De La tregua a Argentina, 1985

Nuestro cine y su historia con los Oscar.

12 Marzo 2023

La escena es cinematográfica. El marco es el almuerzo de nominados al Oscar con autoridades de la Academia de Hollywood en 1975. En la mesa de directores, un ex presidente de la Academia propone hacer una breve presentación de cada uno. Arranca él: “Soy Frank Capra, dirigí 43 películas, tuve seis nominaciones y gané tres Oscar”. Continúan, en la ronda, otros miembros ilustres: Billy Wilder, 24 películas, ocho nominaciones, dos estatuillas. King Vidor, más de medio centenar de títulos, seis nominaciones. William Wyler, 40 películas, tres Oscar. La lista de nominados de ese año incluye a directores mucho más jóvenes pero ya con logros notables como Francis Ford Coppola, quien se presenta ese año con la segunda parte de El Padrino, o Roman Polanski, con Chinatown. Le toca el turno de presentaciones a un director que nadie conoce. “Mi nombre es Sergio Renán, soy argentino y dirigí una sola película”. La presentación desata risas en los comensales. Creen que se trata de una broma. Pero no. La tregua, film protagonizado por Héctor Alterio y Ana María Picchio, es su primer largometraje y también el primero de habla hispana en ser nominado a un Oscar.

Hablé con Renán sobre los avatares de La Tregua casi 40 años después de ese almuerzo y meses antes de su muerte. Le tocó debutar en una época nada fácil. El año anterior, tres de los directores extranjeros nominados eran Bergman, Truffaut y Bertolucci. “Pasé de sorprenderme con la cola que se formaba para ver La tregua en un cine de Buenos Aires a escuchar a Frank Sinatra anunciar la categoría, mientras yo albergaba la secreta esperanza, que mi razón no me permitía, de escuchar el nombre de la película en el anuncio de la ganadora”, recordaba Renán. Le tocaba competir con Fellini, quien terminaría ganando el premio de la Academia a “mejor película extranjera” con Amarcord.

La tregua abrió un camino al cine argentino –y al latinoamericano- hacia el reconocimiento a nivel global. Camino que muestra continuidades, retrocesos e innovaciones en un cine que consolidó su calidad, su éxito comercial y su inserción internacional.

La segunda película argentina nominada a mejor película extranjera fue Camila, dirigida por María Luisa Bemberg y nuevamente con la presencia de Alterio en el elenco, en 1985. Una semana después de la ceremonia se estrenaba La historia oficial, de Luis Puenzo. Norma Aleandro y Alterio (otra vez) eran sus protagonistas. Y se repetía, como guionista, Aída Bortnik, quien había tenido a su cargo el guion de La tregua, junto con Renán. La historia oficial, cuya trama gira en torno a una apropiación ilegal de la hija de una desparecida en los 70, obtuvo el primer Oscar para el cine argentino.

Una nueva nominación llegó en la edición 2002, con El hijo de la novia, de Juan José Campanella. Protagonizada por Norma Aleandro y Ricardo Darín, el elenco incluía a…, sí, Alterio. Campanella reflexionaba así, en una entrevista publicada en este suplemento, sobre el despegue de nuestro cine en esos años: “A mediados de los 90 empieza a sentirse un aire fresco en el cine argentino. Venía de su peor momento, fines de los 80, principios de los 90, donde la producción se había volcado a lo peor de lo comercial. Y en los 90 se ve un adelanto, un poco por las escuelas de cine y otro poco por la Ley de Cine del año 94, que fue un antes y un después”.

El segundo Oscar para la Argentina vino de la mano de otra película de Campanella, El secreto de sus ojos, en 2010, también con Darín como protagonista. Se convirtió en la película argentina más taquillera desde Camila y en la que tuvo una de las adaptaciones hollywoodenses más ambiciosas -Secretos de una obsesión, protagonizada por Julia Roberts y Nicole Kidman-.

Otra nominación llegó con Relatos salvajes, de Damián Szifron, en la edición 2015 (Darín protagoniza una de las seis historias que componen la película). Con casi cuatro millones de espectadores, rompió -y mantiene hasta hoy- el record histórico de taquilla del cine argentino.

Recorrido con muchos hitos

La Argentina es el país latinoamericano con más estatuillas y, después de México, el que acumula mayor cantidad de nominaciones en la categoría “mejor película extranjera”. En el recorrido de nominaciones y estatuillas ligadas a la Argentina se pueden agregar casi dos decenas de nominaciones y siete premios más si incluimos los recibidos por artistas argentinos como Armando Bo y Nicolás Giacobbone (ganadores en “mejor guion” por Birdman), Nicolás Schmerkin (ganador en “mejor cortometraje” con Logorama) o Lalo Schifrin (Oscar honorífico 2018 después de seis nominaciones). Gustavo Santaolalla, quien recibió dos Oscar por “mejor banda sonora” (las de Secreto en la montaña y Babel) decía, en una entrevista en LA GACETA Literaria, que en la música incidental de las películas “uno de los requisitos fundamentales es que no busque provocar la emoción que el guion, las imágenes y las actuaciones no lograron”. Luis Bacalov, otro músico argentino ganador de un Oscar (por la música de Il postino) contaba, también en estas páginas, cómo había dejado una marca argentina clave para el éxito de la película y para grabar en la memoria del público las melodías que compuso: “El tango Madreselva –junto con la presencia de Neruda- fue el pasaporte para la composición de la música de Il Postino”. Eugenio Zanetti, otro ganador argentino (“mejor dirección artística” por Restauración), entrevistado por Asher Benatar para este suplemento, comparaba los Oscar con las palmas y los leones de oro (los galardones de los festivales de Cannes y Venecia): “En los Oscar hay más egolatría porque se homenajean a sí mismos, pero también encuentro que la adjudicación de los premios es más democrática en los Estados Unidos. Son varios miles de personas las que votan; en Europa lo hacen 15 o 16”.

Testimonios, todos estos, de un talento que logró visibilidad internacional.

El desafío de esta noche

Argentina, 1985, dirigida por Santiago Mitre y protagonizada por Ricardo Darín, aborda el Juicio a las Juntas haciendo foco en los dilemas íntimos del fiscal Julio César Strassera. La película tuvo un resonante éxito de público (estrenada a fines de septiembre pasado, en cinco semanas ya había superado el millón de espectadores, cifra récord en los últimos dos años y medio) y tuvo un brillante recorrido en festivales internacionales (ganó el Goya, un Globo de oro y recibió una ovación de pie de nueve minutos durante el Festival de Cine de Venecia). En nuestro país, la película disparó debates sobre el rigor de los hechos narrados, la poca relevancia que se da a ciertos personajes históricos –como Raúl Alfonsín o los jueces de la Cámara- o su conexión indirecta con el presente político. En el exterior se repara, por un lado, en lo singular de la historia narrada. Se trata de una hazaña judicial inédita a nivel mundial, la de un tribunal civil condenando al terrorismo de Estado; también la de una democracia frágil e incipiente que pretende desterrar al autoritarismo. Pero sobresale, en la mirada de los espectadores –locales y globales-, el costado humano de la historia. La de un hombre ordinario al que le encomiendan una tarea extraordinaria: restaurar el orden jurídico quebrado de un país.

La película de Santiago Mitre tiene como gran rival en la premiación de esta noche a Sin novedad en el frente, remake alemana de la película homónima que ganó como “mejor producción” en 1930, durante la tercera edición de los Oscar. Su mensaje tocó una fibra sensible en esa época de posguerra y de resurgimiento del belicismo alemán. Hoy dialoga con la guerra de Ucrania.

Sin novedad en el frente, además de la nominación a “película internacional”, consiguió ocho nominaciones en otros rubros. Es un ejemplo de la relativamente reciente apertura de los Oscar que, hasta hace no mucho, constituían una ceremonia de autopremiación de la industria cinematográfica norteamericana. Películas como la francesa Amour (cinco nominaciones, una estatuilla, en 2013), la mexicana Roma (once nominaciones, tres estatuillas, en 2019) la coreana Parasite (en 2020, Oscar “a la mejor película”, “mejor director”, “mejor guion” y “mejor película internacional”) y la japonesa Drive my car (cuatro nominaciones, una estatuilla, el año pasado) son antecedentes destacados de la ampliación de la ventana de observación y reconocimiento que tiene el cine extranjero entre los miembros de la Academia de Hollywood.

Con una Academia con mirada más global, el cine argentino se sienta esta noche en la fiesta de los Oscar con una carta de presentación nutrida por una trayectoria destacada y una película que constituye una nueva muestra de profesionalismo y calidad.

Daniel Dessein

© LA GACETA

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