Un libro para soñar despierta

11 Junio 2023

En la librería estoy sola. Los miles de ejemplares perfectamente ordenados se apilan en montones seguramente siguiendo alguna regla de mercadeo de último momento.

Es curioso cómo algunos acontecimientos deciden la suerte de algunos libros. Un premio, un acontecimiento histórico o hasta la propia muerte del escritor, decide la buena fortuna, o no, de un ejemplar. Morir para ser famoso, es la suerte de algunos autores.

Abro un libro cualquiera. Unas pocas palabras en la primera página me indican si este será el elegido.

Mis manos recorren varios tomos hasta que por fin, después de unos minutos lo encuentro. La portada algunas veces ayuda. Pero a estas alturas he descubierto que a los libros no se los debe juzgar por su portada, solo por su contenido. Casi, casi, como a las personas.

De regreso a la casa, comienza la ceremonia. Preparo el ambiente. La luz debe ser la adecuada ni muy intensa ni muy débil. Las palabras tienen luz propia pero mis ojos cansados ya no son lo que eran.

Mis anteojos de leer en mi mano derecha están listos para su tarea, ayudarme a visualizar lo que antaño veía sin necesidad de nada. Hoy sin ellos no leo. Y si no leo, no vivo, ni sueño, ni escapo de la realidad en la que me toca vivir.

Comienzo la lectura, y poco a poco la historia, los lugares, los personajes son míos.

Mis sentidos me acompañan en esta aventura. Escucho sus diálogos dibujados en las páginas, las voces reflejan emociones que poco a poco se hacen mías. Amo, temo y odio en la medida en que esos caracteres lo hacen.

Percibo la frescura o la calidez de cada uno de los espacios donde toman lugar las historias. Sus jardines me recuerdan a aquellos en los que antes caminé, sus cocinas la de mis queridas abuelas con sus aromas tan similares a los descriptos en esas páginas. Siento en mi piel los abrazos, los besos o el rechazo que cada una de esos personajes sienten. Río y lloro con ellos.

Y al final cuando todo acaba, cuando por fin se revelan todos los secretos, cuando se sabe la verdad de cada uno de ellos, cuando no hay nada más que decir, cuando es hora de la despedida, lentamente cierro mi libro. Todo ha terminado.

Una sensación, mezcla de satisfacción y tristeza, me envuelve. Y me prometo buscar otro libro para volver a soñar despierta.

© LA GACETA

Marcela Nader – Licenciada en Sociología de la UNSE, master en Español de la Universidad Pontificia de Salamanca.

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