Casa Minka
Desde Japón hasta la Argentina
En la localidad de Boulogne, provincia de Buenos Aires, existe una vivienda que resalta sobre el resto del entramado urbano. Ella lleva por nombre Casa Minka y su historia implica una estrecha unión entre Japón y nuestro país. Esta joya arquitectónica pertenece a Guillermo Bierregaard y su esposa: una pareja argentina que vivió durante 32 años en Tokyo. Al regresar al país el matrimonio no pudo despegarse del todo de la cultura asiática y tomó una curiosa decisión. Antes de volver, compraron una antigua casona (del siglo XVIII) que se hallaba ubicada en la prefectura de Fukui.
El hogar fue desmantelado en cientos de partes y conducido así hasta el puerto más cercano. Luego, antes de que estos fragmentos se embarquen rumbo a la Argentina, parte del esqueleto de la casa fue reconstruido. Todo el proceso tardó cinco años hasta que finalmente en 1984 el hogar logró montarse nuevamente.
El amor por la arquitectura y el diseño que ambos sintieron hizo que, tiempo después, se convirtiera en un museo de arte moderno (“La Casa de Japón”). El espacio cuenta con 850 piezas de arte entre las que se incluyen objetos de cerámica, canastas, esculturas, kimonos y artesanías creadas desde el período Meiji en adelante.
- Dirección: calle San Martín 1.596, Buenos Aires.
- Datos técnicos: Casa Minka se encuentra abierta a todo público, pero se requiere hacer una cita previa. Para mayor información comunicarse al teléfono 01147379293 o enviar un mensaje al Instagram @minka_argentina.
Mausoleo El ala
Relaciones malditas y trágicos destinos
Drama, extravagancia, violencia y rumores urbanos… el mausoleo El Ala posee todos los componentes necesarios para que su nombre alcance la fama. Ubicado sobre la Ruta Provincial N° 5 que une Córdoba capital con Alta Gracia, la estructura (de una altura mayor al obelisco porteño) fue inaugurada -en 1936- en honor a Myriam Stefford.
La colosal obra surgió a partir de un encargo de su marido, el escritor Raúl Barón Biza. En aquella época el matrimonio era bastante popular debido a la lujosa y provocativa vida que llevaban. Con una fuerte afición por la aviación, Stefford fue una de las primeras mujeres en pilotear un avión en Argentina. Sin demasiados conocimientos técnicos, ella decidió realizar una travesía que uniese en su recorrido a diversas provincias del país. Mientras intentaba cumplir este objetivo, la actriz tuvo un accidente aéreo y falleció junto a su copiloto en San Juan.
Durante cuatro años sus restos descansaron en un panteón del Cementerio de Recoleta hasta que Barón Biza quiso apostar por un reconocimiento mayor. Fue así que construyó el mausoleo en uno de los terrenos que pertenecían a su estancia. Debajo, la estructura acuna los restos de la aviadora junto a un epitafio que dice “Viajero, rinde homenaje con tu silencio a la mujer que, en su audacia, quiso llegar hasta las águilas”.
El relato no acaba aquí y, al contrario, cualquier vestigio de romanticismo queda opacado con los hechos que siguieron a la muerte de Stefford. En los años venideros, Barón Biza pasó de ser un notable hombre de negocios a volverse un preso político, tener que exiliarse en el extranjero y ser hasta condenado por atentar contra la moral pública debido a sus libros (de un alto contenido pornográfico).
En 1935, contrajo segundas nupcias con Rosa Clotilde Sabattini, una joven 20 años menor que él e hija de un estrecho amigo suyo y dirigente de peso en la UCR, Amadeo Sabattini, quien llegó a gobernar Córdoba. Los turbulentos conflictos personales y políticos del empresario jamás cesaron y finalmente la pareja decidió divorciarse en 1964.
Mientras ambos se hallaban reunidos junto a sus abogados, él le arrojó a Sabattini ácido sulfúrico en la cara y luego huyó. Al día siguiente, cuando la policía allanó su hogar, los efectivos descubrieron que se había suicidado con un tiro en la cabeza.
El Ala pasó por diferentes etapas que fueron desde la gloria hasta su completa vandalización y saqueos en busca de unas supuestas joyas que fueron enterradas junto a Stefford.
Sierras de Córdoba
La Capilla Buffo y una voz del pasado
Dentro de la reserva natural Los Quebrachitos, la típica postal serrana cordobesa estaría incompleta sin la Capilla Buffo. La infraestructura fue construida -en 1940- por el inmigrante italiano Guido Buffo para homenajear a su esposa e hija; ambas fallecidas a causa de la tuberculosis.
Tras rearmar su vida en Córdoba luego de su llegada al país, un día el erudito conoció a Leonor Allende: una joven periodista de la cual se enamoró al compartir los mismos intereses intelectuales y filosóficos. En 1914 la pareja decidió casarse y tres años después tuvieron una hija llamada Eleonora Vendramina.
La desgracia inició cuando Leonor fue diagnosticada con esa enfermedad. Para que lograra recuperarse, Buffo decidió construir una casa en medio de la naturaleza e irse a vivir todos juntos ahí. No obstante, el tratamiento no dio resultado y -finalmente- ella falleció en 1931. Una década después (a la edad de 24) también lo hizo su única hija.
Con su dolor a cuestas, el excéntrico personaje hizo uso de sus conocimientos en arquitectura y astronomía para erigir a pocos metros un mausoleo familiar y una capilla complementaria.
La originalidad y mezcla de recuerdos íntimos es lo que más sorprende a los visitantes. En el techo, unos orificios permiten que varios frescos renacentistas se iluminen según el impacto de la luz natural por la rotación solar. Sobre el suelo, ese detalle es acompañado por un dibujo de nubes que simulan una alfombra e incrustaciones de bronce. Los apliques en forma de planetas y estrellas fueron colocados en la posición exacta en que yacían al morir Eleonora.
En el exterior, una estructura con la partitura de la Quinta Sinfonía de Beethoven y la oración de Jesús en el huerto según San Mateo, también hacen que los turistas sientan que alguien les abrió la puerta a los más profundos gustos y recuerdos de un extraño.
La capilla tardó nueve años en fabricarse y hoy -tras la muerte de su creador- es uno de los destinos más buscados al andar por la zona de las Sierras Chicas. La casa fue transformada en un museo en el cual aún se conserva el mobiliario original y es destino obligado de quienes recorren la zona.
- Dirección: Camino a los Quebrachitos (Unquillo, Sierras Chicas, Córdoba).
- Datos técnicos: la capilla posee visitas guiadas, para conocer sus horarios y disponibilidad hay que llamar al teléfono (3543) 483438. Para mayor información visitar la web www.fundacionguidobuffo.org.
Buenos Aires
La iglesia de Santa Felicitas
Acorde a los archivos históricos, Felicia Antonia Guadalupe Guerrero fue una bella joven que perteneció a la aristocracia criolla. En busca de ampliar sus riquezas, la familia hizo que se casara (a los 16 años) con Martín Gregorio de Álzaga; un hombre bien posicionado y más de tres décadas mayor.
La pareja tuvo dos hijos, los cuales murieron a corta edad debido al cólera que azotaba al país. Las pérdidas no se detuvieron ahí y las vueltas del destino hicieron que ella enviudara a los 24 años. En lugar de guardar un largo luto como se acostumbraba en la época, Felicia retomó su vida social con prontitud y fue el blanco de numerosos hombres que buscaban cortejar a la delicada y rica dama.
Entre ellos, se destacó Enrique Ocampo. Al comienzo, parecía que las segundas nupcias eran una realidad, pero tras conocer a un estanciero llamado Manuel Sáenz Valiente, ella tuvo un “cambio de corazón”. Sin poder asimilar el rechazo y sumido en un ataque de celos, Ocampo la asesinó en 1872.
Tras la comidilla mediática y pena, sus padres (Doña Felicitas Cueto y Don Carlos Guerrero) decidieron levantar un templo en su honor. Es así que, en 1898, surgió una de las construcciones arquitectónicas más eclécticas del barrio de Barrancas.
Si bien la iglesia lleva el nombre de una santa del siglo II, este espacio es el único en Buenos Aires dedicado a una mujer seglar y no a una figura religiosa. Al punto de que dentro se exhiben también estatuas de Felicia, sus suegros y sus padres.
La obra arquitectónica exhibe en su interior vitrales franceses, lujosas arañas con caireles de cristal, atractivos frescos europeos, un hermoso reloj inglés y un órgano alemán de gran calidad. Además, el lugar posee una reproducción de la Gruta de la Virgen de Lourdes.
Por su valor de figura pagana, son muchísimas las mujeres que se acercan a la iglesia para llevar adelante un ritual especial: atar pañuelos o telas blancas en sus rejas y pedirle a Felicia por la recuperación de un amor perdido o la conservación de un amante enamorado.
- Dirección: calle Isabel la Católica 520, frente a la Plaza Colombia en barrio de Barracas, Capital Federal.
- Datos técnicos: para mayor información sobre los horarios de visita ingresar a www.santafelicitas.org.ar o comunicarse al teléfono 43011964.