La gran deuda social argentina

El aumento sostenido de los precios golpea cada vez más a la sociedad.

La gran deuda social argentina

¿Cuál es el costo de tener una inflación tan elevada en la Argentina? Claramente, más que en los efectos macroeconómicos, el aumento sostenido de los precios golpea cada vez más a la sociedad. Tiene un alto costo social que la dirigencia política no sabe cómo abonar, porque sin confianza nada se puede construir en un país en crisis. Pero, más aún, la situación empeora porque los funcionarios, los candidatos o cualquier referente político prefiere mirar más al costado que hacia el futuro, si ese horizonte que nos muestra que está embargado porque seis de cada 10 niños y adolescentes están sumidos en la pobreza.

Los datos difundidos por el Observatorio de la Deuda Social Argentina de la Universidad Católica Argentina (UCA) indican que el derecho a la alimentación de niños, niñas y adolescentes (NNyA) en el país es una deuda pendiente cuyo balance general es negativo. Si se efectúa un análisis de la serie histórica puede decirse que, entre 2010 y 2022, la inseguridad alimentaria se incrementó un 44%. Sin embargo, el mayor deterioro se registra en los últimos cinco años. Se registra el peor momento de la serie en plena pandemia de 2020, cuando llega al 37,2%. Y, si bien en los últimos dos años pospandemia se observa una mejora, los niveles de privación alimentaria afectan a un tercio de la población de NNyA en el segundo semestre de 2022.  

El organismo que dirige el sociólogo Agustín Salvia puntualiza que la inseguridad alimentaria se muestra cuando los progenitores reconocen que sus hijos/as han pasado hambre por no tener qué comer.  En este marco, las ayudas alimentarias directas e indirectas no han dejado de aumentar en su cobertura. Justamente, las ayudas alimentarias directas en comedores escolares y comunitarios, así como la copa de leche, entre otros, han incrementado su cobertura de modo progresivo y a partir de 2020 sumaron una ayuda indirecta como es la Tarjeta Alimentar. Estas asistencias alcanzaron en plena pandemia al 46,5% de la población de NNyA, pero en 2022 llegan de una u otra forma al 59%.

Lógicamente, esta síntesis apretada esconde en los promedios injustas desigualdades sociales y regionales que son descriptas en este mismo informe en el apartado específico. Solo a los efectos de representar de modo resumido esas brechas cabe mencionar que el segundo semestre de 2022, un niño/a en el 25% más pobre registraba 17 veces más chances de estar en una situación de privación alimentaria por problemas económicos que un par en el 25% superior. Y, que esa situación se elevaba por encima del promedio en la población de NNyA del conurbano bonaerense y ciudades de las principales áreas metropolitanas del país. De este análisis no escapa el cuadro socioeconómico del Gran Tucumán-Tafí Viejo, donde el 43,5% de su población está por debajo de la pobreza. Traducido en cifras, esto implica que 398.304 ciudadanos que residen en 92.269 hogares no pueden reunir los casi $ 180.000 que una familia tipo necesita para aspirar a ser de clase media baja, tan deteriorada como la pirámide socioeconómica misma del principal aglomerado urbano de la provincia.

Otro dato que muestra la fuerte hipoteca que los mayores asumieron respecto de las futuras generaciones se observa en el trabajo infantil. De acuerdo con el reporte de la UCA, ese fenómeno focalizado en actividades domésticas intensivas y en el mercado tras la pandemia recuperó su prevalencia y afecta a casi el 15% de la población entre los 5 y 17 años (6,9% en el trabajo doméstico y 9,2% en el económico). Como es habitual, el primero es más frecuente entre las mujeres y el segundo entre los varones. En ambos casos mucho más elevado en términos de su incidencia en adolescentes que en niños/as. En el caso del trabajo económico prevalecen diferencias sociales significativas y una fuerte localización en el interior del país. Mientras que el trabajo doméstico es más transversal a las regiones y desigualdades sociales notables, puntualiza el diagnóstico que fue coordinado por Ianina Tuñón,  socióloga y magíster en Investigación en Ciencias Sociales. Otro dato que marca la profundidad del problema: el no festejar el cumpleaños de un niño/a entre el año de vida y los ocho años es un fenómeno que afectó en 2022 al 21,9%, un porcentaje que viene incrementándose desde 2018 por el efecto inflacionario.

Qué cosa seria

El proceso inflacionario adquirió una dinámica propia difícil de frenar, frente a expectativas que vuelven a desanclarse, la falta de credibilidad en los hacedores de política económica para coordinar expectativas y la ausencia de un programa de estabilización, lo cual contribuye a ir consolidando pisos cada vez más elevados para la inflación. Hoy el Índice de Precios al Consumidor (IPC) está más cerca del 9% que del 8% mensual, tomando en cuenta que el precio de los alimentos vienen creciendo a un ritmo del 10% promedio mensual, en un escenario en el que se están reajustando una serie de tarifas de servicios públicos privatizados.

La dinámica de la inflación actual se ve alimentada por una fuerte inercia, creciente indexación y acortamiento en los plazos de los contratos, junto a la incertidumbre propia de la transición electoral y la ausencia de las anclas tradicionales: no hay margen para congelar las tarifas de servicios públicos o atrasar sustancialmente el tipo de cambio oficial (como ocurrió frente a las elecciones de 2021), mientras que las paritarias ejercerán presión en el año electoral, señala un reciente diagnóstico elaborado por Ecolatina. A eso se le suma el impacto de las restricciones a las importaciones, precios más sensibles a los movimientos de los dólares libres, incidencia de las expectativas de devaluación y el impacto del “dólar agro” sobre ciertos alimentos, con un programa “Precios Justos” con escasa influencia.

No hay fórmulas mágicas, mucho menos recetas que cambien la cara a un país sumido en una crisis profunda. La inflación cerrará este año en torno de un 130%, al borde de una hiperinflación. Las medidas adoptadas por el ministro de Economía Sergio Massa son parches para un problema de salud económica aguda. Lo malo de estas políticas es que no todo se paga con la inundación de pesos, fruto de la incesante emisión monetaria. A este rimo, es más probable que la sociedad siga empobreciéndose y que afecte a la mitad de los argentinos, algo que ya padecimos a fines de 2001, con la ruptura del contrato social.

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