Santiago Roncagliolo: “En Perú hay una democracia, pero nadie sabe bien para qué”

El escritor limeño, una de las voces más respetadas de las letras hispanoamericanas, describe la crisis que afronta su país como una coyuntura que escapa al análisis tradicional de derecha e izquierda.

 la gaceta / foto de irene benito la gaceta / foto de irene benito

(Desde Barcelona, España).- En este pequeño restaurante del Poblenou elegido por Santiago Roncagliolo (Lima, 1975) se debería estar conversando acerca del libro de cuentos que acaba de publicar, “Lejos. Historias de gente que se va”, pero el tema ni pinta durante las dos horas de diálogo cara a cara, menú del día de por medio, con el escritor. La deriva rocambolesca del Perú consume el tiempo: no hay espacio para más. Roncagliolo, que reside hace 22 años en España y es una voz ascendente en el universo literario hispanoamericano, está tan al tanto de lo que sucede y tan inquieto que no habla de otra cosa, ni siquiera de sus cuentos. “En Perú hay una democracia, pero nadie sabe para qué”, lanza este miércoles.

El intercambio prosigue por WhatsApp porque los acontecimientos horribles han empeorado. En un mensaje emitido el viernes, Roncagliolo hace este recuento: “hay 18 muertos y un estado de emergencia en todo el territorio. En un nuevo giro de ineptitud, el Gobierno ha transmitido a la población del sur rural y pobre, que votó por (Pedro) Castillo, el mensaje de que la democracia es el sistema que mata. La única salida son unas elecciones cuanto antes, con los mismos políticos, que podrían dejarnos en el punto donde estamos”. Y añade: “el Congreso y la nueva presidenta (Dina Boluarte) quieren hacer reformas políticas antes de convocar a esas elecciones. Pero no hay cómo creer que esas reformas sirvan para fortalecer la democracia. Servirán para los intereses de esos políticos. De modo que las opciones ahora mismo son dos: igual de mal o peor. Existe una tercera posibilidad: que sea imposible detener la violencia social. O sea, mucho peor”.

El autor de “Abril rojo” advierte que ahora, con los aeropuertos cerrados y los piquetes fuera de sí, resulta difícil imaginar que en marzo será posible, como está previsto, celebrar el IX Congreso Internacional de la Lengua Española en Arequipa, la ciudad del Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa. Roncagliolo cuenta que allá, en el Perú, tiene familia, amigos y lectores que lo hacen sentir muy querido. Estos lazos le han permitido concluir que, en el contexto actual de abismo institucional y colectivo, la comida cumple para los peruanos un rol semejante al del fútbol para los argentinos. “Por mis inquietudes laborales he recorrido muchas ciudades, en particular escuelas y cárceles, que son excelentes lugares para conocer qué pasa. Estoy dispuesto a hablar con personas con distintas visiones y lo hago siempre que puedo. En un país donde la información es tan sesgada, tal vez yo posea mejores datos que algunos políticos que viven allí”, plantea.

-Hace casi dos años en el Perú habían destituido al ex presidente Martín Vizcarra y por esos días ocupaba el cargo Manuel Merino, que duró una semana, y se proyectaba como presidenciable un arquero, George Forsyth. Eso que parecía muy vertiginoso fue superado por la vorágine de estos días que depositó a Boluarte en la presidencia, en reemplazo de Castillo. ¿Cómo procesás este derrotero?

-Estaba leyendo que la Argentina, Bolivia, Colombia y México no reconocen a la nueva presidenta. Son países que entienden que considerar esto un golpe de Estado de la derecha fortalece su posición. Lo que pasa es que tampoco es que Castillo haya actuado como un presidente de izquierda. Las normas que ha aprobado son eliminar la educación sexual de las escuelas y los controles públicos a sectores privados. Además, a los homosexuales, ni agua, porque “esa gente está enferma”. Son reglas que en otros lugares se consideran de extrema derecha, pero, en la confusión general, cada quien abona su discurso. Se trata de dar un sentido político a lo que pasa, se trata de pensar que todo se inscribe en la lucha entre derecha e izquierda, y no se entiende que no se está discutiendo si debe gobernar la izquierda o la derecha, sino que estamos discutiendo si puede haber un gobierno mínimamente viable.

-Y esto viene desde hace tiempo.

-Empezó hace cinco años. Es un país muy difícil de gobernar en parte porque no hay un consenso básico acerca de cómo ordenarlo. Y nadie quiere verlo porque a nadie le conviene.

-¿Alguien saca partido de semejante caos?

-En Perú la oposición es tan golpista como Castillo. Recordemos que los opositores de derecha trataron de desconocer un resultado electoral impecable y ahora Castillo dio un golpe de Estado, con lo cual podemos decir que el sistema democrático se ha defendido ante ambos embates. La oposición de derecha atacó con grandes estudios de abogados, los medios de comunicación y todos los resortes institucionales que encontró mientras que Castillo quiso disolver el Congreso y el Poder Judicial, y el sistema resistió. En Perú hay una democracia, pero nadie sabe bien para qué.

-Castillo venía muy mal: en un año y medio de mandato llegó a nombrar más de 80 ministros. De repente trata de echar a los miembros del Poder Legislativo, pero no lo consigue y los miembros del Poder Legislativo terminan por echarlo a él, que iba camino a resguardarse en la Embajada de México. ¿Cómo contaría esta coyuntura un escritor de ficción?

-Me limito a reproducir lo que dijeron sus defensores: según estos abogados, alguien metió a Castillo una droga que hace dar golpes de Estado. ¿Quién le habría dado esto? Una conspiración de la derecha. Es decir, él no quería dar un golpe de Estado, sino que a él le han dado un golpe de Estado porque lo drogaron. Comprenderás que me cuesta hacer un análisis porque esto no puede ser analizado. Estamos hablando de gente de un nivel de parvulario. Va un ejemplo: Castillo nombró un ministro de Transporte que carecía de antecedentes para el puesto, pero él explicó en la televisión que le bastaba con que tuviera licencia para conducir. Estamos hablando de alguien que confundió Ucrania con Croacia. Y que, por cierto, fue a las Naciones Unidas y reconoció la soberanía de la Argentina sobre las Islas Malvinas, cosa que ni siquiera los argentinos estaban pidiendo. Lo más elocuente es que no pasó nada después de esto, que en otras circunstancias equivaldría a declarar la guerra al Reino Unido. Se ve que simplemente consideraron que era irrelevante. Cuesta muchísimo entender que alguien sea tan tonto para llegar a dar un golpe de Estado y dos horas después diga que no se acuerda de haberlo dado. El mundo espera una gran conspiración, pero no, sólo hay ineptitud. Su sucesora (Boluarte) ha montado un gabinete donde la mayor parte de sus integrantes parece al fin… que sabe algo de su tema. Recordemos que Castillo tuvo un ministro que daba fiestas en la pandemia mientras las prohibía.

-Bueno, eso también ocurrió en la Argentina y en niveles más altos aún.

-Sí y hasta en el Reino Unido. Lo que pasa es que el ministro llamó a una vecina para que esta dijera que la fiesta había sido suya, pero resulta que la vecina se lanzó a dar declaraciones que todavía empeoraban la situación del funcionario. Todo esto es muy decepcionante.

-Pareciera que el delirio y la incoherencia tomaron el poder.

-Sí, hasta un punto que los hizo perderlo. Si este es el héroe de la izquierda, la que más sale perjudicada es ella. Pero si cree que se trata de un ícono al que hay que defender, allá la izquierda. Insisto en que Castillo hizo cosas de extrema derecha, aunque es posible que él no lo sepa. Es más: fue en contra de la educación en igualdad de género, pero, ¿sabes sobre qué trata su tesis como profesor? Sobre la defensa de la educación en igualdad de género. Después se supo que él no lo había escrito, ¡pero es que tampoco la había leído!

-¿Consideraste escribir un libro acerca de esto?

-No, porque es inverosímil: yo escribo sobre cosas que parecen reales. Hecho este liberador alegato contra ese inepto debes saber también que el Congreso es aún más impopular. En las últimas encuestas, alrededor del 20% aprobaba a Castillo y sólo un 8% al Poder Legislativo. Hay 60 congresistas acusados no ya de corrupción, que sería elegantísima, sino de acosos a hijos y parejas; incumplimientos de deberes de alimentos; abusos sexuales… Uno de ellos enfrenta el cargo de violación en las instalaciones del propio Congreso. Es un entramado de mafias donde no hay partidos políticos, sino caudillos que contratan personal para la campaña y, luego, dedican su gestión a amortizar los costos. Cada quien persigue sus intereses y frecuentemente estos incluyen tratar de cerrar los juicios penales.

-¿Cómo se explica que un país siga en pie en estas condiciones?

-No sigue en pie. Mi padre murió hace dos años y desde entonces estoy lidiando con el Estado peruano. Y ahí no funciona nada: si la Policía te para es para robarte. La gente decente no quiere entrar en la política. Cualquiera que sea más o menos exitoso en su carrera siente que puede hundirse si acepta un cargo público. Los que sí quieren formar parte de la política son los delincuentes deseosos de limpiar sus prontuarios. La discusión no gira alrededor de los problemas de la sociedad, sino sobre qué político debe ir preso.

-Si viniera un grupo de compatriotas y te ofreciera la presidencia, como le sucedió a Vargas Llosa, ¿aceptarías?

-No. Y no creo que nadie en su sano juicio lo haga. Hace años me sondearon en un nivel mucho más modesto para ver si quería ocupar un puesto de cultura. Mis padres estaban mayores y yo llevaba bastante tiempo afuera. Era algo que me puse a considerar seriamente: lo pensé un par de semanas y, para entonces, el Gobierno que me hizo la propuesta ya había caído.

-¿Considerás que Boluarte podrá llegar a algún puerto?

-Ella está tratando de que haya una reforma política para conseguir algo de estabilidad. Pero la mayoría de la población no confía en quienes tienen que aprobar esas normas. Más bien existe la sensación de que los que están en el Congreso buscan perpetuarse. En las protestas que hubo en los últimos días algunos piden que vuelva Castillo y muchos otros que se vayan todos.

-Otro parecido con la Argentina de 2001. Me queda preguntarte si en el fondo sigue sangrando la herida de Alberto Fujimori porque al final Castillo llegó al poder para evitar el triunfo de la hija de aquel, Keiko Fujimori.

-La desigualdad ha crecido en un contexto histórico de tensiones con los blancos donde confluyen muchísimos otros componentes. Lo que yo juzgo más perverso de la herencia de Fujimori es que estableció la idea de que no estamos preparados para una democracia y de que, como los políticos no sirven para nada, quizá tengamos que buscar alguien de fuera. Eso ha seguido ocurriendo: Ollanta (Humala) era un “outsider”, Alan (García) era un “outsider” y (Alejandro) Toledo era un “outsider”. Con Castillo se da un paso más como si el electorado percibiera que vota a un radical y el sistema lo domestica. Los sondeos dicen que la mitad del país ya no cree en la democracia. Y estamos viendo y no sólo en Perú, sino también en Brasil, en Estados Unidos y en Alemania, como ciertos sectores reclaman democráticamente una dictadura. Pero mira, Reino Unido creo que tiene la misma cantidad de primeros ministros en el mismo tiempo que Perú. El problema es que nosotros lidiamos con un nivel de precariedad educativo clamoroso y completamente inédito. De todos los presidentes peruanos vivos sólo hay uno, (Francisco) Sagasti, que ha abandonado el poder en tiempo y forma, y no acabó en la cárcel. En la pandemia se produjo el shock porque demostró cómo este desastre sume en el atraso y lo que hace es que no puedas acceder a un respirador cuando lo necesitas, no importa si eres rico o pobre.

Un escritor inmigrante

Al poco tiempo de nacer, Santiago Roncagliolo y su familia fueron deportados a México por el Gobierno militar del Perú. Ese hecho y la inestabilidad institucional de su país de origen signaron la carrera de este periodista, guionista, traductor, dramaturgo, cuentista y novelista. Instalado en España desde el año 2000, Roncagliolo ha incursionado en la literatura para adultos y en la infantil. En 2006 se convirtió en el autor más joven galardonado con el premio Alfaguara por la novela “Abril rojo”. Entre sus títulos más destacados están “Crecer es un oficio triste” (2003), “Óscar y las mujeres” (2013) y “La pena máxima” (2014), una obra ambientada en el Mundial de Fútbol celebrado en 1978 en la Argentina. Este año hizo honor a su condición de inmigrante y publicó un libro de cuentos titulado “Lejos. Historias de gente que se va”.

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