, de los cuales solo parecía estar en clima futbolero Darío, empleado de comercio, que tenía puesta una camiseta de la Selección. Camino a su trabajo, Darío decidió, sorpresivamente, no escuchar el partido; sin embargo, al enterarse del gol de Argentina, justo al momento de descender del vehículo, sí se mostró contento, con un festejo efusivo y efímero. El resto de los usuarios no se dio por aludido con el tanto del “10” argentino.

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“Hay que trabajar, trasladar a la gente que va a trabajar, no queda otra”, cuenta Carlos González, otro chofer de la línea 12. “Es feo vivirlo así, soy futbolero a muerte, pero bueno, las obligaciones están primero. Cuando se puede, se puede, y cuando no, no”, reflexiona, con cierta tranquilidad, porque Argentina, en ese momento, ya ganaba 1-0. Carlos afirmó, al igual que Darío, que el colectivo suele estar lleno en ese horario, pero que, por el partido de Argentina, “está todo desolado, no hay nadie”.

Mientras tanto, el primer tiempo avanzaba, y los argentinos festejaron 3 veces goles que, finalmente, fueron anulados por offside. Uno de ellos, de Lautaro Martínez, muy discutido por lo fino, y por el hecho de que fuera un brazo la parte del cuerpo que se encontraba en posición adelantada. Antes de que fuera anulado, los clientes que coparon el bar Máximo, ubicado en la esquina de calles Las Piedras y Jujuy, celebraron con euforia, que luego fue apagada por la intervención del VAR.

Horacio Villagrán, chofer de la línea 142, no siguió el partido por la radio, ya que explicó que es difícil utilizar auriculares al manejar. Por eso, se fue enterando de lo que sucedía en el encuentro a través de algunos pasajeros, los pocos que subieron durante la mañana. 

“Salí a las 6 menos 10 de Lastenia, y habrán subido 10 pasajeros en total”, señaló. Además, también le confió a LA GACETA que algunos choferes detuvieron el servicio por un rato, y vieron parte del primer tiempo en la pantalla gigante ubicada en la entrada del Parque 9 de Julio. Una pantalla que, cabe aclarar, durante el primer tiempo mostró solo algunos minutos, ya que luego hubo problemas de señal que impidieron que las imágenes del partido se vieran con normalidad.

Durante buena parte del trayecto hacia la avenida Avellaneda, el colectivo manejado por Horacio estuvo vacío. Uno de los dos pasajeros que estuvo en el vehículo durante unos minutos fue Jorge Abraham, empleado de comercio. Jorge destacó que vio parte del primer tiempo, y luego tuvo que emprender el trayecto hacia su lugar de trabajo, sufriendo por no poder ver el encuentro.

A partir de las 8 de la mañana, empezó a subir el número de pasajeros. En la mayoría de los casos, gente que se mostró ajena al partido, sin demasiado interés sobre lo que sucediera con el equipo dirigido por Lionel Scaloni. Aunque en algunos casos, los menos, sí se notaba el clima de ansiedad y expectativa que generó el partido, al menos mientras Argentina se mantenía al frente en el marcador.

“Pude ver el primer tiempo, estuve con dos amigas, estuvo muy bueno, muy lindo”, contó Gabriela, empleada doméstica. Gabriela, que esperaba el colectivo vestida con una camiseta de Argentina, reveló que habitualmente entra a trabajar a las 8, pero en este caso, pudo arreglar para llegar un poco más tarde, para poder ver un poco más del partido. “No me gusta mucho el fútbol, pero me gusta cuando juega Argentina”, apuntó.

Con el correr de los minutos, y con la remontada de Arabia Saudita, que se puso 2-1 arriba (resultado que terminaría siendo definitivo), la tensión invadió las calles tucumanas, algo notorio en la cara de las personas que estaban siguiendo el partido en bares, kioscos, o simplemente a través de alguna vidriera. 

Sin embargo, la mayor parte de los clientes del transporte público se mantuvieron impertérritos, como si no se estuviera jugando un Mundial. O, más precisamente, como si este no afectara su vida cotidiana. Algo que, en rigor, y mal que le pese a los futboleros, termina siendo completamente cierto.

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