¿Última elección con acople? ¿Le harán caso a Alberdi?

“Para no tener que retocar o innovar la Constitución, reducidla a las cosas más fundamentales, a los hechos más esenciales del orden político. No comprendáis en ella disposiciones por su naturaleza transitorias, como las relativas a elecciones”.

 (Juan Bautista Alberdi, “Bases y puntos de partida para la organización de la República Argentina”)

El último debate de “Panorama Tucumano” fue revelador, no sólo porque los candidatos a gobernador coincidieron en la necesidad de reformar la Constitución sino, y más que nada, porque Osvaldo Jaldo aseguró que en el oficialismo no tienen problemas en eliminar el sistema de acoples consagrado en la Carta Magna por iniciativa de propio peronismo, allá por 2006. En ese marco, sus dichos sorprendieron y sacudieron a propios y a extraños, ya que sobre este régimen electoral el PJ cimentó cuatro victorias consecutivas en comicios provinciales (2007, 2011, 2015 y 2019).

La primera constituyó una verdadera paliza del Frente para la Victoria (obtuvo el 78% de los votos), la segunda fue igual de apabullante (el peronismo logró el 72% de los sufragios), la tercera fue la más reñida (fue judicializada) ya que el oficialismo logró un 53% de las adhesiones contra un 41% de la dupla Cano-Amaya (que recibieron un aporte de votos peronistas a esa boleta opositora); mientras que en la última, la victoria del Frente Justicialista resultó holgada (50% de sufragios contra el 20% de Vamos Tucumán). Esos porcentajes exponen un hecho que no puede descuidarse: la adhesión electoral decreciente a las opciones del PJ desde que se instauró el sistema de colectoras, lo que lleva a pensar si esa es la verdadera razón para que el oficialismo acepte discutir la desaparición del acople.

Acaso tal vez ya hayan pergeñado un nuevo esquema electoral, tema en el que tienen varios especialistas; posibilidad que ya analizaremos más adelante. O tal vez se hayan vuelto alberdianos y respetuosos de las ideas del ilustre tucumano en cuanto a sus contribuciones para concretar el plexo constitucional. Alberdi, en el capítulo XXXIV de sus Bases, recomendaba no incluir en la Carta Magna “disposiciones por su naturaleza transitorias, como las relativas a elecciones”; el acople, por ejemplo.

Sin embargo, por ahora hay que detenerse en lo expresado por el vicegobernador el martes en el debate organizado por LA GACETA: No tenemos problemas en sacar los acoples. Eso sólo puede ocurrir de una sola manera: modificando el texto constitucional. Cabe que Jaldo lo haya manifestado para congraciarse con la Iglesia que ese mismo día había comprometido a los aspirantes a gobernador y a vicegobernador a cambiar el sistema electoral; o también que haya enviado un mensaje en código a los propios compañeros para comprometerlos en la partida de hoy: jueguen todo a ganar para no quedar afuera de la posible reforma constitucional que se viene. Lo que justo sería para cambiar el esquema de acoples que los principales dirigentes territoriales del peronismo defienden a ultranza como el mejor diseño electoral para mantenerse en el poder. Por lo menos son los que mejor provecho le sacaron. ¿Ya están ideando nuevas reglas electorales para 2027? Con acoples o sin acoples vamos a volver a ganar las elecciones; acotó Jaldo.

Revisemos un poco de la historia política tucumana para entrever qué es lo que podría acontecer más adelante, qué es lo que electoralmente sucedió en estos 40 años de democracia.

En 1983, en la provincia funcionaba el Colegio Electoral (se elegían 60 electores para gobernador), había dos secciones electorales (Capital e Interior) y se aplicaba una especie de sistema D’Hont para la distribución de cargos legislativos. Triunfó Fernando Riera (PJ) con el 51% de los sufragios, obteniendo 34 electores, los suficientes para ser consagrado gobernador.

En 1987, José Domato (PJ), en alianza electoral y política con Renzo Cirnigliaro (sumaron sus electores), resultó ungido gobernador por el Colegio Electoral, desplazando a Rubén Chebaia (UCR), quien había obtenido la mayoría popular en las urnas.

Al año siguiente, en 1988, aparece la ley de Lemas en Tucumán.

Esa norma, en parte, es consecuencia de la crisis interna que afrontaba el peronismo y de la irrupción de un sorpresivo actor político en la provincia: el militar Antonio Bussi, quien fundó Fuerza Republicana en julio de ese año. Justo cuatro meses después, el Poder Ejecutivo promulgó la ley 5.964 que habilita la existencia de los Lemas y sublemas. Con esta norma, el bussismo gana las elecciones de convencionales constituyentes de 1989 y le pone su firma a la Carta Magna de 1990.

Con esta misma herramienta electoral se imponen para la gobernación Ramón Bautista Ortega (1991), Bussi (1995), Julio Miranda (1999) y José Alperovich (2003). En esta última gestión se diseña el acople; es porque había razones para pensar en un nuevo modelo.

Sucedía que el sistema de sublemas ponía el poder en manos de los dirigentes territoriales que armaban sublemas fuertes y concentraban el manejo político en la Legislatura. Además, no era un sistema que le garantizara una victoria tranquila al peronismo: en el 91 fue una pelea reñida entre “Palito” y Bussi, en el 95 perdió el PJ, en el 99 Miranda se fue a dormir pensando que había perdido y Ricardo Bussi que había ganado. En 2003, si se sumaban los votos opositores del segundo (25%) y del tercero (20%), superaban el 44% conseguido por el PJ con Alperovich. Algún riesgo se empezaba a vislumbrar con el esquema de sublemas; desnudaba que la dirigencia privilegiaba el sublema al Lema, según lo mostraban algunos números. No garantizaba la obtención del poder; no es que se dudara de la condición democrática de este mecanismo de distribución de representaciones, que es lo se debería considerar en el fondo. Esa es la cuestión.

Había que revertir esa tendencia para asegurarse el Ejecutivo y no tanto la cobertura de bancas legislativas. Recuérdese como dato significativo que el PJ perdió la gobernación en el 95, pero resultó ser mayoría en la Cámara Legislativa.

De la mano del entonces secretario de Gobierno, Marcelo Caponio, en el nuevo milenio, alumbra el acople: por el que todas las colectoras trabajaban para que la fórmula principal acceda a la gobernación. El proyecto permitía sumar a otros partidos en ese armado electoral. Además, y centralmente, el PJ evitaba una pelea interna desgastante y trasladaba la puja de la dirigencia partidaria directamente a la elección general. Esto tuvo un efecto colateral: se multiplicaron los partidos políticos, tanto que llegó a haber más de 1.000 en 2015, entre partidos provinciales, municipales y comunales. Mil ideologías, ¡imposible! Al margen, el régimen de partidos políticos debería ser revisado.

A la par de este proceso de invención del acople venía ganando terreno la intención de establecer la reelección de los cargos electivos y, en ese marco, el Gobierno impone la reforma de la Carta Magna en 2006 e inserta en su texto (artículo 43, inciso 12) el esquema de colectoras; justamente lo que desaconsejaba Alberdi en el siglo XIX.

Con los acoples, el oficialismo arrasó en los comicios de 2007, llevando la adhesión al PJ del 44% de votos de 2003 al 72% con Alperovich a la cabeza. Y así sucesivamente hasta 2019, pero -como vimos- con porcentajes decrecientes, llegando a perder más de 20 puntos electorales en 16 años. Veremos qué pasa hoy con el Frente de Todos por Tucumán, con la efectividad electoral de los acoples; y si ese resultado le abre las puertas a un nuevo mecanismo electoral a través de una nueva reforma de la Constitución. O no.

La ley de Lemas estuvo vigente desde 1988 hasta 2006, 18 años, aunque ese sistema se aplicó en cuatro renovaciones de autoridades (91, 95, 99 y 03); mientras que el acople cumplirá hoy 17 años de vigencia y con incidencia en cinco votaciones locales (07, 11, 15, 19, más la de hoy).

El resultado de esta jornada tal vez dé pistas sobre si el PJ decide avanzar y promover finalmente un nuevo esquema electoral. Vaya otro dato interesante: la Constitución bussista duró 16 años y la Constitución alperovichista ya lleva 17 años de vigencia. El vicegobernador, cuando dijo lo que dijo en Panorama Tucumano, ¿estará pensando en que llegó la hora de una Carta Magna jaldista? Si es así, entonces lo que hizo fue avisar que hoy puede ser la última votación con el sistema de colectoras.

“La mejor política, la más fácil, la más eficaz para conservar la Constitución, es la política de la honradez y de la buena fe; la política clara y simple de los hombres de bien”. (Alberdi)

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