Que vengan los bomberos...

Que vengan los bomberos...

El dólar vuela y esa no es la novedad. En una Argentina con 18 tipos de cotizaciones de la divisa estadounidense, nada podía ser diferente, más aún con tanta volatilidad cambiaria, económica y política. El Gobierno raspa la olla. Sale a denostar a la oposición, cuando en realidad poco y nada ha hecho para normalizar un mercado que obliga al Estado a devaluar. Eso es lo que ha pasado en estos días con el “blue”. Por más informal que sea, rige el destino de la economía nacional. Hoy es el dólar; mañana será nuevamente la inflación y pasado la crisis. Los desequilibrios macroeconómicos de la Argentina están tan naturalizados que nada sorprende. Ni que la inflación interanual se haya escapado al 105%, mucho menos que el dólar se devore al yaguareté.

Si se quiere bajarle la espuma al dólar paralelo, puede observarse entonces que el tipo de cambio financiero aumentó 528% durante el gobierno de Alberto Fernández, entendido este como el Contado con Liquidación. Con este comportamiento, superó por 122 puntos porcentuales a la suba acumulada durante todo el gobierno de Mauricio Macri (406%), según un diagnóstico de la Fundación Libertad y Progreso. En tercer lugar le siguen la suba del tipo de cambio financiero durante el segundo mandato de Cristina Fernández de Kirchner (CFK) con 228%, el primer mandato de CFK con 57% y, finalmente, el de Néstor Kirchner, con 7%.

Cuando hay un incendio, todos los argentinos terminan pagando las consecuencias. Todos. Peor aún cuando en la conducción institucional y política del país no hay, ni hubo, ni habrá un plan económico para salir de esta crisis. En la Casa Rosada sí hay tiempo para tuitear. Como lo hizo el Presidente de la Nación, que culpó a la derecha política de tantos inconvenientes con el dólar. “Alguna vez, la derecha debería pensar en la Argentina, en quienes viven y trabajan en este país, antes que en sus negocios e intereses políticos”, escribió en su cuenta en Twitter. Fernández respaldó lo que, antes, había tuiteado el ministro de Economía, Sergio Massa, acerca de los problemas cambiarios. “Hace varios días que vivimos una situación atípica de rumores, versiones, falsos informes y su consecuente impacto en los instrumentos financieros vinculados al dólar”, denunció el titular del Palacio de Hacienda que, por estas horas, está buscando la manera de que Estados Unidos actúe como ese bombero que ayudará a apagar el incendio cambiario con una asistencia estimada en U$S 10.000 millones. Con eso se llegaría hasta las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO). Más allá es el largo plazo. Y demasiado largo. El 10 de diciembre está en el horizonte del “Plan Llegar” y esa es la meta del Presidente que tuvo que bajarse de la lucha por la reelección sencillamente porque no goza ni del apoyo de la coalición que le ayudó a llegar a la Rosada, mucho menos de ese 70% de la ciudadanía que le da la espalda porque no contribuyó a cambiarle el humor a la economía. Una prueba del pánico social al incendio es la conducta que ha adoptado la clase media. En un solo día, los ahorristas retiraron U$S 50 millones de los bancos, lo que lleva a un acumulado de U$S 200 millones en cinco jornadas. La sociedad siente que debe tener bajo el colchón sus dólares porque el cepo es tan fuerte que no se sabe si se aplicarán más restricciones.

Las expectativas de devaluación son crecientes. Los futuros de dólar siguieron dando cuenta de la fragilidad del escenario macroeconómico, sosteniendo la escalada de las últimas semanas. Las tasas implícitas de Rofex vienen enseñando una tendencia alcista, sobre todo a partir de agosto, advierte Ecolatina. Massa envía emisarios para que se rediscuta el acuerdo alcanzado hace poco tiempo con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Los incumplimientos en cuanto a la acumulación de reservas y de déficit fiscal saltan a la vista, pero el Gobierno requiere que ese organismo le anticipe los desembolsos de dólares para salir de la coyuntura. El Fondo sólo hará un esfuerzo para atender el reclamo argentino en tanto y en cuanto tenga garantías acerca de que la actual gestión y algunos actores que pueden ser potenciales presidentes tienen la voluntad de llevar adelante medidas de contención del gasto público.

En lo que respecta al oficialismo, si Massa dice sí a estos planteos, chocará con las ideas de la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner de no adoptar medidas antipopulares antes de las PASO, mucho menos de las presidenciales de octubre. En la oposición, en tanto, analizan ya una batería de acciones que tienden a realizar sacrificios del Estado para cumplir lo pactado. Hay dos cuestiones que ponen nerviosos a los gobernadores: el recorte absoluto de las partidas discrecionales, particularmente las referidas a obras públicas, y otro consenso fiscal que, por estos días, había sido desechado por la asamblea de ministros provinciales. Justo lo que falta es consenso para cumplir, siquiera, lo que los anteriores acuerdos Nación-provincias establecían. Por ejemplo, la reducción de las cargas tributarias, la eliminación de algunos impuestos y la readecuación de Ingresos Brutos, la gallina de los huevos de oro para los distritos subnacionales.

Las expectativas son elevadas en los precios al consumidor. Hay comercios que han decidido, lisa y llanamente, plantarse hasta que los proveedores manden las listas con los valores actualizados. Los componentes importados escasean, los costos fijos crecen y no hay ecuación efectiva frente a tanto rebrote inflacionario y cambiario, señalan los empresarios para justificar los aumentos.

El traslado de los mayores reajustes a los consumidores no hace más que generar más pobreza y más indigencia. Las remarcaciones son unas constantes y, naturalmente, crecen los planteos por mejoras salariales. El Gobierno no administra la crisis y eso plantea cierta inquietud en el sindicalismo nacional que, hasta ahora, había respondido sin chistar a las acciones de la Casa Rosada. En Tucumán, la dupla Juan Manzur-Osvaldo Jaldo u Osvaldo Jaldo-Juan Manzur reza para que la economía no se desmadre antes del 14 de mayo, la fecha de las elecciones provinciales. La dupla del Frente de Todos está estrechamente ligada a la gestión de Alberto Fernández. Es difícil despegarse cuando el verano pasado compartieron actos y escenarios en el interior provincial. Más precisamente en Los Nogales. Fue la última vez que Manzur tomó contacto con el Presidente. Después devino en un largo silencio de radio que se mantiene hasta ahora. Sin embargo, el gobernador no deja de mirar lo que pasa a nivel nacional. Selecciona las llamadas que hace, y casi todas ellas corresponden a empresarios y a gremialistas, pero no a funcionarios albertistas.

El binomio provincial ha fijado que la prioridad es tratar de sostener el ritmo de obra pública, sin que se paralice y tratar de caminar los barrios y las localidades del interior para expresar que la provincia tiene el paraguas abierto por si se desata la tormenta económica nacional. El pago de sueldos sigue en el centro de la escena como la principal meta de las provincias que, hasta ahora, no han reflejado déficit fiscal pero que, si continúa el incendio cambiario, golpeará a las arcas provinciales y signará el futuro financiero en gran parte del país.

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