Cada tanto -generalmente cuando corren tiempos electorales o cuando una nueva administración se está estrenando en el poder- suelen aflorar diversos proyectos de obras de infraestructura que de novedosos tienen poco. Por el contrario, son viejas ideas que auguran muchos beneficios para los ciudadanos, pero que nunca se concretaron. Entre ellas podemos nombrar el Camino del Perú.
Esta semana, el nuevo titular de la Dirección Provincial de Vialidad, Marcelo Nazur, dijo que ensanchar la ruta 315 es una prioridad para su administración. “Su capacidad es insuficiente para el volumen de tránsito que tiene hoy; está colapsada. La idea es hacer una multitrocha que nos permita que el volumen del tránsito sea mayor”, dijo el funcionario durante una entrevista con LA GACETA. Nazur indicó que ese proyecto está terminado, pero que necesita una actualización y que se deben resolver primero las cuestiones hidráulicas (canales y cuencos amortiguadores). Adelantó que la semana próxima viajarán a Buenos Aires para hacer gestiones ante la Nación por este tema.
A abril de este año, el proyecto contaba con una estimación de costos de $ 6.410 millones. Prevé dos carriles vehiculares por cada sentido de circulación, separados por un cantero central. En los planos está prevista la construcción de cuatro rotondas. También, la ampliación de tres puentes y la construcción de uno nuevo.
Sin dudas, cualquier obra que se realice en ese camino será buena para sus vecinos y transeúntes. Es tal el estado de deterioro que presenta que a veces sorprende que no se produzcan más accidentes. El problema es que desde hace años se proyectan mejoras, arreglos y ensanches, pero esos trabajos nunca llegan. Además, los inconvenientes no son uniformes a lo largo de este camino, sino que cada tramo presenta una realidad diferente al resto.
Por ejemplo, desde la zona de El Cristo hasta la intersección con Belgrano-Perón (camino de sirga del Canal Sur) la calzada está bien consolidada. La eliminación de la rotonda en esta última esquina fue un acierto. Desde allí hacia el norte empiezan los inconvenientes. Uno de los tramos más complicados es el que está entre las calles Frías Silva-Italia y la plazoleta de San Cayetano, donde arranca la Curva de los Vega. La presión urbana ejercida sobre el camino es brutal: hay escuelas, comercios, casas, iglesias e innumerables cruces que vuelven caótica la circulación. Además, allí converge el tránsito que viene desde Tafí Viejo, desde Yerba Buena y desde la capital. Las casas están casi encima de la ruta y es difícil imaginar una multitrocha en ese lugar sin antes realizar numerosas expropiaciones. Afortunadamente, el trabajo de los varitas de la Municipalidad de Yerba Buena le da cierto orden a la circulación.
A partir de allí y hasta Villa Carmela se extiende un tramo rodeado por fincas de limones y por nuevos barrios cerrados, cuyos habitantes se suman al tráfico intenso de la ruta. Además, en esa zona funciona una fábrica de la cual entran y salen camiones constantemente. Ya hubo tensiones entre los vecinos de esos barrios cerrados y la fábrica por la salida al camino. A su vez, el panorama del sector que une Villa Carmela con Tafí Viejo es bastante similar al de San José. El crecimiento urbano le suma presión a una ruta que soporta un tránsito ecléctico: allí conviven desde camiones de gran porte hasta bicicletas, carros y motos. El colapso llega a tal extremo que los conductores que deben circular habitualmente por la zona están empezando a utilizar viejos y deteriorados caminos que se encuentran entre las fincas para llegar a destino sin sufrir las demoras y complicaciones que ofrece la ruta.
Creemos que mejorar las condiciones en las que se encuentra el Camino del Perú debe ser una prioridad. Porque miles de personas esperan que de una vez por todas la infraestructura mejore y sea acorde a las demandas de un sector que se urbaniza rápidamente.