Responsabilidades para construir una sociedad mejor

15 Julio 2023

En su homilía, en el Tedeum del 9 de julio, el arzobispo pidió a los ciudadanos que dejen la comodidad del anonimato para convertirse en ciudadanos responsables del país. El prelado había comenzado su mensaje expresando el deseo de que pueda avanzar hacia una Nación para todos, con una Argentina fraterna y solidaria, pacificada y reconciliada, y pidió gracia y fortaleza “para madurar una fraternidad auténtica, con gestos solidarios tanto del sector público como del privado. La Argentina sólo va a crecer con el esfuerzo, la unidad y la solidaridad de todos los argentinos”, expresó. Su alocución se dio precisamente en momentos de fuerte tensión, en medio del paro de choferes de colectivos en protesta salarial, y al mismo tiempo con un incómodo debate por la ausencia del Presidente en la fiesta patria, a causa de la decisión del Gobierno nacional de priorizar la inauguración de la obra del gasoducto en Salliqueló, Buenos Aires. Tales hechos fueron muy discutidos en redes sociales, con críticas feroces, a tal punto que muchas personas consultadas prefirieron escudarse en el anonimato para dar sus opiniones. El anonimato, como señaló el arzobispo, es cómodo pero no ayuda al debate profundo para resolver los problemas comunitarios, sino que por lo general alimenta las reacciones emocionales y la violencia verbal.

El planteo de asumir responsabilidades debería ser un punto de partida hacia una comunidad fraterna y soldaría. En estos tiempos en que el anonimato se ha impuesto como forma fácil de entrar en al mundo de la comunicación, se ha llegado a puntos de conflicto constantes, en lo que se ha llamado la “cultura de la cancelación”, que ha tenido efecto en escraches que no sólo han afectado la participación pública de personas conocidas, sino que parece limitar a la gente común a expresar sus opiniones sobre los asuntos de interés público. Así lo observaron los periodistas de LA GACETA en su recorrida para recoger opiniones sobre el paro de transportes. No se trata sólo de casos en que se puede entender que los ciudadanos pueden temer la pérdida de trabajo –como se dio en la consulta a agentes de policía sobre seguridad, publicada ayer- sino que pasa en todos los órdenes. En su informe sobre libertad de expresión, Fopea advirtió que en 2022 hubo 88 ataques a la prensa en Argentina, de los cuales los más comunes fueron la alusión a la integridad de los periodistas (21,14%) y las agresiones a su reputación y a su imagen (12,5% de los casos). En un informe del Global Reporting Centre, un 40% de periodistas consultados dijeron que evitaron o cambiaron el tratamiento ciertos temas para reducir los ataques a su reputación.

La participación ciudadana es la intervención de la gente en la toma de decisiones respecto al manejo de los recursos y las acciones que tienen un impacto en el desarrollo de sus comunidades. Es un derecho de los ciudadanos y para facilitarlo se requiere un marco legal y mecanismos democráticos que propicien las condiciones para que las personas y las organizaciones hagan conocer su voz. El arzobispo señaló que “en cada nación, los habitantes desarrollan la dimensión social de sus vidas configurándose como ciudadanos responsables en el seno de un pueblo, no como multitud arrastrada por las fuerzas dominantes”. Y subrayó el valor de la asunción de responsabilidades, a partir del riesgo de que “la multitud es el refugio secreto donde cada uno puede disimular, esconder lo que lleva dentro, lo mejor y lo peor. La enfermedad de la multitud es el desconocimiento, el anonimato y la indiferencia”.

El prelado advirtió que “la multitud cae muy fácilmente en manos de prácticas demagógicas, presiones indebidas, como el clientelismo y la dádiva, que desvirtúan su profundo significado y degradan la cultura cívica y la dignidad personal”. A eso habría que agregar que al haberse tornado las redes sociales espacios donde se vehiculiza un tipo de violencia descontrolada –como en una tribuna de cancha de fútbol- eso lleva a la cancelación y al temor. Afrontar esto implica un gran desafío. Bien dice el arzobispo que se necesita pasar de una democracia representativa a una democracia participativa. Eso implica no sólo asumir responsabilidades cívicas, sino ayudar a la gente a hacerse cargo con madurez de sus incumbencias en la sociedad.

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