Reconstruir el nido

Cumplir con su misión educativa -tramitar una herencia cultural, construir identidad, pertenencia y lazo social- resulta hoy para la escuela, una labor extremadamente difícil y compleja, debido a que, en la Argentina actual, la cotidianeidad se presenta como un fenómeno altamente conflictivo, amenazante, cargado de incertidumbres, resistente a toda posibilidad de ser encauzada racionalmente.

EL GRAN DESAFÍO. Hoy, al borrarse y debilitarse el lazo de unión, las escuelas tienen un rol sustantivo: construyen un espejo donde sus protagonistas podrán ver reflejada su imagen. EL GRAN DESAFÍO. Hoy, al borrarse y debilitarse el lazo de unión, las escuelas tienen un rol sustantivo: construyen un espejo donde sus protagonistas podrán ver reflejada su imagen.
04 Diciembre 2022

Por Susana Montaldo

Para LA GACETA - TUCUMÁN

Ante el clima de desconfianza generalizada que se vive hoy en el país, y el surgimiento de múltiples sectores sociales, cada uno con su protagonismo y con su repertorio de reclamos, que se descalifican mutuamente, en el que la desconfianza por “el otro” es la base, resulta difícil encontrar estrategias aglutinantes que posibiliten una “visión compartida” acerca del país. Se hace necesario suturar la “grieta” abierta por el individualismo y la falta de diálogo sincero, para poder acordar algunos indicadores que den cuenta de un “diagnóstico”, de un punto de partida, desde donde diseñar un posible escenario futuro que aleje al país de la amenaza de disolución social.

¿Cómo forjar el país que queremos ser?

En diferentes momentos de nuestra historia nacional se construyeron dispositivos capaces de generar “ficciones” acerca del país que conformamos y el lugar que cada uno ocupa en él. Estas ficciones, generadoras de sentido, configuradoras de subjetividades, marcan rumbos, movilizan fuerzas, operan como “reglas interpretativas” que permiten orientarnos en el mundo de la experiencia, prever situaciones y nos capacitan para obrar y alcanzar objetivos.

Como ejemplo de estas “ficciones” cabe recordar el sueño de la “Patria Grande” concebida por Simón Bolívar, Manuel Belgrano, Bernardo de Monteagudo, José de San Martín y tantos otros patriotas suramericanos que lucharon por ella junto al pueblo. También el sueño liberal de “europeización y progreso” de Mitre, Sarmiento, que si bien terminaba excluyendo al gaucho y al indio en la conocida fórmula de “civilización o barbarie”, produjo una gran labor de “argentinizar” a nativos e inmigrantes a través de la escuela, institución a la que confió esa gran tarea de constituir la Nación argentina. Y la “ficción” peronista que configuró un “modelo nacional y popular” capaz de recuperar la figura del gaucho, incluir en la escena política a las clases populares y producir la construcción imaginaria del nacimiento de una nueva y gloriosa nación justicialista, con una multiplicidad de íconos identificadores: Ferrocarriles Argentinos, YPF, Gas del Estado, etc. con los que la patria se materializaba.

En todos los casos, si bien estas “ficciones” lograban en determinado momento un poder hegemónico, también dividían a la sociedad de manera drástica. Esto lo llevó a decir a Ernesto Sábato, que somos “una sociedad de opositores”, tan interesada en humillar al otro como en desarrollar una nación viable unida por el consenso y el compromiso.

El espejo donde nos miramos

Hoy, al borrarse y enrarecerse las reglas de lo común, al debilitarse el lazo de unión, se nos presenta el gran desafío de concertar un nuevo pacto social que nos devuelva la capacidad de elaborar una “ficción” acerca del país que nos permita recomponer los vínculos y por tanto el tejido social.

Y al respecto, el sistema educativo tiene un rol sustantivo, porque al seleccionar su “currículum”, no sólo define objetivos, contenidos y actividades para las prácticas que orienta, sino que construye un “espejo” donde sus protagonistas podrán ver reflejada su imagen. La escuela, como toda institución social, nos somete al “baño del lenguaje”, nos introduce dentro de un orden simbólico, a partir del cual los otros órdenes, imaginario y real, ocupan su puesto y se ordenan. El “espejo” construido por el currículum, “carga” conceptualmente nuestra percepción y nos devuelve una imagen investida de sentido, a partir de la cual vamos construyendo, representando, nuestra propia imagen personal y la imagen de lo que nos rodea, del país, del mundo en que vivimos.

Hoy, con el avance inexorable de la digitalización, con la multiplicación de las redes de información y comunicación, es necesario que la escuela proporcione las herramientas necesarias, conceptuales y procedimentales, para que los estudiantes puedan analizar los discursos que consumen diariamente, no sólo sobre aquello a lo que el mensaje se refiere, sino acerca de las operaciones de selección y combinación que el emisor ha realizado al construirlo. Posibilitará así, un análisis “arqueológico” para detectar las “huellas”, que en los discursos sociales dejan las concepciones filosóficas, políticas, económicas, entre otras, y sus efectos de sentido en el tejido social.

Empoderar a los jóvenes

Sólo así el sistema educativo podrá ir como “forjando llaves” que les permitan a sus destinatarios abrirse hacia horizontes que posibiliten un pensar de mejor calidad. Será capaz de configurar un pensamiento crítico que permita superar el extremo individualismo y construir una comunidad capaz de integrar la pluralidad en torno a una partitura común: un proyecto de país capaz de contener a todos, que posibilite transitar por los senderos de la convivencia democrática, la tolerancia, el respeto a la ley, promover un   espíritu de solidaridad y cooperación que contribuya a la transformación social y productiva de nuestra sociedad, al bien común.

© LA GACETA  

Susana Montaldo - Ex ministra de Educación de la provincia de Tucumán.  

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