LA GACETA en Qatar: Croacia ya se codea con la elite del fútbol; Marruecos afrontará el desafío de ratificar lo hecho en su Mundial soñado

El festejo de los jugadores croatas. El festejo de los jugadores croatas.

El partido ha terminado y los croatas celebran cantando, abrazados, felices. Son un puñado, en una de las cabeceras. El resto del estadio viste el rojo marroquí. Es una multitud agradecida que aplaude a sus jugadores, los acompaña en la frustración, reconoce el esfuerzo descomunal que han hecho en este Mundial del que están despidiéndose. Croacia tiene mucho que festejar; ha demostrado que la hazaña de 2018 no fue casual, a ese subcampeonato le suma este tercer puesto para sentirse bien arriba, codeándose con la elite del fútbol. Son tantos los que quisieran estar en este lugar que ocupa Croacia, digno heredero de la exquisita escuela balcánica... Y una vez que pase el dolor de las derrotas muchísimo tendrá que festejar Marruecos, más que agradable sorpresa de esta Copa, el equipo que hizo historia llevando al fútbol africano a un sitio hasta aquí inaccesible: el privilegio de ser uno de los cuatro mejores.

El escenario está dispuesto en el centro del estadio Khalifa, para muchos el más lindo del Mundial, y hacia allí enfila Gianni Infantino para entregarles las medallas a los croatas. Los marroquíes silban al presidente de la FIFA, pero mucho más chiflan al árbitro chileno Bascuñán cuando se acerca a recibir la distinción. Es el malo de la película, víctima de airados reclamos en pleno partido, cuando Marruecos atacaba, sus hombres caían en el área croata o en sus inmediaciones, y el juez indicaba “¡siga, siga!”

Pero los reproches cambian por aplausos cuando el que sube al proscenio es Luka Modric. Encabeza a sus compañeros y al cuerpo técnico, se cuelga la medalla en el pecho y les entrega a las pantallas gigantes la más genuina y feliz de las sonrisas. Crack total, Modric personifica todo lo bueno que puede encontrarse en una cancha de fútbol. Después entran al campo los hijos de los futbolistas para una verdadera foto de familia. El epílogo es lindísimo en el Khalifa, porque los chicos se apropian del espectáculo y se ponen a jugar a la pelota. Sus padres, felices y extenuados, los miran sonrientes.

FOTO DE FIFA.COM FOTO DE FIFA.COM

El partido, definido en el primer tiempo, le hizo honor a la tradición. Por lo general, los duelos por el tercer puesto son abiertos y entretenidos. Ya sin presiones, los equipos apuestan por el ataque y los técnicos suelen hacer muchos cambios para darles minutos a quienes nos los han disfrutado durante el Mundial. En este caso estuvo claro desde el inicio que para croatas y marroquíes no se trataba de un cruce de compromiso ni de relleno (“el partido de las viudas”, suelen llamarlo). Lo jugaron a cara de perro y fue para los europeos por su mayor eficacia, porque aprovecharon mejor sus momentos y porque Marruecos suele ser un torbellino al que le falta claridad para la puntada final. La intensidad del festejo croata y la desazón marroquí no dejaron lugar a dudas: quienes sostienen que este partido no debería jugarse ahora pueden pensarlo dos veces.

El comienzo fue rápido y furioso. Se puso en ventaja Croacia con el mejor gol de pelota parada del Mundial: engaño con una finta, búsqueda por arriba de un cabezazo, devolución al medio del área y palomita de Gvardiol directo al ángulo. Una revancha para el zaguero enmascarado, uno de los mejores de la Copa, después de que Messi lo sacara a pasear en la semifinal. Pero a los croatas no les duró nada la ventaja porque antes de los 10 minutos empató Dari, también de cabeza, al aprovechar un despeje defectuoso. Iban y venían, de área a área, aunque los europeos lucían más veloces e incisivos. Hasta que a los 41’ Orsic estableció el definitivo 2 a 1 con una definición exquisita, abriendo el pie para colocar la pelota por encima del arquero, ajustada al palo.

Luka Modric. Luka Modric.

La avanzada marroquí fue una marea impulsada por su gente que lo dejó todo en el complemento. A la carga Barracas en la mayoría de los casos, y aun así inquietando a la defensa croata. Una gran tapada de Livakovic y un cabezazo apenas desviado ya en tiempo de descuento fue lo más claro que generaron los africanos, a esa altura muy nerviosos por los fallos  de Bascuñán, apurados, conscientes de que hasta hace unos días acunaban la ilusión de disputar la final y de repente se les estaba escapando hasta la chance del tercer puesto. Pero Croacia también tuvo margen para quejarse del árbitro cuando Gvardiol cayó en el área cuando estaba a punto de rematar. El VAR nunca convocó al juez para que revisara el monitor.

Lo dicho: son varias las razones que ambas selecciones tienen para sentirse más que satisfechas. Croacia se dio el lujo de eliminar a Brasil y si no llegó más lejos fue porque sucumbió ante una muy buena producción de la Scaloneta. Se lleva una medalla de la Copa, esa que podían ambicionar equipos mucho más encumbrados. Y de Marruecos nadie se olvidará; ni por su fútbol ni por su gente. Ahora afronta el desafío de confirmar este gigantesco salto que ha realizado en la escena internacional.

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