LA GACETA en Qatar: “Patea Deyna y ataja Fillol… ¡y atajó Fillol!”

Dos veces jugaron Argentina y Polonia en los Mundiales, con una victoria por lado y aquel recuerdo imborrable del 78.

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Hierve la noche en Rosario. Se inicia la segunda fase del Mundial 78 y sucedió lo impensado: por culpa de la derrota a manos de Italia en el último partido de la zona, la Selección se ha visto obligada a mudar la localía a la cancha de Central. Lo que encontrará allí es el fervor de un público que la empujará hacia la final. Pero falta para eso. Volvamos a aquel 14 de junio, cuando toca enfrentar a uno de los mejores equipos del momento, la mejor Polonia que se recuerde.

El fútbol polaco vivió una década dorada, coronada por dos terceros puestos mundialistas (Alemania 74 y España 82). Y en el medio, durante su paso por Argentina, a ese excepcional grupo de jugadores se sumó el talentoso “ZibiBoniek, un crack con todas las letras: veloz, guapo, goleador. El cerebro de aquel equipo era el exquisito Kazimierz Deyna, un 10 clásico de pase bochinesco y movimientos riquelmianos que tenía la cancha en la cabeza. Y arriba el pelado Gregorz Lato era un infierno, brillante definidor. Desde atrás el que mandaba era el mejor arquero que dio Polonia en la historia: Jan Tomaszewski, custodiado por Wladyslaw Zmuda, un zaguero elegante y con dotes de tiempista. Contra esa selección, Argentina tuvo dos experiencias diametralmente opuestas.

Empecemos por el buen recuerdo, el apuntado del 78. Fue una actuación deslumbrante de Mario Kempes, que no había hecho goles en la primera fase y estaba listo para ajustar la mira. El “Matador” abrió la cuenta rápido, con un cabezazo inapelable. A partir de allí los polacos ejercieron un dominio abrumador, con la Selección arrinconada cerca del área y Fillol atajando todo lo que le tiraban. Hasta que en una jugada el “Pato” no llegó y el empate parecía cantado. En medio de tanta angustia, el que apareció volando fue el propio Kempes, que rechazó en la línea con un manotazo salvador. De haber regido el reglamento actual a Kempes lo hubieran expulsado, pero -afortunadamente para nuestra historia futbolera- eran otros tiempos.

LA GACETA en Qatar: “Patea Deyna y ataja Fillol… ¡y atajó Fillol!”

Fue el instante de aquel relato inolvidable José María Muñoz. Deyna, eximio ejecutante de penales, se acomodó mirando de reojo el arco. Fillol se agazapó. Por lo general, Deyna aguardaba el movimiento del arquero y, más que rematar, acariciaba la pelota hacia el otro sector. Pero Fillol no cayó en la trampa; esperó y esperó, sabedor de que su prodigiosa fuerza de piernas le permitía reaccionar sin la necesidad de jugarse a un palo. “Patea Deyna y ataja Fillol; patea Deyna y ataja Fillol -repetía Muñoz-. Deyna… ¡Y atajó Fillol!” Fue tal cual, el tiro salió suave y casi al medio, una masita para el mejor arquero argentino de todos los tiempos.

A partir de allí los polacos se fueron quedando sin nafta, golpeados por tantas chances perdidas, y en el segundo tiempo volvió a aparecer Kempes para recibir la habilitación de Ardiles y derrotar a Tomaszewski por segunda vez. En un partidazo, Argentina enderezó el rumbo y puso proa hacia la finalísima con Holanda en la cancha de River. Quedaban por delante los duelos contra Brasil y Perú, pero vencer a aquella fortísima Polonia le brindó a la Selección toda la confianza que necesitaba.

Ahora toca examinar la otra cara de la moneda, la menos amable. Fue el debut en el Mundial 74, con un equipo colmado de buenos jugadores pero con serios problemas de organización. En aquellos años, la Selección distaba de ser una prioridad, los técnicos iban y venían… Las cosas eran más bien caóticas. El entrenador era Vladislao Cap y tanto a él como sus jugadores los sorprendió la calidad de esa Polonia a la que poco conocían. Dinámicos y potentes, los polacos establecieron una superioridad mucho más clara que el 3 a 2 con el que ganaron el partido. Lo del arquero Carnevali fue curioso: alternó atajadas brillantes con errores de principiante, y el que la pasó mal fue el “Mariscal” Perfumo, siempre tomado en inferioridad numérica y responsable del segundo gol.

A los 9 minutos Polonia ya ganaba 2 a 0 gracias a Lato y a Szarmach, otra de sus figuras. El dominio de los europeos fue total en ese primer tiempo, mientras Argentina no lastimaba. Cap sacó a Brindisi y le dio ingreso a Houseman, cuyas gambetas fueron un revulsivo. A los 15’ descontó Ramón Heredia tras una habilitación de Kempes y a continuación fue una ráfaga de vértigo puro: Lato puso el 3-1 a los 17’ y Babington volvió a descontar a los 21’. El cuarto de hora final resultó para el infarto, con llegadas en ambas áreas, aunque lo cierto es que en el balance el triunfo de Polonia fue más que merecido. Una lástima por aquel plantel nacional en el que revistaban figuras como el “RatónAyala, “QuiqueWolff, Balbuena, “PanchoSa y Ángel Bargas, además de los apuntados Perfumo, Kempes, Brindisi, Babington y Houseman.

Pero hay una última y particular historia que envuelve a argentinos y polacos, desarrollada en ese Mundial. En la última fecha, para clasificarse Argentina necesitaba derrotar a Haití y que los polacos vencieran a Italia. Comenzó entonces el “operativo incentivación”, que consistía en hacerles llegar 25.000 dólares a los polacos para “motivarlos”. No se trata de una leyenda, sino de un hecho confirmado, con el paso de los años, por los jugadores argentinos. Y fue un éxito, porque Polonia ganó 2 a 1 y la Selección avanzó a la siguiente etapa. Para futbolistas, como los polacos, que vivían detrás de la “Cortina de Hierro” en tiempos de la Guerra Fría, repartirse esos dólares equivalía a juntar una fortuna.

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