Rosita Ávila. Rosita Ávila.
25 Junio 2023

Por Carlos Duguech

Para LA GACETA - tucumán

Corría el año 2016. Cuando dejamos hace mucho de ser niños, los años corren y de prisa. El otoño asomándose en un “lugar” de absoluto diseño entrañable de la calle Entre Ríos 109 (¡la casa de Rosita!). Se ponía en escena una obra de teatro. Esta vez una encantadora pieza de Ariel Barchilón que dirigió Leonardo Goloboff: ”Cartas de una ausente”. La protagonizaron esa noche del abril tucumano Juan Tríbulo y Mariana Ezcurra. Pareja en la vida real.

¿Teatro en una casa común y corriente? Ni común, ni corriente. Emblemático espacio donde mostró sus galas y esencia “Nuestro Teatro”, el más nuestro en Tucumán. Y los pocos que éramos en la “platea” de ese patio tucumano de nostalgias y noches de luz, nos deleitábamos con la interpretación de la obra. Casi en medio de la platea: mostraban su arte y pasión teatral. Éramos pocos, una veintena, no más. Con Mercedes Chenaut seguíamos el diálogo de una factura sobresaliente y una interpretación que rozaba la piel. Por cercanía. Imaginábamos que a partir de allí, quien nunca antes hubiera asistido a un teatro se entusiasmaría con la novedad. Atrapante, le resultaría. La obra sensibilizaba la atención. Por su significado. Y por auténtica.

Nunca antes habíamos podido estar tan cerca de los actores en un teatro. Como si estuviéramos en el escenario y a la vez ellos en medio de la platea, en las primeras filas. Insisto en destacar esa experiencia que disfrutamos con Mercedes. Nunca antes tanta certeza de estar en un teatro, de vivir un teatro. Y de postergar para el recuerdo las voces, los movimientos y todos -pero todos- los detalles de la puesta que se lucía todo el tiempo.

Hubo un breve intervalo.

Merodeaba -¿cuándo no?- “la Rosita”. La dueña de casa. El alma inquieta de “Nuestro Teatro”, nacido en 1967, junto a Oscar Quiroga.  Me llamó: “Vení, vení Carlos, que te quiero contar una cosa”.

A metros del “escenario”, en  un  rincón  donde  primaba  el ramaje de una enredadera, Rosita -sin ensayar- articuló la voz como la de una comadre; “¿Sabés una cosa, Carlos?”. Me preparé en el acto para enterarme de una revelación de comadre. Y ahí nomás me lanzó, sin esperar a que preste oídos y evidencie atención a lo que iba a decirme: “¡Le van a poner mi nombre al teatro de la zona del Mercado de Abasto! ¿Qué me contás, Carlos? ¡Se llamará como yo, Rosita Ávila!”

Tuve que esforzarme para poner cara de asombro. En verdad me afligí. Pensé que Rosita estaba cuasi delirando. ¡Cómo iba a ser cierto! A nadie en vida se lo homenajea de ese modo. Sí -pensé-, la Rosita no estaba bien. ¿Estaría insinuándose una perturbación mental? Cuando se lo conté a Mercedes, pensó como yo. Se afligió por lo que pudiera estar pasando.

Costó esforzarme por mostrarle satisfacción por la “noticia” que se suponía acababa de conocer ella y que me transmitía alborozada. “Qué bueno, Rosita, te lo merecés de aquí hasta la China”, recuerdo haberle dicho mientras la abrazaba “contento” por la noticia.

Continuó la magnífica interpretación de los actores. Esperaba que mi “actuación” frente a Rosita hubiera sido tan convincente como la de los actores de esa noche otoñal de Tucumán

Apenas unos meses después (septiembre) un título en LA GACETA me sacudió, me produjo una emocionante alegría: la Rosita no estaba, “medio, medio”. Lo que me contó casi en secreto en su casa-teatro en abril de ese año (2016) era verdadero. Tengo presente que mi respuesta ante su “¿Sabés una cosa. Carlos?”, contándome lo del teatro con su nombre, fue actuada con rasgos de disimulada conmiseración porque la creía perturbada. Disculpame, Rosita querida. Era demasiada tu emoción y alegría esa noche que la imaginé “actuada” por una Rosita con el juicio alterado. Y era la pura verdad, no desnuda, sino vestida con todas las galas y brillos que te merecías. Y que sigues mereciendo por siempre, Rosita Ávila. Porque te llamas como el mismísimo teatro de la “zona del Abasto”. Tan acogedor como tu teatro-patio de la Entre Ríos.

El 17 de septiembre de ese año (2016) se inauguró el Teatro Municipal “Rosita Ávila” por decreto del intendente Alfaro y con la presencia de su “dueña”.

© LA GACETA

Carlos Duguech - Escritor, periodista y analista internacional.

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