Los Fabelman y el cine de Spielberg

Arte, entretenimiento y otras cuestiones.

12 Marzo 2023

Dos historias se unen en la película Los Fabelman: la de una familia que se desarma y la de un chico que aprende a hacer cine. Por momentos, las historias son una sola. El tío Boris le enseña, en una habitación, el dilema al que se va a enfrentar: hacer arte implica una elección que pone en primer plano el cine y deja de lado (de forma conflictiva) a la familia. La sentencia de Boris funciona como un eje en todo el relato. Cada vez que el joven Sam Fabelman estrena un nuevo corto (en ese camino de aprendizaje) se enfrenta a una crisis familiar. En la película que hace por encargo de su padre (cuando la abuela materna muere) descubre en los trozos de celuloide que hay un amor que no debe ser contado. Mientras estrena la película que hizo como homenaje a la secundaria en California su novia lo deja y Sam sufre por las consecuencias. Es decir, el cine y la vida están entrelazados y se unen en el conflicto.

La secuencia que narra cómo el joven descubre el amor secreto entre su madre y el amigo de la familia y cómo le muestra a su madre ese descubrimiento es uno de los fragmentos magníficos desde el punto de vista formal y narrativo. El montaje impecable, la fotografía cuidada y las actuaciones precisas le otorgan a esos momentos una tensión, un placer por la detallada composición visual y una finura memorables.

En Los Fabelman, Spielberg ha narrado una versión de su vida apelando a las recursos del drama y la comedia (algunos toques de humor vienen bien en un drama que cuenta “un proceso de demolición”). La historia de la separación de los padres es amarga y los instantes de humor ayudan a que el espectador descargue las tensiones acumuladas y pueda recibir los golpes del drama. Quizás la secuencia menos trabajada desde el punto de vista narrativo sea la del odio antisemita en la secundaria. Allí el director desarrolla a los tropezones el episodio y sigue una forma de resolución que ronda el cliché.

Arte y entretenimiento

En el final ocurre la epifanía. El joven Sam (o Sammy, como lo llama su novia de forma equívoca en el marco de un fervor religioso y erótico) es llamado a un estudio de cine.

Tiene una entrevista emblemática con un gigante del cine: John Ford. El viejo director de westerns le da una lección después de haber encendido su cigarro: si el horizonte está en el medio de la pantalla entonces la película es aburrida y sosa. Sólo funciona si el horizonte está arriba o abajo en la composición visual. Este comentario de Ford une las dos cuestiones que están en tensión en el cine de Spielberg: el entretenimiento y el arte.

De forma esquemática, se podría decir que hay al menos dos tendencias en el cine de Hollywood: el cine que procura un goce escópico derivado del trabajo técnico y narrativo por parte de un director entendido como autor, por un lado; por otro, existe el cine que tiene como objetivo principal el éxito en la taquilla: por lo general, este cine se nutre de formas narrativas y de montaje asociadas a la estética clásica estandarizada, aquella que sigue una fórmula estudiada para capturar una audiencia que no piensa en el cine como arte sino como un pasatiempo. En las últimas décadas, este cine se ha relacionado directamente con una idea de consumo.

Desde sus inicios como director, Spielberg ha realizado películas que procuran la atención de un público masivo que encuentra en el cine un entretenimiento. En algunas de sus películas, Spielberg ha conseguido unir las dos tendencias que he mencionado más arriba: es decir, además de narrar para entretener, ciertas películas del director se han convertido en piezas que pueden ser vistas como películas de autor ya que encontramos en ellas el cuidado en la puesta en escena y en la construcción narrativa. Este trabajo artístico puede ser visto como una estética conquistada por el director.

La lección del personaje Ford en Los Fabelman sintetiza la premisa del cine de Steven Spielberg: el cine puede entretener y aspirar a ser un arte. El director de ET termina la película sobre su propia vida con una pregunta que cifra su estética: ¿cómo hacer arte y entretener al mismo tiempo?

Cine clásico

En un artículo memorable, la crítica Silvia Schwarzböck ha dicho que el cine es más grande que la vida durante el cine clásico. Es decir, las películas proponen en sus narraciones una forma de comprensión de la vida que excede a la vida misma. Esto significa, según Schwarzböck, que el cine modifica los finales y las formas del relato con el propósito de brindar una prótesis, un elemento dichoso que la vida, en sí misma, no tiene. Se podría pensar que en este sentido, Spielberg confirma en Los Fabelman la hipótesis de Schwarzbock: cuando narra de forma magistral una serie de sucesos nimios o personales, la película logra que el cine mejore a la vida. Spielberg convierte la vida propia en un espectáculo y en una experiencia más importante que lo que la vida es (a veces). Como efecto insuperable, consigue que la existencia cinematográfica derrote (sólo esa vez) al vórtice inevitable del olvido.

© LA GACETA

Fabián Soberón - Profesor de Teoría y Estética del Cine de la Escuela Universitaria de Cine.

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