Marruecos dejó la piel, pero las finales son cosa de grandes y eso Argentina lo sabe

Francia impuso su jerarquía y chocará el domingo con la Scaloneta.

Marruecos dejó la piel, pero las finales son cosa de grandes y eso Argentina lo sabe

1) Cada vez que en las pantallas del estadio aparecen hinchas marroquíes se los ve bañados en lágrimas. Pero al mismo tiempo tienen las palmas gastadas de tanto aplaudir a su equipo. Marruecos fue y fue durante 90 minutos, empujó, intentó  jugar, desplegó un esfuerzo físico admirable y puso en aprietos a Francia en más de un pasaje del partido. Los norafricanos han dejado la piel en el estadio Al-Bayt y por eso no pueden levantarse. Los franceses los abrazan, los consuelan. Para la Cenicienta del Mundial, finalmente, el carruaje se convirtió en calabaza. Su hora terminó de sonar con el 2-0 marcado por Kolo Muani y es tiempo de mirar su actuación bajo la lupa de la historia. África lo hizo.

2) Pero las finales son cosa de grandes. O de selecciones que hacen el mérito suficiente para acceder a esa condición. Marruecos ha conformado un equipazo y así se metió entre los cuatro mejores, pero no es un grande. Tal vez lo sea, el tiempo y el fútbol lo dirán. No era este su momento porque enfrente lo que se evidenciaba era jerarquía y ese es un atributo imprescindible para aspirar a levantar la Copa. Puede que el partido haya sido más bien parejo, puede que Marruecos se haya llevado por delante a los defensores del título en algún momento; lo cierto es que en el pan y queso de los planteles Francia tiene mucho más, como tiene mucho más en el currículum. Todo eso también explica cómo se definen los partidos.

3) Y algo más respecto a este juego. El factor que tiene más que ver con la eficacia que con la suerte, por más que se intente disfrazarlo de lo contrario. Francia empezó ganando a los 5 minutos al aprovechar la primera oportunidad que se le presentó; Marruecos no pudo transformar sus aproximaciones en porotos. Merodeó bastante a Lloris pero nunca fue contundente para ajusticiarlo en la medida en que pisaba el área. Y tampoco ligó cuando Jawad El Yamiq ensayó una chilena y parecía que metía el gol de su vida, pero entre el arquero y el palo lo frustraron. Detalles, esos benditos detalles que parecen pequeños pero marcan diferencias enormes.

4) Lo que nos interesa, una vez rendidos los honores a la fiereza y la responsabilidad con la que Marruecos afrontó el compromiso, es mirar a Francia. Durante los próximos cuatro días se sobreanalizará al equipo de Didier Deschamps, que si algo no tiene es secretos. Más clara que la manera en la que el campeón hace lo suyo es difícil de encontrar: cuatro en línea en el fondo, dos volantes que se reparten el medio mordiendo y jugando; Griezmann como un pistón neumático que aparece en cualquier rincón de la cancha; Giroud en la referencia de área y dos cohetes en las bandas para el ida y vuelta. No hay más misterios. El tema con Francia no es conocerlo, sino encontrar la forma de detenerlo y de lastimarlo.

5) Inglaterra lo logró, también Marruecos cuando juntó a Ziyech y a Hakimi por la derecha. Hay que ser muy precisos e inteligentes para explotar esa franja de terreno que a veces queda entre los centrales y la dupla Tchouameni-Rabiot (esta vez reemplazado por Fofana). Las incursiones de los británicos Saka y Mount, asociados con Kane, le hicieron daño a Francia y sirvieron como punta de lanza para inquietar a Lloris. Ahí hay una clave. Los pelotazos frontales y los centros no son recomendables; Marruecos se encontró con la solidez de Varane y de Konaté, incansables para rechazar todo lo que le caía cerca. Esta Francia luce lejos de la invulnerabilidad, pero ha aprendido la lección del sufrimiento y lo soporta con estoicismo. Le ganó a Inglaterra con lo justo en el mejor partido del Mundial y gracias -también- al penal que erró Kane para el 2-2. Imaginar a Messi y a los volantes quebrando líneas y flotando en esa tierra de nadie que Francia suele abandonar enciende la ilusión.

6) El pecado capital que jamás debe cometerse contra los franceses es regalar la pelota. Si van a ganar, que no sea a costa de un error. El primer gol en Al-Bayt fue a partir del mal cálculo en una salida defensiva marroquí, Griezmann recibió libre y habilitó a Mbappé. Esa foto es impresionante: cinco defensores atorándo a Mbappé y forzando un rebote que, para fortuna francesa y calvario norafricano, le cayó a Theo Hernández. Nada que hacer para Bono. Y el definitivo 2-0 también se originó en un mal pase en la mitad de la cancha que dejó a Marruecos desacomodado. Mbappé ejecutó un par de sus clásicos giros y le sirvió el gol a Kolo Muani, reemplazante de Dembelé. Francia es experta en esto de robar y lanzar a sus estrellas a toda velocidad.

7) En este fútbol sobreestudiado todos saben de memoria la teoría. Si fuera tan sencillo llevar a la práctica lo que se dibuja en el pizarrón… Hace una vida, cuando los melancólicos héroes románticos vivían en el póster, no había defensor que no conociera la técnica de Garrincha. Cuando Garrincha capturaba la pelota pegado a la línea de cal -no había pintura-, por la derecha, hacía siempre lo mismo: gambeteaba por afuera y desbordaba. Se pasó toda su carrera completando la misma jugada y nadie pudo pararlo. Porque la cuestión no es el cómo, sino el cuándo. Entonces todos tenemos claro que Mbappé va a acelerar, tirando la pelota larga, y en algún momento va a frenar enganchando hacia adentro. Saberlo no es sinónimo de resolverlo. Y algo más: cuando Thuram ingresó por Giroud, Mbappé se tiró al medio para jugar de centrodelantero. Cuidado con estas combinaciones. La Selección tendrá que resolver el “factor Mbappé”, como Francia tendrá que resolver el “factor Messi”. Esta no es una suma de factores, sino una resta. El que quede mejor parado, gana.

8) A Scaloni le van a preguntar sobre el duelo de 2018, en qué se parecen, en qué se diferencian, y todas las etcéteras del caso. Y el DT responderá que no corresponde la comparación porque son distintos partidos y distintos equipos. Que no es una revancha. Tiene razón, pero no en un 100%. Mbappé, Griezmann y Giroud participaron de aquella paliza que Francia le propinó al fantasmagórico equipo que mal dirigía Sampaoli. Hay lecciones dejadas por ese partido, se presume que aprendidas. Mbappé se hizo un picnic con la defensa argentina aquella espantosa tarde de Kazan, pero fue esencialmente porque dispuso de todas las facilidades imaginables. Y si algo ensayará la Selección en los próximos días, se cae de maduro, es la manera de frenar a ese trío talentoso y letal, al que se suma como cuarta carta de la baraja el velocísimo Dembelé.

9) Marruecos raspó a Francia sin miramientos ni delicadezas. Le hizo sentir el rigor a lo largo de un partido que siempre le resultó cuesta arriba, producto de ir perdiendo desde el arranque, pero sin bajar ni un segundo la intensidad. Hubo un quite heroico de Amrabat a Mbappé que trajo a la memoria aquella barrida de Mascherano a Robben en la semifinal de San Pablo. Los marroquíes llevaron a Francia a un terreno que no esquiva, pero que de ningún modo le resulta cómodo. Además, fueron honestos para intentar el golpe por golpe, lo que les costó varios sustos. Giroud se perdió dos goles de forma increíble en el primer tiempo, uno por culpa del palo. Mucho de eso le hará falta a la Selección; el esfuerzo físico y la voluntad de ir para adelante por más que la mano se complique. Son dos valores reconocidos de la Scaloneta, pero nunca está de más subrayarlos.

10) Con el fixture en la mano, siguiendo las líneas y las fases, antes del Mundial se adivinaba a los potenciales finalistas: Francia o Inglaterra por un lado; Argentina o Brasil por el otro. Terminó dándose la lógica, un clásico mundialista con este apuntado protagonismo que jamás abandonan los grandes. Así que después de la victoria del martes sobre los croatas y los merecidos festejos, no deja de confirmarse lo que se presumía desde un principio. Argentina-Francia, sin más preámbulos.

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