Cartas de lectores: educación, divino tesoro

10 Junio 2023

Si hay algo que puede sembrar personas probas para una sociedad, es la educación. Sienta las bases de una igualdad inicial que puede llevar a una realidad más justa y equitativa. Puede, o podría. No ocurre. Parece ser que el presupuesto no alcanza, o se lo emplea mal, o va a parar donde no estaba destinado. Es tonto y reiterativo decir todos los problemas que se dan. Hay una escuela pública en las afueras de mi ciudad, que decidió, o decidieron por ella, tener secundario completo. Lo tiene: primer, segundo y tercer año funcionan en una sola aula. Cuarto, quinto y sexto, en otra. ¿Cómo hacen esos docentes? ¿Magia? ¿Qué pueden aprender esos alumnos? Otra escuela muy importante y centenaria, recibió -o eso se publicó- un dinero significativo para mejoras de infraestructura. Comenzaron las clases, no concluyeron las obras, ¿y qué pasó? Lo mismo. Amontonaron grados. Y ya no un puñadito de alumnos, como en el primer caso, donde no se supera una veintena sumando los tres cursos, sino grupos importantes. Releí ayer lo que conseguía Sarmiento al llenar de escuelas el país para sacar a flote una niñez ignorante, con una docencia de excelencia para lograr un futuro mejor. Y me pregunté, como en todo, qué había pasado... ¡Qué nos había pasado! Seguimos sin personal de maestranza, baños colapsados, como denunció una lectora en esta columna el 07/06, con docentes que no se nombran y alumnos que no aprenden eso que deberían enseñarles. ¿Es general? Hay excepciones. Pero algo tan esencial como la educación no puede funcionar excepcionalmente bien en algunas situaciones y en otras no. Porque así no se siembra una sociedad de iguales, no con las mismas armas. Con los niños no, por favor. Niños que en nuestra provincia se hacen forzosamente mayores, porque se les quita un año de infancia y de formación más acorde a su edad y a su madurez. En casi todas las provincias, el ciclo primario tiene hasta séptimo grado. Tucumán, sólo hasta sexto. Y el cambio de nivel así, abruptamente, les cambia la vida, los intereses, los hábitos. Y ya no quieren jugar. ¡Ya son grandes! Visten distinto, hablan de temas distintos, tienen expectativas distintas, y lo peor... perdieron un año de infancia, período que suele marcarnos de por vida. ¡Ojalá que los ganadores de esta contienda electoral entiendan desde el minuto cero que no hay herramienta más eficiente para combatir todos los males que nos aquejan que ésta, tan deteriorada, y presten atención a los contenidos desactualizados, a asignaturas decadentes, a docentes que no tienen una supervisión en el grado mientras enseñan a alumnos a quienes no se les asignó el docente que debía hacerse cargo; a edificios inadecuados para la función; a niños que tienen que sentir la escuela como su segundo hogar y a sus docentes como los tutores que los ayudarán. Y que deben estudiar y jugar, aprender y sentirse contenidos, respetados, amados.

María Estela López Chehin 


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