Los valores que Messi nos está marcando

Hay frases que, dichas en el momento y en el lugar adecuado, pueden abrir un océano de interpretaciones que trascienden a quien las diga y al ámbito al cual represente, para insertarse fuertemente en una sociedad como la de nuestro país, muchas veces ávida y necesitada de estas motivaciones públicas.

Por estos días, la imagen de Lionel Messi ya no es sólo un símbolo de la Argentina feliz y ganadora de un Mundial de fútbol. Es un ícono de lo que está bien, del triunfo del trabajo en equipo y del sacrificio pues detrás de un objetivo. Pero hay mucho más detrás de ella.

“Esta Copa que conseguimos es también de todos los que no la lograron en los anteriores Mundiales que jugamos, como en 2014 en Brasil, dónde la merecían todos por cómo lucharon hasta la misma final, trabajaron duro y la deseaban tanto como yo… Y la merecimos incluso en esa maldita final”, dijo el capitán argentino.

Sus palabras, vertidas en una emotiva carta que dio a conocer en las redes sociales, junto con un video, tuvieron además la inclusión de la hoy contrafigura suya en el olimpo de los futbolistas argentinos, Diego Armando Maradona, de quien de manera sistemática se ha buscado en los últimos años diferenciarlo. “También es del Diego que nos alentó desde el cielo. Y de todos los que se la pasaron bancando siempre a la Selección sin mirar tanto el resultado sino las ganas que siempre le metíamos, también cuando no nos salían las cosas como queríamos”, afirmó.

En una Argentina que representa por estos días un desafío de convivencia, y en la que el concepto de un país que debe hacerse con todos (como instaba Juan Bautista Alberdi ya a mediados del siglo XIX), sin pretender cambiar la cultura cotidiana que nos hace diferentes y originales a los habitantes de esta tierra, las palabras de Messi, desde sus dominios futbolísticos, adquieren la forma de cordura y sensatez.

“Muchas veces el fracaso es parte del camino y del aprendizaje y sin las decepciones es imposible que lleguen los éxitos” pontificó también este “Diez” admirado por el mundo, al que hay que interpretar no sólo por la magia que despliega en una cancha, sino también por lo que hace fuera de ella.

Siempre se sostiene lo difícil que es valorar a un contemporáneo que se sale de lo común, de lo cotidiano y que trasciende y proyecta. Que es la historia la que finalmente lo pone en su lugar. Curioso caso el de Messi, que rompe incluso este paradigma. Con una simpleza y una contundencia que incluso está llevando a sociólogos, psicólogos, antropólogos, teólogos, científicos y una larga lista de especialistas a analizarlo.

Porque lo de Messi ya excedió largamente el análisis deportivo. Es lo que su personalidad devuelve a la sociedad. Y lo pone como un actor cultural, con un mensaje y una imagen de los cuales nadie puede sustraerse. Su condición de hombre apegado a la familia, respetuoso (independiente de algún exceso a la luz del fragor de un partido), de bajo perfil, callado y disciplinado, lo pone como ejemplo de la calidad humana. Con todo lo que ello significa.

Y es en esto último en lo que en definitiva se consolida el personaje y lo hace trascender. Sabido es que hay una amplia franja de la sociedad que pregona y contagia los valores que Messi trasunta (y por ello también es motivo de reconocimiento). Pero la mayoría no tiene ni la exposición del astro futbolístico, ni su alcance de masas. Por ello es que lo que está sucediendo con él resulta un mojón positivo y aleccionador; un vergel en tiempos duros. Nos propone, en definitiva, integrarnos, con nuestras opiniones y creencias, sin excluirnos ni excluir.

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