Pelé: un monarca de la redonda, único e irrepetible

El astro brasileño popularizó el fútbol en una buena parte del planeta. La relación con Diego Maradona atravesó por momentos ríspidos.

Pelé: un monarca de la redonda, único e irrepetible

“La copa del mundo es nuestra, con los brasileños no hay quien pueda…”, cantan Vinicius de Moraes, María Creuza y Toquinho en La Fusa, de Buenos Aires, en 1970, cuando la “Jules Rimet” se fue a vivir definitivamente en Río.

Rey de Tres Corazones. Dos morenos en uno. Tres copas mundiales con la Selección brasileña, dos con clubes. Pero también, con 17 años, el más joven en ganar el máximo certamen, el único jugador en obtener tres mundiales (1958, 1962, 1970) y la conquista de 1.283 goles a lo largo de su vida deportiva. Un milagro.

Una revista francesa lo coronó como “Le roi” cuando en Suecia se coronó campeón por primera vez y desde entonces, inició su monarquía llevando la popularidad del fútbol a una buena parte del planeta. Ninguno de sus notables predecesores podía hacerle sombra porque sus logros fueron engrandeciendo cada vez más su figura.

Ese miércoles 23 de octubre de 1940 no sospechó que llegaba a Tres Corazones, en Minas Gerais, un changuito con la pelota en el alma. Sin embargo, una de las hazañas que no podría batir fue la de Joao, su padre, que llegó a marcar cinco goles de cabeza en un mismo partido.

Edson Arantes do Nascimento dejó su piel para transformarse en Pelé, apodo que nunca le gustó y que había llegado a él por la deformación de Bilé, un jugador compañero de su padre. Hasta que descubrió que en hebreo, significaba “milagro”. “Me llamaron Edson, en honor a Thomas Edison, porque la electricidad acababa de ser introducida en mi ciudad natal en Brasil cuando nací… Cuando tenía tres o cuatro años, mi padre, Dondinho, me llevaba a los entrenamientos del Vasco. Siempre que podía, me metía en la portería y jugaba, y cuando conseguía parar un tiro, gritaba: ‘¡Bien, Bilé!’ o ‘¡Gran parada, Bilé!’ Cuando nos mudamos a Bauru, ese ‘Pilé’ se convirtió en Pelé. O lo cambié yo mismo”, recordaba el astro. “Con los años he aprendido a vivir con dos personas en mi corazón. Uno es Edson, que se divierte con sus amigos y familiares; el otro es el futbolista Pelé”, confesaba.

Pelé: un monarca de la redonda, único e irrepetible

Los logros deportivos lo convirtieron en una personalidad. Presidentes, políticos, pontífices, estrellas de cine, se rindieron ante la hechicería de “O Rei”. Los papas Juan XXIII y Pablo VI lo recibieron en El Vaticano. En Biafra, hubo una tregua de 48 horas en la guerra para ver al Santos que andaba de gira por África. El senador Robert Kennedy fue a verlo al vestuario para regalarle un dólar de oro. Los colombianos se indignaron cuando en un amistoso fue expulsado. Un dirigente fue a verlo al vestuario para decirle que volviera a la cancha porque habían decidido reemplazar al árbitro por el juez de línea.

Un cetro en disputa

No había nacido aún, cuando Pelé ya era rey. En Villa Fiorito nació un changuito dispuesto a disputarle el cetro. Diego Armando Maradona sacó pasaporte de ídolo, y comenzó al despuntar el siglo 21 entre ambos una relación de rivalidad y de admiración, pero que también tuvo aristas ríspidas. Según el sociólogo Ronaldo George Helal, la rivalidad se acentuó cuando en el año 2000 la FIFA eligió al mejor jugador del siglo. Pelé se consagró como la máxima figura con el voto de los especialistas seleccionados por la FIFA, pero Maradona ganó por el voto del público en internet. Dos años antes, Maradona había afirmado en un programa que “el Morocho”, como comenzó a llamarlo, había tenido su primera relación sexual con un niño. “Pelé es un fenómeno, pero cuando salían a la cancha, yo seguía a Rivelino”, decía Diego socarronamente. “Maradona es un mal ejemplo. Fue un excelente jugador pero, por desgracia, todo el mundo puede ver lo que hizo con su vida… Basta con ver los hechos: yo fui netamente más completo. ¿Saben cuántos goles de cabeza hizo Diego? Les respondo: ninguno. Pelé, cien. ¿Y de derecha? Yo hice en total 1281 goles. ¿Eso no les dice nada?”, decía el brasileño.

En 2005, en el programa televisivo “La Noche del Diez” por Canal 13, “Dios” invitó al Rey. Los elogios y los jueguitos con la pelota ahuyentaron los desencuentros entre los ídolos. “Creo que juntos podemos hacer muchas cosas. Vamos a unirnos más de lo que estuvimos hasta ahora. Porque estuvimos distanciados. Vamos a aclarar nuestros puntos de vista y vamos a hacer cosas para la gente. Gracias de corazón”, le dijo el Diego. París los volvió a reunir en 2016, invitados en un acontecimiento auspiciado por una fábrica de relojes. En el Mundial de Rusia, se dieron un abrazo al compartir un momento con el presidente Vladimir Putin.

“Que triste noticia. Perdí a un gran amigo y el mundo perdió a una leyenda. Aún queda mucho por decir, pero por ahora, que Dios le dé fortaleza a la familia. Un día, espero que podamos jugar a la pelota juntos en el cielo”, dijo el futbolista, cuando el Pibe de Oro entró en ese túnel del que no se regresa.

“Nací para el fútbol como Beethoven para la música… nunca habrá otro Pelé, mi madre y mi padre cerraron la fábrica y rompieron el molde. Soy único e irrepetible”, sostenía. Dicen que no hay dos sin tres. Los 82 años de “O Rei” que se despidieron ayer, andarán ya reclamando su trono en el Olimpo.

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