Carlos Duguech - Columnista invitado

Quienes osaren cuestionar ese derecho de Israel frente al atroz proceder del luctuoso 7 de octubre último perpetrado por los terroristas de Al Qassam -uno de los brazos armados de Hamas- incurren en una visión mezquina de la realidad.

Y quienes suponen que “los palestinos” son todos “menos uno” terroristas desde siempre, yerran la visión del complejo pero claro conflicto de intereses en juego. Está Hamas, que acoge a grupos terroristas, distanciado de Al Fatah (el semigobierno de Cisjordania denominado Autoridad Nacional Palestina (una migaja de los Acuerdos de Oslo). El propio Estado de Israel tiene como gestores originarios a organizaciones que fueron clandestinas, “manu militari”, tales como Haganá, Irgún Tzvai Leumi (Organización Nacional Militar), Leji (Luchadores por la libertad de Israel). Todas orientadas a socavar el poder británico del mandato sobre Palestina, la subsistente del desmembramiento del Imperio Otomano, que muchas veces restringió inmigraciones judías. Las acciones de esos grupos clandestinos tuvieron gran repercusión: la voladura de un sector del Hotel Rey David, en Jerusalén, en julio de 1946, donde se había instalado el comando militar británico: 91 muertos. Y ya declarada la constitución del Estado de Israel, cuatro meses después -17 de septiembre de 1948- fue asesinado el mediador designado por la ONU, Folke Bernardotte. Cumplía su misión por la guerra 1948-1949 que Egipto, Jordania, Siria, Líbano e Irak lanzaron contra el estado hebreo apenas se proclamó su independencia. Los autores de su muerte formaban parte de los grupos armados que generaban, desde su conformación, la condición necesaria para la “independencia” de Israel. Y ese término es el que da sustento a todas las acciones clandestinas por Israel independiente.

Derechos de dos pueblos

-¿Cuáles son? El derecho a gestionar en el contexto regional y mundial a fin de constituir sus respectivos países y dotarlo de cada de los atributos de una nación. Israel lo pudo hacer al “derrotar por abandono” en la “Guerra de la independencia”(denominación israelí) a Gran Bretaña. Ponía fin así al mandato británico sobre Palestina que le otorgara la Sociedad de las Naciones en 1922. Pero es necesario puntualizarlo -en mérito a la historiografía sobre la cuestión que tanto tiempo dura- en el contexto obligado de la Resolución 181(II) de la ONU del 29/11/1947 sobre “Partición de Palestina”. Y al punto que en el párrafo noveno de la Declaración de Independencia de Israel puede leerse: “El 29 de noviembre de 1947, la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó una resolución que disponía el establecimiento de un estado judío en Eretz Israel. La Asamblea General requirió de los habitantes de Eretz Israel que tomaran en sus manos todas las medidas necesarias para la implementación de dicha resolución. Este reconocimiento por parte de las Naciones Unidas sobre el derecho del pueblo judío a establecer su propio estado es irrevocable”.

La expresión “Naciones Unidas” -lo destacamos con frecuencia en los abordajes analíticos de esta cuestión- se repite siete veces en el texto. Claro que en ninguna parte se menciona siquiera a “Palestina” (la del mandato), la que, “partida en dos”, diseña los territorios para cada uno de los dos estados y un área internacional (por diez años) para Jerusalén. Tarde, muy tarde ya, recién en 1988 los palestinos formalizaban su declaración de independencia desde Argel, en el exilio. Y reconocían, lo valioso si bien tácitamente, a Israel.

Tan tarde, que después de guerras con sus expulsiones y refugiados, desde 1967 (“guerra de los seis días lanzada por Israel el 5 de junio) los palestinos se encuentran sin nada a la vista como para establecerse en un territorio de un país soberano. Y, para peor pronóstico, dos áreas distanciadas, Gaza y Cisjordania. La primera en guerra y administrada por quienes pretenden hacer desaparecer a Israel creando un estado islámico (al modo Irán). Y la segunda con casi medio millón de colonos ocupando Cisjordania en 279 colonias judías (datos de la ONG Israelí “Peace Now”).

De un meduloso y detallado estudio referido a los territorios asignados por la ONU a los palestinos, ocupados por Israel desde 1967 del libro “La ocupación” *, de Ahron Bregman, con detallada y ordenada documentación y referencias se trascribe un párrafo significativo: “En la segunda década, de 1977 a 1987, Israel decidió por fin qué quería hacer: tras el vuelco electoral que en 1977 llevó al poder al Likud, el partido de la derecha, por primera vez en la historia de Israel, el nuevo primer ministro, Menajem Beguin, emprendió un gran plan para hacer que la ocupación fuera irreversible; un aspecto central de ese plan era la construcción de asentamientos judíos en los territorios ocupados, en particular Cisjordania y la Franja de Gaza”. Y más adelante se lee: “Beguin estaba decidido a conservar para siempre los territorios palestinos ocupado”. Bregman, en párrafos finales, consagra una apreciación de peso: “Creo que el veredicto de la historia interpretará las cuatro décadas (el libro editado en 2014) de la ocupación descripta en este libro como una mancha negra en la historia de Israel y, de hecho, en la historia judía”. Ahron Bregman nació en 1957 en Israel. Es un ensayista político, periodista y escritor israelí-británico, especialista en el conflicto árabe-israelí. Sirvió en las Fuerzas de Defensa Israelíes. Después de la guerra, dejó la armada para estudiar relaciones internacionales y ciencia política en la Universidad Hebrea de Jerusalén. Después de dar una entrevista para el Ha’aretz, en la cual declaró que no serviría en los Territorios Ocupados, dejó Israel y se estableció en Inglaterra.

Pero no a un modo piromaníaco con más de 22.000 víctimas de Gaza. La mayoría civiles que no son combatientes. Un asunto que puede volverse trágicamente en contra de la población israelí. Hay que decirlo, que bien se sabe la clase de demonios que se despertó el 7 de octubre. Y tener presente, día a día, la suerte de los rehenes, esa otra táctica de perversa acción criminal en toda guerra. Por ello la permanencia de Netanyahu como primer ministro está en un hilo. Pero lo más grave es la seguridad del propio Israel sometido a incendios desde varios frentes, todos con el mismo fósforo. La suma Rusia-Ucrania más Israel-Gaza es la brasa donde la temperatura de la IIIGM se eleva vertiginosa y peligrosamente.

¿Y Ucrania?

El 24 de febrero próximo se cumplirán dos años de una guerra lanzada por un país poderoso, el de Putin, contra una nación que se independizó de la complejidad de la ex URSS en 1991. Hasta fines de 2003 la ONU reportó algo más de 9.000 víctimas fatales. Y la cuenta sigue: 32 países colaboran con Ucrania con financiamiento y envío de material militar. Zelensky, el presidente ucraniano, clama porque se incremente el apoyo. Y juega a ser aceptado –gravísimo riesgo- en la OTAN. La IIIGM ya tiene sus patas de ave depredadora en Ucrania y en Gaza. Mientras, “el mundo sigue andando”, con mucho y justificado miedo. Y el organismo esencial que debe velar por “la paz y la seguridad internacionales”, la ONU, atada de pies y manos por su propia hechura, desactualizada, ¡después de 79 años!

¡Estos chinos!

En la Cancillería de un país, cualquiera fuese, por lo general se cuidan de dar pasos en falso que generen una fisura peligrosa en las relaciones bilaterales. Y, particularmente, en las comerciales que, en el caso de China, son de especial interés argentino. Es uno de los principales importadores de soja y carne de nuestro país. La canciller Mondino cometió un error inadmisible en su gestión de hace unos días. Recibió a la representante comercial de Taiwán, Miao-Hung Hsie, en consonancia de lo proclamado en la campaña de Milei de no alinearse con China. “Minutos” después de semejante acción y tomando en serio las sutiles advertencias de Xi Jimping sobre el apoyo financiero de China por las necesidades de la deuda internacional argentina y el comercio bilateral, se puso marcha atrás. Un pecado de la diplomacia. Tiembla su permanencia en el plantel gobernante, según expertos. Una sola China (continental) e insular (Taiwán) es la filosofía de interpretación y valoración que también empleamos con Malvinas, parte de nuestra masa continental vinculada por la plataforma continua. Y, por la historia: la usurpación del colonizador inglés, desde 1833.

(*) “La ocupación”. Ahron Bregman, prof. del Dpto. de Estudios bélicos del King College (Londres). 474 páginas. Crítica. (Ed. Planeta).