Las preguntas tienen muchas dudas. Son ansiosas. Nunca saben lo que pueden originar, por eso a veces son vergonzosas. Están las intrépidas que desatan huracanes, tormentas y hasta matrimonios. Están las amables que buscan ser complacientes. Esas son las que intuyen las respuestas. También aparecen las preguntas tontas que sólo quieren conversar un rato pero que por lo general sorprenden. Es que las respuestas a esas preguntas sin sentido por lo general dicen mucho de los entrevistados. Un subgénero de las preguntas tontas son las lógicas. Esas por lo general no tienen respuestas porque sorprenden pero también porque exigen un segundo para pensarlas -el que responde tiene miedo de que sea una trampa- y entonces los que responden son los gestos antes que las palabras.
Las preguntas son acciones. Con un poquito más de curiosidad hubieran sido más importantes que los verbos, pero parece que llegaron tarde a ese reparto. Provocan movimientos. Despiertan y sacuden a los interlocutores.
En la política, si algo quiere el dirigente es saberlas. Buscan conocerlas de antemano. Les temen. Saben que corren riesgos cuando las preguntas hablan. Además los dueños de las preguntas son los electores que les delegan el poder.
En Juntos por el Cambio, si hay algo que sobra, son preguntas. Pero lo llamativo es que hay una cuenta que está más en rojo que la cuenta del almacenero: la de las respuestas. En ese rubro todos piden crédito. Es que las respuestas escasean. En todo caso, el problema es que cualquier respuesta se puede llevar una candidatura y acarrear un gran problema.
Hay una pregunta que no tiene problemas en Juntos por el Cambio: ¿Quiénes son los candidatos para 2023? La respuesta es rápida y simple. Velozmente salen los nombres de Germán Alfaro y de Roberto Sánchez. No pregunte por la fórmula que competirá el 14 de mayo ni por otras cuestiones. Menos aún indague quiénes son los líderes porque ahí las respuestas no son las mismas. Y, por lo tanto, empiezan las complicaciones.
Si cualquier interlocutor le pregunta a Roberto Sánchez quién será el candidato a gobernador, el diputado nacional responde con una velocidad propia de un corredor de rally y dice: Roberto Sánchez.
Si se hace exactamente lo mismo con Germán Alfaro, el intendente de la capital suelta su respuesta con la velocidad de quien tiene un equipo que lo prepara para cualquier pregunta y por lo tanto dice: Germán Alfaro.
Dos para un cargo
Si hay un solo candidato a gobernador ,el problema de Juntos por el Cambio es que tiene dos y ninguno de los dos está dispuesto a ceder. Sin embargo, intentando entrar en el terreno de la lógica, se le podría preguntar a Alfaro qué haría si Sánchez terminara siendo el postulante por su espacio. Como toda pregunta tonta, el intendente piensa, tira el cuerpo para atrás y esquiva una respuesta. En realidad contesta otra cosa porque advierte que eso no sucederá.
El piloto escucha esa pregunta y parece que le hubiera entrado una basurita en el carburador. Endurece sus hombros, baja la vista, piensa, estira el silencio - Sánchez es un diplomado en silencios- y contesta: “Yo voy a ser gobernador. Estoy seguro”.
Entre las poquísimas coincidencias que tienen Sánchez y Alfaro está la de no estar dispuestos a ceder sus respectivas precandidaturas a gobernador y la de no ver la posibilidad de ser vicegobernador en un futuro.
A Sánchez pareciera que el vértigo del piloto le gana al cálculo y la paciencia del empresario papero. Por eso no parece dispuesto a elaborar un plan B ante el hipotético caso de que no llegue a salirse con la suya. Más allá de sus declaraciones, muchos tucumanos ven la cercanía de los comicios y Juntos por el Cambio devuelve incertidumbres.
Alfaro camina la política desde muy jovencito, desde la cuna. No puede dar un paso ni responder una pregunta -salvo que sea muy tonta- sin haber planificado alguna respuesta o algunos movimientos del ajedrez. Alfaro sabe que su pieza más fuerte en esta contienda con Sánchez está fuera del tablero tucumano. Es Horacio Rodríguez Larreta su principal sostén en Buenos Aires. Mientras tanto, en Tucumán ya dio indicios de que intentará no perder el control de la municipalidad de Capital. Para eso no le va a quedar más remedio que mover la dama. El sacrificio puede ser muy grande porque dejaría una banca de senadora. Sin embargo, la poltrona de Beatriz Ávila podría ser ocupada por el primo del intendente, Rolando “Tano” Alfaro. Todo queda bajo el control del lord mayor. A esta jugada Alfaro la pergeñó hace dos años y ahora puede ser una salida para el intríngulis en el que se encuentra.
Sánchez confía ciegamente en las encuestas. Todas -las que tienen en Casa de Gobierno como las que se muestran sin animarse a publicarlas- dirían que el concepcionense se queda con la pole position. A eso se aferra el corredor y no da el brazo a torcer de ningún modo. Alfaro también mira encuestas y algunas les sugieren mover algunos alfiles que tienen años en las pantallas televisivas. El problema es que se animen a cambiar de rubro.
Sánchez y Alfaro reconocen en privado que no hay posibilidades de que Juntos por el Cambio se rompa. Saben que ninguno cargaría con el pesadísimo sambenito de romper una estructura y que se lleve todas las culpas de una derrota electoral.
Sin embargo, cuando la pregunta se la hacen a cualquier dirigente del espacio de uno y otro lado la respuesta -en voz baja, por supuesto- es muy fuerte. Tal vez por eso se la cuenta casi susurrándola: “está todo muy difícil”. No está cerca el acuerdo.
Esta semana que se va para nunca más volver sobrevoló Tucumán un larretista de la primera hora. Haciendo gala de su apellido, terminó haciendo una jugada maquiavélica. Se reunió con Alfaro, lo cual no sería una sorpresa porque los eslabones que unen la cadena con el jefe de Gobierno de Buenos Aires son muy robustos. Lo curioso es que en busca de la unidad tuvo una larga charla con un radical. Fue el intendente de Yerba Buena, Mariano Campero, el que se sentó frente al operador. Con esa simple jugada quedaron al descubierto algunas fisuras en la estructura de Sánchez y de su equipo. Es que más de una vez Sánchez, como buen piloto, decidió volantear a su arbitrio y no como decían las hojas de ruta.
Juntos por el Cambio camina por una cornisa y a medida que avanzan los días se hace más difícil el equilibrio que exige la unidad. El 14 de mayo podría haber sorpresas. Esta hipótesis se apoya en otras respuestas que han empezado a escucharse. Más de uno habla de 2027, como si sintieran que 2023 ya se hubiera corrido. Claro que estas perspectivas se barajan en las categorías mayores, no para sostener y defender bancas legislativas, de concejales y algunas intendencias.
La candidata
En la vereda del frente no paran el motor, en estos días Osvaldo Jaldo se ajustó los botones de gobernador y Juan Manzur se ató los cordones de sus borceguíes de conductor. Jaldo hizo esfuerzos para mostrarse como un mandatario diferente. Ni como Julio Miranda, ni como José Alperovich, ni como Juan Manzur. Por eso no dudó un segundo en meterla presa a la cacique Margarita Mamaní cuando amenazó con cortar la ruta 307 y afectar la vida turística. Esa jugada ninguno de sus antecesores se animó a hacer. Ellos prefirieron pedir tablas antes de arriesgar.
Por su parte, Manzur definitivamente puso una candidata en la Capital. Fue un paso trascendental porque a partir de ahora todos los postulantes deberán tragar saliva y proponerse otros objetivos sin chistar. Rossana Chahla es una muestra de cómo en los espacios políticos es más importante ganar que desarrollar un proyecto determinado. Por eso Chahla, que apenas está aprendiendo el lenguaje de diputados, tiene que bajar a competir apenas dos años después de haber sido elegida para otra cosa por la sociedad. Chahla, si bien está en la escudería de Juan XXIII, forma parte del equipo del diputado Carlos Cisneros, que se robustece y cada vez suma más corredores.
Enero termina cargado de incógnitas y febrero asoma dispuesto a responderlas. En el oficialismo, aún con machete, van tachando casi todos los casilleros. En Juntos por el Cambio hay respuestas que se las van a llevar a marzo.