Knock Out, la banda que surgió entre pacientes del Obarrio y sueña con telonear a Rata Blanca

El proyecto fortaleció la autoestima y la interacción social de los miembros del grupo: los ayudó a sanar.

El grupo durante su presentación en la plaza Belgrano, donde hablaron de sus aspiraciones con LA GACETA. El grupo durante su presentación en la plaza Belgrano, donde hablaron de sus aspiraciones con LA GACETA. FOTO LA GACETA/INÉS QUINTEROS ORIO
24 Enero 2023

Por Silvina Cena - Especial para LA GACETA.

El escenario es así: una pileta pampa de cemento en plena plaza Belgrano. Una hondonada gris que en un día infernal de verano duplica el calor y el agobio. Sin embargo, la sensación térmica de casi 40º es una preocupación accesoria para la inmensa diversidad de personas que lo caminan y rodean. A un costado, unos niños se retocan el maquillaje celeste y blanco en las mejillas; más allá, los integrantes de una batucada se alisan con las manos sus refulgentes prendas verdes y rojas; por aquí, dirigidos por sus terapeutas, unos adolescentes con síndrome de Down repasan los pasos de baile que luego presumirán ante el público.

Esto ocurrió recientemente durante un acto organizado por el Ministerio de Salud para conmemorar el Día de la Discapacidad, bajo esa premisa, fueron convocados varios de los centros terapéuticos y de rehabilitación de la provincia: cada uno, a su turno, presentó un número representativo del trabajo anual de los pacientes y del personal de salud. Murgas barulleras, breves obras de teatro, coreografías con las canciones del momento; todo se sucedió bajo un sol impiadoso y frente a una hilera de familiares que sacan fotos.

Y allá, debajo de un árbol que se esforzaba para darle sombra, un grupo de seis hombres observaba todo, entre distante y prudente. Llevaban remeras con insignias de bandas de rock, el gesto rudo, algún pucho en la mano. Desentonaban en edad y colores con los que en el escenario agitan banderitas, hablaban de un conejo mágico. Pero eso no parece ser un problema: son los chicos de Knock Out, una banda de rock que surgió entre pacientes del hospital Obarrio y que, instantes después, mostró sus propias letras.

Efecto secundario

El origen de Knock Out está en el Obarrio, sí, pero más precisamente en un espacio de terapia no verbal coordinado por el profesor Omar Bardón. En principio, dice el tallerista, no había intenciones de formar un grupo, simplemente se aprovechaban esos encuentros para que, mediante lenguajes artísticos, los pacientes adquirieran herramientas para reencontrarse consigo mismos y con la sociedad. “Dio la casualidad de que había un grupo de músicos que no estaban tocando por su enfermedad: personas que ya sabían de música o habían tenido experiencia en bandas, pero que por su condición habían vendido los instrumentos y no podían seguir interactuando socialmente -cuenta Bardón-. El proyecto musical fue un efecto secundario del tratamiento”.

Muchas vertientes convergieron para que aquello que empezó como terapia deviniera en una formación que traspasa el perímetro institucional. Primero, el impacto que tuvo en sus integrantes, que cursan alguna forma de esquizofrenia o psicosis: “hubo indicadores de mejoría en su autoestima y en sus hábitos de orden -detalla el profesor-. Además, fueron perdiendo el miedo a exponerse, un síntoma muy frecuente, porque le temen a la gente. Todo eso replicó en una mejora de su calidad de vida: se reencontraron con su parte sana, la que podía comunicarse”.

Knock Out, la banda que surgió entre pacientes del Obarrio y sueña con telonear a Rata Blanca

Por otro lado, una bisagra fundamental se dio cuando los pacientes se animaron a compartir sus composiciones. Después de un tiempo de hacer covers de rock nacional e internacional -recuerdan claramente que arrancaron con “Flaca”, de Andrés Calamaro- los chicos llevaron algunas letras que le habían servido de catarsis en momentos críticos. “Ellos tenían material que escribieron cuando estaban internados, textos que les servían para aliviarse, para poder dormir. Son escritos que están buenísimos, llenos de imágenes poéticas; cualquier persona que ha pasado por una enfermedad psiquiátrica o que sólo ha tenido síntomas puede identificarse con ellos”.

El especialista insistirá en que estos resultados no son excluyentes de su espacio ni de la música en sí, sino que el tratamiento es interdisciplinario y manejado por un equipo. Pero lo que sucedió con Knock Out los excedió a todos: pacientes que recibían el alta volvían al hospital para seguir ensayando y apostando al proyecto. Lo excedió al propio Bardón: se involucró tanto con la banda, que no la aplaude desde afuera. Es el bajista titular y uno de los miembros más entusiastas.

Letras en el aire

Pero en la plaza Belgrano, Bardón reniega. El equipo de sonido que se dispuso para el acto no está aparentemente preparado para instrumentos eléctricos y, aunque ya ha sido anunciado, Knock Out no termina de acomodarse. Pero esta es una banda profesional: no se amilana al primer obstáculo, soporta estoica el rayo abrumador del sol. Segundos antes de empezar, un hombre con ambo de enfermero repartirá una galletita a cada uno -para calmar los nervios, explicarán después-. Y finalmente largan: “esta es la primera vez que canto temas míos, ¡lo hago por ustedes nomás!”, agita Arturo Olmos, y el público le devuelve aplausos.

El equipo de sonido francamente no ayuda, pero los músicos se entregan al momento y disfrutan. Olmos se sirve de un cuaderno Potosí para recordar su letra y luego cede el micrófono a Julio Amaya, un amante del trap que, sin ayuda memoria, entona una letra larga, intrincada, de propio acervo. Tiemblan sus manos, pero no su temple; lleva exitosamente a la canción a su fin y, con ella, también termina el show.

Mauricio Herrera (primera guitarra) se irá casi inmediatamente después, pero el resto de la banda permanece un rato más. Juan Lucena -segunda guitarra, fanático acérrimo de Los Redondos y Nirvana- cuenta dos cosas: que desde adolescente soñaba con tener una banda y que algunos amigos productores le dicen que ya están listos para escenarios mayores, como el del Club Floresta. Es una posibilidad que ambicionan muchísimo, pero la prioridad ahora es grabar un disco. “Aunque sea cinco temas”, pide Lucena.

Mariano Videla -baterista, cultor de la cumbia, el cuarteto y el rock- admite que Knock Out impulsó una mejora en su tratamiento. “Me saca de mi casa, del estrés: me dio un proyecto -indica-. Incluso para mi mamá, que es la única que me acompaña, fue una sorpresa esta banda, no creía que pudiera formarla. Y sí, le gusta”.

Olmos y Amaya, en su rol de letristas, revelan algunos secretos de composición. “Las letras se me vinieron a la mente: como dice Keith Richards, de los Rolling Stones, se me aparecían en el aire y las agarré”, dice el primero, que también detalla que la mayoría de sus textos versan sobre hadas y dragones. Amaya -seguidor de Wos y Trueno- resalta el carácter sedante de volcar pensamientos en papel: “uso la escritura como una terapia, por ahí me cuesta expresar lo que siento y me tranquilizo pasándolo a letras. Cuando soltás una emoción, sentís algo lindo en el pecho”.

Autogestión

Con un pie en la visión terapéutica y otro en los deseos del grupo, Bardón aporta que una meta mediata es independizarse del acompañamiento institucional y que la banda se gestione a sí misma; que el Obarrio haya sido el punto de origen y solo eso. Hay algunas aproximaciones, mientras tanto: “antes eran chicos que no salían a la calle y, a partir del grupo, salen a comer, van juntos a recitales, se visitan entre sí. El equipo tratante apunta a eso: va sosteniendo hasta que puedan continuar solos”.

- ¿Con qué sueñan?

Olmos responde primero y rápido: “con compartir escenario con Rata Blanca y Hermética”. Amaya dice que está enfocado en seguir escribiendo y que el primer filtro de sus letras es una sobrina de siete años que la tiene clara con el trap. Lucena insiste en visualizarse entrando protagonistas a Floresta: “podríamos empezar teloneando alguna banda”.

“Pero esta vez con un buen sonido”, lo interrumpe Bardón. Las risas de los cinco se escuchan sobre la canción de Chayanne con que unos niños aún animan al público de fondo.

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