Osvaldo Jaldo termina su primera semana al frente del Poder Ejecutivo con un claro mensaje: cuanto antes se desmarque de su antecesor, mucho mejor. El operativo para tomar distancia de Juan Manzur comenzó el mismo domingo de la asunción, aunque la parafernalia del show de ese día hizo que la anécdota pasara desapercibida.
Al mediodía, luego de prestar juramento y de dejar en claro en su discurso que sus aliados a partir de ahora serían otros, el gobernador pegó el faltazo al almuerzo que había organizado Manzur en su casa de Yerba Buena para agasajar a los visitantes, encabezados por Sergio Massa. En cualquier otra ocasión, el tranqueño jamás hubiese dejado vacía su silla en una cumbre donde se discute poder. Pero en esta oportunidad optó por recluirse unas horas con su familia y, por la tarde, volvió a encontrarse con el resto de la comitiva durante la asunción de la intendenta Rossana Chahla.
En su alocución delante de los visitantes, de toda la dirigencia política oficialista y opositora y de miles de militantes, el mandatario pronunció palabras que endurecieron el semblante de su ex compañero de fórmula. Por ejemplo, cuando admitió las diferencias que mantuvieron durante algunos tramos de la gestión pero principalmente cuando dejó entrever que había gastos superfluos en la administración del médico. “No tengan dudas, a quien habla no le va a temblar el pulso para que corrijamos las cosas que hicimos mal como gobierno”, sostuvo en un momento. Aseguró incluso que había estructuras “que significaban un gasto improductivo, innecesario, superfluo” y “áreas que por ahí no estaban a la altura de las circunstancias”. “Vamos a tener un estado más chico, pero más presente y más eficiente para cada uno de los tucumanos”, se comparó.
El lunes, apenas 24 horas después de haber asumido en el cargo, se dio el primer cruce concreto entre ambos. Sin que nadie se hubiera percatado, Manzur había enviado el viernes por la tarde a la Legislatura el proyecto de Presupuesto provincial para 2024, algo que Jaldo venía solicitándole desde hacía varias semanas. El texto no llegó siquiera a ser cargado de manera digital ni registrado en el sistema de Mesa de Entradas. Tampoco había legisladores en funciones porque los salientes ya habían desocupado las oficinas y los nuevos aún no habían jurado. ¿Qué buscó el ex gobernador con esa jugada apresurada? Hay quienes interpretan que pretendió dejar en manos de Jaldo el costo del ajuste en el Estado y que quedara expuesto públicamente. En rigor, esta semana LA GACETA dio a conocer el alcance de los primeros recortes: 50 cargos jerárquicos y sus estructuras dejaron de existir, entre ministerios, secretarías, subsecretarías y direcciones. Más allá de lo signifique en ahorro, la decisión es simbólica.
¿Y si buscó encorsetarlo? Aquellos que conocen el funcionamiento financiero del Estado remarcan que, una vez aprobado un cálculo de gastos y de asignados esos fondos, es más difícil modificar o eliminar partidas o disponerlas para otras áreas. Esas reasignaciones, por lo general, deben ser solicitadas a la Legislatura. Es por eso que el mismo lunes Jaldo se sentó con el vicegobernador Miguel Acevedo y con el presidente subrogante, Sergio Mansilla, para solicitarles que le devuelvan ese proyecto. Ambos, que podrían haber optado por no hacerlo y avanzar con el tratamiento del texto que había firmado Manzur, accedieron al pedido del ahora titular del Poder Ejecutivo. Un dato que probablemente no haya caído bien al ex gobernador, teniendo en cuenta que Acevedo y Mansilla, en los últimos años, se reivindicaron manzuristas.
La poda de recursos dispuesta por Jaldo, bajo el paraguas de la austeridad, también encierra un objetivo político. “El Comisario” pretende eliminar cualquier foco de resistencia que pueda tener el manzurismo en el Estado para reconstruir desde allí su poder. Es el caso, por ejemplo, de la Unidad de Reconversión Laboral, más conocida como Unrel. Este programa fue creado en abril de 2021 con el argumento de “contener” a personas que habían perdido su trabajo producto de la pandemia. Todos coinciden en que allí fueron cobijados miles de dirigentes ligados al manzurismo durante la interna oficialista de ese año. Para este año, la Unrel tiene asignado un presupuesto superior a los $ 10.000 millones destinados sólo en salarios. El próximo paso de Jaldo es revisar esa partida. Si el proyecto que había enviado Manzur era sostenido, tratado y eventualmente aprobado, al gobernador actual se le hubiese complicado poder modificar o reasignar esa partida.
De la mano de la estrategia de control total de los recursos y resortes del Estado camina la táctica del dominio político. Jaldo hilvanó una alianza con el ex intendente Germán Alfaro y sedujo a otros opositores para tener legisladores de su lado en caso de que estalle la relación con el manzurismo. A pesar de ser el gran perdedor del año electoral, premió al alfarismo con lugares claves en la Cámara y en el Concejo Deliberante. A Libres del Sur atrajo con un ministerio sensible para el peronismo como Desarrollo Social; y a radicales con espacios de control y gestión, como la Secretaría de Energía para José Ricardo Ascárate. Más allá de que su designación puso en aprietos a la cúpula local de la UCR, porque el ex legislador es miembro de la junta de Gobierno, el partido no está en condiciones internas de juzgar a nadie. El desparramo nacional producto de quienes se alían con Javier Milei y de quienes coquetean con Massa trae implícito un “siga siga” para el resto.
De la misma manera puede leerse el acercamiento a los intendentes radicales de Tucumán. En Yerba Buena, Jaldo llenó de elogios al saliente Mariano Campero y dejó una frase sugestiva: “Marianito te está dejando la vara bastante alta... pero no tengas duda de que Osvaldito te va a ayudar a gobernar Yerba Buena”, le dijo al recién asumido Pablo Macchiarola. Al otro día, se presentaron en Casa de Gobierno junto a la pareja bellavistense que conforman Sebastián Salazar y Paula Quiles, quienes le hicieron a Jaldo el único regalo que el mandatario destacó en las redes sociales: un cañón que Juan Domingo Perón le obsequió en 1951 al entonces gobernador Fernando Pedro Riera, oriundo de Bella Vista. Más allá de ese detalle de color, también Jaldo recibió luego al concepcionense Alejandro Molinuevo. La pregunta que queda dando vueltas es inevitable: ¿en estos encuentros, se habrá tocado el tema de la demanda judicial que los radicales entablaron por la distribución de la coparticipación a sus municipios hace menos de un mes? La respuesta se conocerá en el mediano plazo.
Los acontecimientos se suceden con tanta rapidez, en parte, porque esa es la intención de Jaldo. El gobernador implementa un barrido acelerado del manzurismo. La semana que comienza será vital para otro avance con ese propósito, aunque ahí el desenlace está abierto. De la puja por la conducción del bloque peronista en la Legislatura depende exclusivamente que el oficialismo se mantenga en una sola bancada de 34 miembros o haya fragmentaciones. El jaldismo sostiene la idea de que continúe en ese rol el taficeño Roque Tobías Álvarez, pero su nombre genera rechazo en el manzurismo. Precisamente, hay un grupo de ex jefes municipales que pugnan por encontrar otro nombre. Y finalmente en las últimas horas surgió la alternativa de que Carolina Vargas Aignasse asuma la presidencia del bloque. Manzur, cuando su agenda de campaña de estos días se lo permitió, sembró el nombre de su ex ministra de Gobierno ante algunos legisladores. ¿Cederá el espacio de Jaldo?
“Jaldo está muy acelerado”, sintetizó un manzurista respecto del sentimiento que invade a este sector tras el proceso de transición. Efectivamente, el cierre del año no da tregua en Tucumán. Porque al recambio institucional, al reacomodamiento político y al balotaje del domingo 19, en el que Manzur jugará una chance nítida de resurrección, se le sumará la renovación de autoridades en la Corte Suprema de Justicia de la Provincia. Difícil es imaginar que Jaldo no se interese por el futuro del actual presidente, Daniel Leiva, a quien conoce desde hace muchos años.