Con tapas recicladas fabrica canilleras que son símbolo de la resistencia de Rosario

Vecino de un barrio humilde de la ciudad santafesina, Machuca lidera a los 21 años Fenikks, un emprendimiento de triple impacto que nació sin recursos y hoy tiene hasta su propio club de fútbol. Por cada par de canilleras vendidas, Fenikks entrega otra como recompensa a los “ecolíderes” que recolectaron el plástico. Todo surgió de la patada que le dieron a Machuca y de un balde que estaba tirado en su casa

Con tapas recicladas fabrica canilleras que son símbolo de la resistencia de Rosario

Una patada; la convicción de que se pueden inventar soluciones incluso en lugares donde sobran las carencias; el poder de reciclaje, y el amor por el fútbol y los clubes son los ejes de Fenikks, el emprendimiento que fundó el rosarino Tomás Machuca cuando estaba en el último año de la escuela secundaria. La patada en cuestión destrozó las canilleras que usaba. Como no disponía de dinero para reponerlas, miró a su alrededor y encontró los restos de un balde tirado en el piso con el que se hizo unas “a medida”. Siguió jugando al fútbol y se dio cuenta de que allí había organizaciones que podrían convertirse en recolectoras de residuos reciclables. El resultado es un proyecto de triple impacto aliado a los clubes que regala a los “ecolíderes” un par de canilleras por cada par que vende.

A los 21 años, Machuca está orgulloso de ser la cara del Rosario que ofrece resistencia a la marginalidad y a la degradación que impone el narcotráfico. “Fenikks surgió como proyecto cuando yo tenía 17 y no encontraba en el camino de la educación tradicional una respuesta sobre qué iba a hacer después de la secundaria. Comencé a emprender sin saber absolutamente nada de emprendimientos y de negocios. Sólo tenía una idea que había surgido previamente cuando buscaba la solución a un problema personal”, refiere el joven durante una entrevista remota.

El balde desechado y rescatado fue recortado con una sierra y moldeado con un secador de pelo. “Después hice un diseño en (el programa) Paint con fotos de mis familiares, lo imprimí y lo apliqué a las canilleras que había fabricado porque no podía comprar otras”, relata. La historia sigue de este modo: cuando Machuca llegó al club con su creación, sus compañeros le preguntaban dónde la había comprado y cómo podían hacer para conseguirla. “Yo les decía que un tío que vivía en Buenos Aires vendía las canilleras y que los iba a poner en contacto, obviamente porque tenía vergüenza”, admite.

Mientras cursaba quinto año, le entró la curiosidad sobre qué sucedería si él desarrollaba para terceros el invento que había generado para sí mismo. Esa inquietud dio alas a Fenikks. Al respecto, Machuca explica: “el nombre viene del Ave Fénix, que retoma el vuelo a pesar de haber estado en las cenizas. Lo escribimos en esperanto, es decir, no con ‘x’ sino con doble ‘k’, porque aquel es un idioma que busca ser global y compartido. Nosotros queremos replicar eso a partir de un movimiento de reciclaje y separación de residuos apalancado en el sentido de pertenencia y de comunidad que produce el fútbol, sin dejar de lado la resiliencia”.

Una tapita es crucial

Al principio, Fenikks fabricaba “como mucho” 300 pares de canilleras por mes, básicamente en función de los baldes y tubos de PVC que encontraban en las calles de la ciudad. Hacían todo a mano y como podían. “Llegó un punto donde ya no dábamos abasto con esa manera de trabajar y necesitábamos industrializar nuestros procesos, algo que repercute directamente en el volumen de residuos que reutilizamos. Aclaro que, al comienzo, nosotros no sabíamos que lo que hacíamos era reciclar”, apunta Machuca. Esa búsqueda de ampliar la producción hizo que Fenikks se enfocara en un ciclo basado en tapas de envases de plástico trituradas, que, según comenta el fundador, permitió a la compañía saltar a 15.000 pares de canilleras mensuales sumados los dos modelos disponibles del producto. El equipo de Fenikks está hoy integrado por 10 trabajadores.

En el paso de lo artesanal a lo industrial se incorporó al proyecto una compañía cordobesa, Ecolif, que se encarga de la fabricación de las canilleras diseñadas por Fenikks. Tercerizada la producción, Machuca y su equipo se concentraron en el modelo de captación de la materia prima y en el compromiso del emprendimiento con los clubes de fútbol. “La idea de que una tapita puede servir para algo crucial, como la protección de las piernas en el deporte, requirió un trabajo enorme porque, insisto, nosotros partimos de cero”, enfatiza el emprendedor.

Alrededor de 200 clubes de todo el país forman parte del sistema de Fenikks llamado “Ecolíderes”, que recompensa el esfuerzo de recolección de plásticos. Machuca refiere: “el esquema de ‘Ecolíderes’ implica que por cada par de canilleras que se vende, se entrega otro gratuitamente. Esto se logra mediante la distribución de códigos a los clubes que, luego, estos envían a posibles compradores para que los informen al momento de hacer la transacción. Ese código orienta la distribución de los premios, que no depende de nosotros, sino de la fuerza comunitaria”.

Contra la foto política

Machuca pertenece al barrio rosarino República de la Sexta, que define como un lugar “desfavorecido” ubicado entre vecindarios más acomodados. El emprendedor añade que él creció en una familia trabajadora y que tiene dos hermanos, un varón de 16 y una mujer de cinco años. “Pese al contexto, nunca nos faltó un plato de comida, y siempre nos incitaron a esforzarnos y a ser curiosos. Yo no terminé la secundaria por decisión propia porque no me sentía identificado con el paradigma educativo. Mi rebelión es haberme ido del sistema y haber logrado todo lo que logré”, expresa.

A medida de que avanza Fenikks, se expande la popularidad de la historia de Machuca, pero él rescata las posibilidades que se abrieron para su barrio. “Buscamos dejar un mensaje allí de que se pueden hacer muchísimas cosas gracias al acceso a internet, a la inteligencia artificial y a las plataformas virtuales de educación”, dice. Por lo pronto, con su emprendimiento fundó un club que trata de prevenir y contener las problemáticas de adicciones y delincuencia. “Es un espacio que saca de la calle y permite construir algo que trascienda los límites que enfrentamos. Mi objetivo es que, en el futuro, estos chicos lleven adelante Fenikks y mejoren aunque sea un poquito la sociedad”. En el presente, más de 60 preadolescentes y adolescentes se entrenan en Fútbol Club Fenikks, que compite en la Asociación Rosarina de Fútbol de Salón. Machuca informa que este año están construyendo una cancha propia, e incorporando planteles superiores de varones y de mujeres.

Pero la empresa que fundó también, de a poco, va alejando a Machuca de Rosario y de República de la Sexta. El joven cuenta que en el último tramo de su vida pasó más tiempo afuera que en su ciudad: viajó y trabajó en Brasil y en Uruguay, y tuvo “experiencias de glamour”. Machuca dice que él siente que cada paso que da hace tambalear los prejuicios de las personas con las que él trata y de las que tratan con él. “Desde afuera se cree que todos los dirigentes del fútbol profesional son espantosos y que lo único que quieren es hacer plata. En realidad, no es así. Y también veo que nadie la tiene fácil y que, por ello, hay empatía entre los empresarios porque transitamos caminos difíciles más o menos parecidos”, relata. Algo con lo que no comulga, sin embargo, es con la “foto política”.

“En los partidos políticos hay gente que trata de aprovechar la imagen que uno construyó o la superación que consiguió para vender un discurso. En realidad, nadie te facilitó nada. Y diría que, por el contrario, parte del contexto adverso que tenemos en la Argentina se debe a los partidos que nos vienen dirigiendo desde hace años”, reflexiona. Y subraya el nivel alto de la burocracia que hay que enfrentar para pagar impuestos, constituir una sociedad o patentar un invento.

Aunque ya fue orador en el Luna Park, en uno de los grandes acontecimientos de emprendedores, Machuca asegura que donde más disfruta y se siente cómodo es en las giras del club Fenikks, donde palpa los resultados de su trabajo. Cada juego de canilleras rescata 70 gramos de residuos: con la confección de 3.000 pares, sacan más de 200 kilos de basura de circulación. “Y esto va en ascenso”, asegura el cofundador. Por el triunfo de la Selección en Qatar, Fenikks editó un modelo especial llamado “Del barrio a la gloria”. El producto más caro de la línea ronda los $ 6.300 y, según Machuca, estos son valores intermedios en el mercado de las canilleras. “Pero los que nos compran a nosotros eligen, además, sumarse al mensaje de la sustentabilidad”, detalla. Si bien aún no hay clubes de Tucumán en el sistema de “Ecolíderes”, el fundador de Fenikks confía en que esta publicación rompa el hielo. “Queda hecha la invitación”, afirma con una sonrisa.

La receta de Fenikks

Fabricar canilleras deportivas a partir de plásticos reciclables.

Recolectar tapas en alianza con los clubes de fútbol.

Recompensar la separación de residuos con canilleras gratuitas.

Fomentar el trabajo comunitario y barrial en zonas desfavorables.

Apostar por el triple impacto económico, social y ambiental.

El emprendimiento en la web: fenikks.com

Comentarios