El “plan antiMbappé” de la Selección y 48 horas caminando por las paredes

Scaloni trabaja en un plan para contener a la estrella francesa.

El “plan antiMbappé” de la Selección y 48 horas caminando por las paredes

“¿Cómo frenar a Kylian Mbappé? Qué ellos se preocupen por Lionel Messi…” La respuesta del hincha argentino sirve como manto protector pensando en el partido del domingo. Y es cierto que con Messi en la cancha a Didier Deschamps y sus hombres se le multiplican los problemas. Porque si algo le faltaba al DT francés, además de enfrentar al mejor futbolista del planeta en modo “ahora o nunca”, es este brote de “virus del camello” que le tumbó varios jugadores. Ya habían caído Adrien Rabiot, Dayot Upamecano y Kingsley Coman y esta vez los que no practicaron fueron Raphael Varane y Ibrahima Konaté, los centrales titulares frente a Marruecos. “Van a estar disponibles”, tranquilizó Deschamps a “les bleus”. ¿Será así?

Pero más allá de la expresión de deseos de la hinchada albiceleste, en el búnker de la Universidad de Qatar lo que se elabora es el plan general de juego, una de cuyas patas es la contención de Mbappé. Es interesante en ese sentido analizar lo sucedido durante el partidazo Francia-Inglaterra, definido por detalles y en el que los británicos lograron neutralizar en buena medida a la estrella del rival. Mbappé se topó esa noche con una doble marca muy eficaz, ya que a la altura de la media cancha -desde donde suele lanzarse- lo tomaba Jordan Henderson y de inmediato se unía a la presión el lateral Kyle Walker. Ahogado por ese 2-1, a Mbappé le costó muchísimo escaparse y crear peligro. Claro que esto le insumió a Inglaterra un exceso de atención sobre un solo jugador, un riesgo teniendo en cuenta la versatilidad y riqueza de Francia de mitad de cancha en adelante.

Por eso no sólo se trata de frenar las galopadas de Mbappé, sino del sistema en el que Mbappé se inserta. De nada sirve reducirlo a cero si la colcha destapa los pies y por allí ingresan Antoine Griezmann, Ousmane Dembelé y Oliver Giroud. La delantera de Francia es un abanico de mosqueteros, y si Mbappé es D’Artagnan, el resto no son menos hábiles espadachines. Se suman además la dinámica de Aurélien Tchouameni -quien abrió el partido contra Inglaterra con un golazo de media distancia- y las trepadas de Theo Hernández, autor del primer tanto contra Marruecos. Esa jugada fue sintomática, porque cuando Mbappé pisó el área con pelota dominada lo rodearon cinco marroquíes, y al producirse el rebote Hernández estaba solo.

El jugador clave en esta Francia ofensiva y solidaria es Griezmann. En aras de la liberación del trío letal Dembelé-Giroud-Mbappé, Griezmann se sacrifica recorriendo toda la cancha a un ritmo incansable, robando pelotas, mordiendo en el medio y, de repente, enfocado para crear juego. Es un Griezmann utilitario, y al mismo tiempo talentoso. Más moderno en su concepción de volante todoterreno será difícil de conseguir. Es Griezmann el que, cuando levanta la cabeza, más rápido capta por dónde anda Mbappé, para habilitarlo rápido y al pie. Y allí Mbappé hace lo de siempre: echarse a correr de forma vertical e incontenible… Salvo que una doble marca lo ahogue sobre la raya.

Contra Marruecos se vio un movimiento interesante de Deschamps, quien lo saca de la manga cuando nota que su ofensiva no está prosperando. El DT excluyó a Giroud y fue Mbappé el que asumió la función de centrodelantero, corriendo al ingresado Marcus Thuram a la banda izquierda. En esa posición Mbappé fue decisivo para armar la jugada del segundo gol, internándose en el área y ensayando uno de sus giros endemoniados antes de servirle la conquista a Randal Kolo Muani. Lo que no había logrado como wing clásico, bien seguido por Achraf Hakimi y corrido hasta el infinito por Sofyan Amrabat, Mbappé lo logró gambeteando por el medio.  

Con todos estos elementos en la libreta de apuntes la Selección realizó la práctica que Lionel Scaloni mejor aprovecha: a puertas cerradas y 48 horas antes del partido. Fueron dos segmentos claramente separados por el dibujo táctico que dispuso el entrenador. En el primero armó su línea de cinco, con el trío Cristian “Cuti” Romero-Nicolás Otamendi-Lisandro Martínez por el centro, y Marcos Acuña a la izquierda. ¿Y el lateral derecho, justamente el que tendrá la misión de marcar a Mbappé? Empezó Nahuel Molina y después siguió Gonzalo Montiel. Habrá que aguardar hasta último momento para conocer la elección del DT, con una doble particularidad en el análisis: Molina viene haciendo un buen Mundial (gol incluido contra Países Bajos) pero se sabe de la aplicación de Montiel para la marca y, en especial, de su velocidad, imprescindible para medirse en los piques con Mbappé.

El segundo segmento formó parte también del libreto conocido. Desarmada la línea de cinco apareció en la cancha Ángel Di María para acoplarse con Messi y Julián Álvarez, por delante de los inamovibles Rodrigo De Paul, Alexis Mac Allister y Enzo Fernández. Una formación que sacrifica un zaguero -tan necesarios los tres en la batalla con los mosqueteros franceses- para ganar todo lo que Di María propone cada vez que la pelota le cae en los pies. Para Scaloni es un lindo dilema, el mismo que se le viene planteando en cada partido. Le quedan un par de días para ofrecer su solución.

El tiempo viaja a máxima velocidad en Doha. Todavía repiquetean los festejos tras la goleada sobre Croacia y ya está encima el partido más esperado por los argentinos. El sábado será de lo más movido; Scaloni enfrentará a la prensa internacional y llevará como acompañante a Emiliano “Dibu” Martínez. Nada es casual: el arquero también asistió a la conferencia oficial antes de la final de la Copa América y de la “finalissima” contra Italia en Wembley. ¿Quién dijo que las cábalas van extinguiéndose en el fútbol? Luego tendrá lugar la última práctica -con los 15 minutos iniciales habilitados para las cámaras- y después a descansar, con el domingo encima. A diferencia de los compromisos anteriores, programados a las 22, el partido con Francia comenzará a las 18. Será un día más corto para encausar tanta ansiedad.

Los hinchas argentinos caminan por las paredes de Doha, se comen las uñas, analizan y sobreanalizan el partido. Los menos afortunados recorren la ciudad, como fantasmas, en procura de una entrada. El sábado a la tarde, como es habitual -otra cábala y van…- el populoso mercado de Souq Waqif será sede del último banderazo. La idea es que nadie falte a esa cita. Después llegará el tiempo de abrazar la ilusión máxima en Luseil, ese estadio que ya es como la casa de la Selección. Que sea un hogar, cálido, del que nadie tenga ganas de marcharse.

Comentarios