El pueblo de Niogasta, en riesgo de desaparecer

El río Chico se desbordó y cubrió un sector donde viven 16 familias que deberán ser reubicadas. Otras 34 pasarán por el mismo problema

ANTES TERRENO, AHORA LAGO. En las áreas inundadas por el río Chico ya no se podrá vivir.  ANTES TERRENO, AHORA LAGO. En las áreas inundadas por el río Chico ya no se podrá vivir.

El pueblo de Niogasta (Nueva Trinidad) parece condenado a desaparecer, tal como sucedió con los parajes vecinos de Esquina y Sud de Lazarte.

El último desmadre del río Chico acentuó la amenaza al quedar toda la zona cubierta por un manto de agua que no se repliega. De acuerdo a un informe de la comuna de esa jurisdicción, son 16 las familias que deberán ser reubicadas en razón de que sus casas han quedado en medio de la corriente del río, el cual se ensanchó, derribando los barrancos.

Hay otras 34 familias que, aunque están en sectores más altos, tarde o temprano –se advirtió- van a tener que instalarse en otro lugar más seguro.

Evacuación de urgencia

También desvela el futuro de la escuela y del Centro de Integración Comunitaria (CIC). La creciente, que llegó el fin de semana, hizo estragos en la zona. Obligó a la evacuación de unas sesenta personas que se instalaron en casas de parientes. De la tarea participaron policías de la Regional Sur, de la división Lacustre, bomberos voluntarios de Bella Vista y personal de la comuna de Nueva Trinidad. “El rio se abre y se nos viene encima. Se hacen trabajos en el cauce, pero cuando llegan las crecientes sobrepasan las defensas. Todo aquí se convierte en un lago inmenso”, explicó José Romano.

Este hombre se resiste a abandonar su vivienda acorralada por las aguas. Su esposa y sus hijos se fueron, pero él se quedó a cuidar sus bienes. Es parte de una de las 16 familias que deben reubicarse en un espacio sin riesgos. Una nueva creciente puede terminar arrastrando su casa.

Sin salida

“Soy consciente que debo irme de aquí. El Chico se convirtió en un peligro enorme para toda la gente de los alrededores. Niogasta se extingue desde hace tiempo, cuando desapareció Esquina y Sud de Lazarte”, apuntó Jorge Romano, pariente de José. “La cuestión es que aquí hemos nacido, nos criamos, tenemos nuestras tierras en las que cultivamos y algunos animales que sobrevivieron a las crecientes. No es fácil abandonar todo”, añadió. “Hacer nuestra casa nos costó mucho esfuerzo. Y para irnos tenemos que hacer otra. Y para eso debemos conseguir otro terreno y recursos. Sin plata no hay salida posible de aquí”, advirtió el hombre.

David Elías, comisionado comunal, admitió que la situación en Niogasta es “complicada” a partir del desborde que operó el río Chico. “Las correntadas destruyeron todo el trabajo que hicimos para evitar el desmadre. Es lamentable esto porque hay muchas familias que han vuelto a sufrir la desgracia de tener que abandonar sus casas. Hay al menos 16 que han quedado en sitios de alto riesgo y deben ser reubicadas” planteó el funcionario.

Por ahora, alimentos

Elías dijo que las familias que permanecen aisladas por las aguas son asistidas con alimentos y otras provisiones que han llegado desde el Gobierno provincial. “Por ahora es lo único que podemos hacer hasta tanto baje el nivel de las aguas. Después veremos qué solución les vamos dando a los damnificados” sostuvo.

Elías insistió en que el gran problema de la zona es que “las crecientes llegan hasta la cola del dique Frontal y, a causa de la colmatación, rebotan para retroceder hacia el oeste”. El río Chico primero tapó Esquina (ubicada a cinco kilómetros de la cola del Frontal), después gran parte de Sud de Lazarte, y ahora su brazo de agua se abrió en Niogasta.

Clases, entre socavones

Alto El Puesto (Graneros) es otra comunidad amenazada por las crecientes que bajan desde las serranías. Ahí unas 50 familias permanecían hasta ayer aisladas a raíz de los destrozos que provocaron las aguas en los caminos de acceso.

Al paraje no se puede ingresar por los dos accesos que hay: uno desde la ruta 38 en La Invernada y el otro desde la provincial 308, desde Graneros. Varios tramos de esas vías exhiben enormes socavones.

Los vecinos están logrando salir por sendas que se abren por fincas privadas. En medio de la comunidad hace tres años se abrió un enorme socavón que tiene unos 200 metros de largo, 80 metros de ancho y 10 metros de profundidad.

Con cada creciente el pozo se ensancha. La grieta ya devoró el edificio antiguo de la escuela 295 y las casas de unas cuatro familias. Ahora amenaza al edificio nuevo del local educativo y a otras cinco familias. “Por aquí no viene ninguna autoridad a dar la cara y brindarnos una respuesta a este problema que venimos padeciendo desde hace años. Queremos que desvíen las aguas que bajan desde los cerros y que vienen hacia nosotros por las calles sin control” imploró Celeste Vera.

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