El recurrente peso de una deuda que crece

25 Noviembre 2022

La persistencia del déficit fiscal y el cierre de los mercados financieros obligaron al Gobierno a recurrir al mercado de deuda en pesos para cubrir sus necesidades financieras. En octubre pasado reaparecieron las dudas en el mercado de deuda en pesos: se redujo considerablemente el financiamiento neto que obtiene el Tesoro pese a ofrecer mayores rendimientos y acortar los plazos de colocación. La merma en este desempeño y el deterioro los títulos soberanos en el mercado secundario instauraron nuevamente cierta incertidumbre sobre la sostenibilidad de la deuda en pesos y sobre si será suficiente para financiar el déficit fiscal frente a un último bimestre con vencimientos abultados y donde la estacionalidad del gasto suele incrementar el rojo primario, señala un reciente informe de la consultora Ecolatina.

La deuda en pesos está compuesta por deuda del Banco Central (Leliq y Pases) y deuda de la Nación (Letras). Las Leliq y Pases son depósitos de muy corto plazo que hacen los bancos a través de los cuales tienen invertida la mayor parte de los depósitos que reciben de la gente. Las Letras son deuda que emite el Tesoro con plazos un poco más largos para lo cual se ofrece una actualización por precios o dólar, el más alto. El problema es que la deuda ha tomado una dinámica tan acelerada como insostenible, advierten los expertos del mercado bursátil.

El Gobierno está recorriendo el último tramo de un año traumático en medio de la incertidumbre acerca de lo que sucederá con sus compromisos financieros, con la necesaria acumulación de reservas internacionales del Banco Central y con una inflación que no le ha dado tregua y que puede concluir 2022 en torno de un 100%. Gran parte del déficit fiscal nacional se concentra en los últimos meses del año y, sin la utilización de la emisión monetaria, la dependencia del mercado de moneda local para cerrar esa brecha es prácticamente total. Por otro lado, los vencimientos de deuda en pesos en el último bimestre, trepaba a un valor estimado en $ 1,7 billón. Con cierta ingeniería financiera, el Ministerio de Economía de la Nación trata de salir del paso, con una serie de canjes para ganar tiempo y descomprimir la situación presente. Sin embargo, esto no es más que postergar una solución que aún no se vislumbra como integral. El año electoral encontrará al Gobierno con necesidades financieras extras, propias de los años impares. La expansión del gasto público puede llevar a que la proyección del ministro de Economía, Sergio Massa, de estabilizar la inflación al 4% hacia abril no se cumpla. En este contexto, el Gobierno nacional necesita desactivar este cóctel de endeudamiento que puede acelerar la emisión monetaria y, por ende, la inflación. Independientemente de las urgencias electorales oficialistas, la Argentina requiere de un plan integral de estabilización de su economía para corregir el rumbo sin seguir hipotecando el futuro de su población.

El año pasado, el ex ministro de Economía del duhaldismo, Jorge Remes Lenicov, postuló que “a mayor responsabilidad de los destinos del país está en manos de los dirigentes políticos. “Son quienes acceden al poder del Estado o quienes se postulan para obtenerlo. Ellos definen lo que se puede y no se puede hacer; establecen los límites, las posibilidades y los tiempos. Cuando se les reclama que para sortear el estancamiento económico y la decadencia social, se deben hacer cambios que obligan a procesos que pueden ser desagradables, suelen sostener que políticamente no es posible hacerlos”. Tal vez esa enseñanza puede ser el punto de partida para que la política deje de quejarse, periódicamente, de la pesada herencia que le deja el gobierno anterior y, de una vez, tome cartas en el asunto.

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