En las últimas semana, el Gobierno nacional tuvo que salir a “pasar la gorra” por distintos países, con el fin de obtener el financiamiento necesario para cubrir las obligaciones con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Ante la falta de dólares, los vencimientos se cubrieron con los yuanes chinos, con un crédito puente del Banco de Desarrollo de América Latina-CAF y hasta tuvo que apelar a Qatar para hacerse de unos U$S 775 millones en Derechos Especiales de Giro (DEG), un activo de reser va internacional que, prácticamente, funciona como moneda interna de los países miembros del organismo.
Sin más financiamiento en el mercado voluntario de crédito, a la gestión del presidente Alberto Fernández no le quedan más caminos que recurrir a la emisión monetaria. En los últimos días, el Gobierno tomó del Banco Central (BCRA) unos $ 250.000 millones para cubrir un desequilibrio en la caja pública. Se trata de la cuarta asistencia directa al Tesoro en 45 días, lo que pone a la entidad monetaria en el límite permitido por su carta orgánica. En lo que va del año, el Central lleva emitidos unos $ 2,2 billones, el equivalente a tres veces el presupuesto de este año de Tucumán. Asimismo, la emisión de dinero va en contramano a las sugerencias que hizo el FMI en el acuerdo original.
“Este giro llama mucho la atención si se tienen presentes las palabras del Fondo cuando se anunció el Staff Level Agreement el 28 de julio pasado: la senda fiscal acordada no supone una dependencia adicional del financiamiento monetario directo del déficit fiscal, fue el mensaje. Pero a tan solo siete días del anuncio, la Argentina incumplió lo acordado con el organismo”, indicaron los analistas de Portfolio Personal Inversiones (PPI).
En las últimas décadas, la política monetaria del BCRA se encontró condicionada por diferentes canillas de emisión de dinero que se fueron sumando a la ya estructural dominancia fiscal, condicionando así su efectividad para contener las presiones cambiarias e inflacionarias. En este marco, Ecolatina considera que los pasivos remunerados (principalmente LELIQ y Pases Pasivos) se han convertido en una herramienta clave para esterilizar el excedente de pesos que se generan por distintos frentes, aunque su stock se ha incrementado notoriamente, constituyendo una potencial fuente de inestabilidad.
Asociado a la acumulación de desequilibrios macroeconómicos, desde mediados de 2022 aparecieron (o tomaron mayor relevancia) otras canillas de expansión monetaria que no ingresan en el radar de la meta acodada con el FMI ni en los límites que establece la Carta Orgánica, enumera Ecolatina:
1) El BCRA emite para adquirir títulos del Tesoro en el mercado secundario a fin de contribuir a mejorar su financiamiento neto (asistencia indirecta) y evitar episodios disruptivos en el mercado de la deuda en pesos como el experimentado en junio 2022, momento a partir del cual esta tendencia se acentuó.
2) La emisión asociada a la implementación de los diversos “dólar soja/agro” desde septiembre del año pasado, donde el BCRA compra “dólares caros” (a un tipo de cambio en promedio 40% superior al oficial).
3) Producto de la flexibilización de la normativa del BCRA, ha ido creciendo la proporción de integración de encajes bancarios con títulos públicos: dinero que antes estaba encajado en el BCRA y no circulaba en la economía fue canalizado para financiar el déficit fiscal. Si bien esto no genera un incremento en la Base Monetaria, modifica su composición e inyecta pesos en circulación.
No obstante, la dinámica actual no necesariamente debería desembocar en un escenario explosivo. Para ello será clave desactivar las principales canillas de emisión e instrumentar un plan de estabilización que contribuya a recuperar la demanda de dinero y el crédito, puntualiza la consultora privada. Ecolatina señala que será esencial implementar un esquema monetario-cambiario consistente con el esfuerzo fiscal requerido que ayude a mitigar la amenaza latente del excedente de pesos sin depender principalmente de una recuperación robusta de la demanda de dinero.
Por lo tanto, un programa monetario que atienda las implicancias negativas de este exceso de liquidez en pesos se convierte en una pieza fundamental para determinar el éxito o fracaso de un futuro plan de estabilización